‘360. Juego de destinos’: ¿azar o necesidad?

360. Juego de destinos película de Fernando Meirelles

360. Juego de destinos película de Fernando Meirelles

J. L. CELADA | Desde que Robert Altman “patentara” sus Vidas cruzadas (1993), no pocos cineastas han echado mano –con desigual fortuna, por supuesto– de aquella estructura narrativa, para componer su particular retablo de situaciones existenciales. Ahí están, por ejemplo, los Amores perros (2000) o la Babel (2006) del mexicano Alejandro González Iñárritu, el Crash (2004) del estadounidense Paul Haggis… y un goteo incontable de títulos en los que el azar era el gran protagonista de la historia. Y cuando este por si solo no alcanza para “cuadrar el círculo”, ya está la necesidad del guionista para hacer el resto.

Eso es lo que le sucede, en cierto modo, a 360. Juego de destinos, último trabajo del brasileño Fernando Meirelles. Eso y mucho más, porque solo así se explica que el director de Ciudad de Dios (2002) o El jardinero fiel (2005) haya engendrado criatura semejante: sin alma, sin ritmo, incapaz de despertar en el espectador interés suficiente como para seguir con inquietud –y, aún menos, con emoción– la pista del nutrido grupo de individuos que pueblan su universo.

Precisamente, nada más acertado que hablar de universo para recorrer los distintos –y distantes– escenarios donde se desarrollan los hechos. Londres, París, Viena, Bratislava, Phoenix…; hoteles, aeropuertos, cárceles, hogares de paso… Todo un despliegue de localizaciones, conectadas por la intuición que preside este asimétrico mosaico humano: en el camino de la vida, se presentan bifurcaciones que obligan a apostar, y que no siempre conducen al destino soñado (o, como mínimo, conveniente).

Una elección equivocada puede desembocar en relaciones imposibles –atendiendo a la edad, el estado civil o la moral–, por lo que cada cual es dueño y responsable de sus decisiones y de las consecuencias que de ellas se deriven. Aquí sirven ya de bien poco los consejos de un sacerdote, un imán o un psicólogo, o la solidaridad de una terapia grupal.360. Juego de destinos película de Fernando Meirelles

Tales encrucijadas constituyen la prometedora oferta de 360. Juego de destinos. Sin embargo, a medida que transcurren los minutos y vamos conociendo la evolución (¿o habría que decir involución?) de esos seres, llegamos a la conclusión de que, si tardan tanto en descubrir que solo se vive una vez, es también porque el propio Meirelles ha preferido volcarse en el ropaje visual y sonoro de su cinta que conceder una “segunda oportunidad” a los dramas personales de sus personajes.

Hasta seis idiomas se emplean en esta película. Un esfuerzo tan baldío como el de los intérpretes, muy solventes en sus respectivos papeles, pero esta vez víctimas –al igual que el matrimonio o la religión– de un realizador que gira 360 grados para dejarnos en el punto de partida. ¿Azar? Más bien, un círculo sin salida.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: 360.

DIRECCIÓN: Fernando Meirelles.

GUIÓN: Peter Morgan, sobre la obra Reigen (La ronda), de Arthur Schnitzler.

FOTOGRAFÍA: Adriano Goldman.

PRODUCCIÓN: Andrew Eaton, Chris Hanley, Danny Krausz, David Linde, Emanuel Michael.

INTÉRPRETES: Jude Law, Lucia Siposová, Ben Foster, Marianne Jean-Baptiste, Anthony Hopkins, Rachel Weisz, Jamel Debbouze, Juliano Cazarré, Gabriela Marcinkova, Dinara Drukarova, Vladimir Vdovinchencov, Mark Ivanir, Maria Flor.

En el nº 2.851 de Vida Nueva.

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