Francisco, un papa párroco en la periferia de Roma

papa Francisco con Mauricio Funes presidente de El Salvador mayo 2013

Preside las primeras comuniones en la comunidad más alejada de la diócesis

papa Francisco visita hogar Don de María de las religiosas misioneras de la Caridad en Roma

Visita a la centro Don de María, de las misioneras de la Caridad

ANTONIO PELAYO. ROMA | Que Jorge Mario Bergoglio se encarna mejor en su papel de obispo de Roma que en el de pontífice de la Iglesia universal –aunque ambas realidades sean inseparables–, es algo fácil de percibir. Sin embargo, el domingo 26, la sensación se hizo más que evidente durante su visita a la parroquia de los santos Isabel y Zacarías, situada en una de las barriadas más extremas de la capital, en una de esas “periferias” a las que tantas veces se ha referido en sus discursos de estos meses.

Era la primera vez que visitaba una de las más de 300 parroquias que componen la Diócesis de Roma y, aunque se trataba de una decisión tomada en tiempos de Benedicto XVI, la elección no podía ser más apropiada al talante de este Papa.

Francisco llegó a la zona de Prima Porta en helicóptero –para evitar las complicaciones de tráfico– a primeras horas de la mañana e, inmediatamente, preguntó a don Benoni Ambarus (el párroco rumano de 38 años, al que todos sus feligreses llaman don Ben) si podía sentarse en el confesionario. Y así lo hizo, escuchando las confesiones de ocho parroquianos.

Poco después, en la explanada que se abre ante la moderna iglesia, comenzó la celebración de la Eucaristía, en el curso de la cual dio la Primera Comunión a 16 adolescentes y a otros 28 que la habían recibido en los domingos anteriores. “La realidad se percibe mejor en las periferias que en el centro –dijo respondiendo a unas palabras de saludo que le dirigió una pequeña–. El Papa está en el Vaticano, pero hoy ha venido aquí vuestro obispo”.

La homilía fue aún más sencilla y directa de lo habitual en él. En el curso de la misma, entabló un diálogo con los comulgantes: “Jesucristo nos ha salvado, pero también camina con nosotros en la vida. ¿Es esto verdad? ¿Y cómo camina? ¿Qué hace Jesús cuando camina con nosotros? Responded fuerte; esto es difícil. El que acierte, vence el derbi –en alusión al partido de fútbol entre Lazio y Roma que se jugaba esa tarde–. ¿Qué hace Jesús cuando camina con nosotros? ¡Fuerte! Nos ayuda… Nos guía… Muy bien… Nos ayuda, nos guía, nos enseña a seguir adelante. Jesús nos da las fuerzas para caminar… Eso es…Pero, ¿cómo nos da las fuerzas? Más fuerte, que no oigo… Con la Comunión nos da las fuerzas. Él viene a nosotros, pero cuando decís, ‘nos da la Comunión’, ¿un trozo de pan puede darnos tanta fuerza? Aunque, ¿es realmente pan lo que está sobre el altar? No, es el cuerpo de Jesús. Jesús viene a nuestro corazón. Pensemos en esto: el Padre nos ha dado la vida. Jesús nos ha dado la salvación, y el Espíritu Santo nos ama, nos da el amor”.

Bendecido por los niños

Finalizada la Misa, los niños quisieron cantarle al Papa la bendición de san Francisco, El Señor te bendiga. En torno al altar, rodearon al Papa y comenzaron a cantar, mientras él inclinaba ostensiblemente su cabeza y su cuerpo, como hizo la noche de su presentación al pueblo romano, tras su elección el 13 de marzo. La despedida y los saludos fueron interminables y muy calurosos. “¿Sabes jugar al futbol?”, le preguntó un niño, que le hizo entrega de un balón. “Bueno, a lo más podría hacer de portero”, le respondió con una sonrisa el Papa.papa Francisco da la comunión a un niño en una parroquia de la periferia de Roma

De vuelta ya al Vaticano, después del rezo del Angelus, quiso recordar al sacerdote Giuseppe Puglisi, asesinado por la mafia el 15 de septiembre de 1993 y beatificado la víspera en Palermo: “Don Puglisi ha sido un sacerdote ejemplar, consagrado especialmente a la pastoral juvenil. Educando a los muchachos según el Evangelio, les arrancaba de la mala vida y, por eso, esta intentó vencerlo matándole. En realidad, sin embargo, ha sido él quien ha vencido con Cristo Resucitado”.

Seguidamente, alzando sus ojos y abandonando el texto escrito, Francisco prosiguió: “Pienso en el dolor de tantos hombres y mujeres, también niños, que son explotados por tantas mafias, que los explotan haciéndoles trabajar como esclavos, con la prostitución, con tantas presiones sociales… Detrás de estas explotaciones, de estas esclavitudes, están las mafias. Roguemos al Señor que convierta el corazón de estas personas. No pueden hacer esto, no pueden hacer esclavos a nuestros hermanos. Roguemos al Señor para que estos mafiosos y mafiosas se conviertan a Dios”.

Habían sido 80.000 las personas llegadas de todos los rincones de Italia las que asistieron en Palermo a la beatificación de Don Puglisi, el primer mártir víctima de la mafia, oficiada por el cardenal Salvatore de Giorgi y concelebrada por 40 obispos, 750 sacerdotes y 70 diáconos. Todos comenzaron a gritar: “¡Pino, Pino, Pino!” –el diminutivo con el que todos se dirigían al párroco del barrio de Brancaccio– cuando, pronunciada la fórmula de la beatificación, se descubrió un gigantesco retrato suyo y fueron lanzadas al aire centenares de blancas palomas.

Por otro lado, en su programa de acercamiento a las realidades asistenciales de la Iglesia en Roma, el Santo Padre visitó el martes 21 de junio la casa Don de María, que la beata Teresa de Calcuta “arrancó” al beato Juan Pablo II, dentro del mismo Vaticano, con el argumento de que “el Vaticano tiene ya muchos tesoros, pero le falta el más importante de todos: los pobres”. En este espacio (que se abre en el ángulo de la Ciudad del Vaticano con Porta Cavallegeri) reciben a diario comida, asistencia y acogida centenares de personas marginadas de ambos sexos y edades muy diferentes.

Contra el “capitalismo salvaje”

“Casa –dijo el Papa a las Hermanas de la Caridad– es una palabra con sabor típicamente familiar que recuerda el calor, el afecto, el amor que se pueden experimentar en una familia. La casa representa, pues, la riqueza humana más preciosa, la del encuentro, las relaciones entre personas de diversas edades, culturas e historia, que viven juntas y que juntas se ayudan a crecer”.

“Debemos recuperar todos –añadió– el sentido del don, de la gratuidad, de la solidaridad. Un capitalismo salvaje ha enseñado la lógica de los beneficios a toda costa, del dar para obtener, de la explotación sin mirar a las personas… Y los resultados los estamos viendo en la crisis que vivimos”.

papa Francisco con Mauricio Funes presidente de El Salvador mayo 2013

Con el presidente Mauricio Funes, de El Salvador, el papa abordó la beatificación de monseñor Romero

Estas son ideas muy asimiladas por Bergoglio. En el discurso que pronunció el día 25 ante los miembros de la Fundación Centesimus Annus (la encíclica socio-económicamente más clarividente de Wojtyla), afirmó: “El fenómeno del paro, que se difunde como una mancha de aceite en amplias zonas de Occidente, está ampliando de modo preocupante los confines de la pobreza. Y no hay peor pobreza material, permitidme que os lo subraye, que la que no permite ganarse el pan y que priva de la dignidad del trabajo. Ahora, esto de ‘hay algo que no funciona’, no afecta solo al Sur del mundo, sino a todo el planeta. Por eso es necesario ‘repensar la solidaridad’ –este era precisamente el tema del congreso internacional convocado por la Fundación–, no solo como simple ayuda a los más pobres, sino como un repensamiento global de todo el sistema, como búsqueda de caminos para reformarlo y corregirlo de modo coherente con los derechos del hombre, de todos los hombres. A esta palabra, ‘solidaridad’, no muy bien vista en el mundo económico, como si fuese una mala palabra, hay que volver a darle su merecida ciudadanía social”.

En esta línea de sensibilidad social, hay que inscribir el discurso pronunciado a la Asamblea Plenaria del Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes, que preside el cardenal Antonio Maria Veglió: “Hoy quisiera invitaros a todos a captar en los ojos y el corazón de los refugiados y de las personas obligadas a emigrar la luz de la esperanza. Esperanza que se expresa con las expectativas de futuro, con el deseo de relaciones de amistad, con el deseo de participar con la sociedad que les acoge, incluso con el conocimiento de la lengua, el acceso al trabajo y la instrucción para los más pequeños”.

  • OPINIÓN: Biennale, por Antonio Pelayo

En el nº 2.850 de Vida Nueva.

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