La Iglesia francesa pide recuperar la cohesión social tras la aprobación del matrimonio gay

manifestación contra la ley de matrimonios homosexuales en Francia

El obispo Jean-Luc Brunin aboga por continuar el diálogo sosegado

manifestación contra la ley de matrimonios homosexuales en Francia

Manifestación en París contra la ley del matrimonio homexual

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | En medio del tenso debate que ha originado la definitiva entrada en vigor de la ley que implanta el matrimonio y la adopción homosexual en Francia (donde las encuestas demuestran una abrupta división social), ha resonado con fuerza la carta pastoral hecha pública este 14 de mayo por Jean-Luc Brunin, obispo de Le Havre y responsable de la Comisión Episcopal de Familia y Sociedad.

Sobre todo por el tono interpelador y mesurado de su misiva, recogida también en la web del Episcopado galo. En ella, el prelado considera que, “en vista de las diferencias que han surgido en nuestra comunidad diocesana”, ve “necesario” ofrecer su voz de pastor con el fin de “entablar un diálogo”. Un proceso de compartir ideas y experiencias que “nos hará escuchar al Espíritu de Cristo, que nos impulsa a mostrar nuestra fe entre nuestros contemporáneos”.

Respecto a las manifestaciones que, durante varios meses, han concentrado en París a multitud de personas contrarias al proyecto legislativo, Brunin apoya a sus diocesanos que han participado en las mismas: “Os felicito y agradezco vuestro compromiso en favor del sentido humano, la familia y la fe en Cristo”. Igualmente, enfatiza el que hayan “iniciado un debate sobre estos temas más allá de la comunidad católica”, como demuestra “la presencia de decenas de jóvenes de la comunidad musulmana de Le Havre que os han acompañado a París”.

Disenso, pero con respeto

Pero, a su vez, el obispo insiste en que, si “la defensa del matrimonio, la familia y el interés superior de los niños son inspirados por la doctrina social de la Iglesia”, no es menos cierto que la postura de rechazo al matrimonio entre homosexuales “siempre ha tenido cuidado del respeto” a estas personas. Por ello, se congratula de que las movilizaciones se hayan dado en “un ambiente tranquilo y responsable”. Algo en lo que han tenido mucho que ver los “equipos de vigilantes”, integrados por jóvenes que “han tratado de frenar los excesos violentos”.

Brunin, continuando con su tono conciliador –“el debate debe continuar”–, apela a una “reflexión ciudadana” que huya de los “malentendidos” e incida en “las condiciones mínimas para garantizar la cohesión social y la construcción de una convivencia armónica y respetuosa”.

Y es que reconoce que ha visto con preocupación “la escisión que estos debates han creado en la sociedad, e incluso en la comunidad católica. Más allá del aspecto político de la cuestión, las divergencias de análisis y la legítima pluralidad de opiniones en el seno de la comunidad cristiana, os invito a encontrar en vosotros mismos el testimonio que debe ir de la mano del Evangelio”.

Puesto que, en toda situación, los cristianos “debemos dar juntos testimonio del Evangelio de la Vida. Es la contribución singular e insustituible de los discípulos de Cristo para construir una sociedad más humana, solidaria y fraterna”.

En este sentido, el obispo pide profundizar en la idea de la “ecología humana”, que consiste en “crear, en cualquier lugar, las condiciones para el crecimiento y el respeto de todo hombre”. Lo que implica “la obligación de adoptar una nueva forma de creer en nuestra sociedad”. Para explicar esto, Brunin se retrotrae al discurso del cardenal de París, André Vingt-Trois, cuando señaló, en la apertura de la última plenaria de los obispos de Francia, que ha habido un cambio de paradigma respecto al “diseño de la dignidad humana” heredero de “la sabiduría griega, la Revelación judeo-cristiana y la Ilustración”.

Ahora, denunció el purpurado parisino, esta concepción “no es reconocida en el país como un referente cultural común”. Así, ante este “cambio profundo”, concluía Vingt-Trois, los cristianos “no debemos esperar que las leyes civiles defiendan nuestra visión del hombre. Tenemos que encontrar en nosotros mismos, en nuestra fe en Cristo, los motivos subyacentes de nuestro comportamiento”.

Con esto presente, finaliza Brunin, los cristianos han de actuar desde ya. Eso sí, sabiendo que “no defendemos una ideología, sino que pertenecemos a Cristo”. Y, por ello, teniendo en cuenta que “el desprecio y la violencia verbal o física no tienen lugar en el proceso democrático”.

En el nº 2.849 de Vida Nueva.

 

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