“Desde ahora, nada de gritar ‘Francisco’, ¡solo Jesús!”

papa Francisco con una paloma durante audiencia

El Papa, que celebra Pentecostés con 150 movimientos, les pide ser comunidades abiertas y eclesiales

papa Francisco con una paloma durante audiencia

Audiencia general del 15 de mayo

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | En poco más de dos meses de pontificado, Francisco ya ha dibujado de un modo claro las directrices con las que quiere marcar su tiempo de gobierno en la Iglesia. Si ya las expuso en las congregaciones generales previas al cónclave del que resultaría elegido, desde entonces no ha perdido oportunidad de repetirlas en diferentes ámbitos y con un tono directo y entendible por todos.

Sin embargo, con motivo de la solemnidad de Pentecostés, por la que ha presidido un encuentro con 200.000 miembros de 150 movimientos laicales que han peregrinado a Roma –programado dentro de los actos del Año de la fe, que convocara Benedicto XVI–, Jorge Mario Bergoglio ha sintetizado la esencia de su programa en dos alocuciones.

Su primera intervención tuvo lugar durante la vigilia que, en la tarde del sábado 18, se celebró en la Plaza de San Pedro. Tras escuchar los testimonios y preguntas de distintos participantes –especialmente emotivo fue el discurso de Paul Bhatti, ministro de Minorías de Pakistán y cuyo hermano y predecesor en el cargo fue asesinado por defender a los cristianos–, Francisco dejó una retahíla de titulares cuya forma y fondo ya son más que reconocibles: “La Iglesia no es un movimiento político ni una ONG, porque, cuando se hace esto, se vuelve una organización vacía, llevada por el eficientismo”; “el mundo de hoy necesita más testigos que maestros”; “hay cristianos que hablan de teología mientras toman el té”; “cuando la Iglesia se encierra, se enferma”; “salgamos de nosotros mismos para encontrarnos con la pobreza”; “la Iglesia ha de salir de sí misma, hacia la periferia, a dar testimonio del Evangelio y a encontrarse con los demás”; o “prefiero mil veces una Iglesia accidentada a una que esté enferma por encerrarse”.

Su abuela, su catequista

Del mismo modo, en algo que también es muy propio de él, Bergoglio no tiene reparos en contar episodios de su vida que cree que pueden ser ilustrativos para que los hombres de hoy busquen una relación de amistad con Dios. Así, explicó con mucha ternura quién fue la persona que marcó su nacer espiritual: “He tenido la gracia de crecer en una familia en la que la fe se vivía de una manera simple y concreta. Pero, sobre todo, ha sido mi abuela, la mamá de mi papá, quien ha marcado mi camino de fe. Una mujer que nos explicaba, nos hablaba de Jesús, nos enseñaba el catecismo… Siempre recuerdo que, los viernes santos, nos llevaba al atardecer a la procesión de las candelas y, al final, llegaba el Cristo yaciente. Y la abuela nos hacía a nosotros, niños, arrodillarnos, y nos decía: ‘Miren, está muerto, pero mañana resucita’”.

papa Francisco durante la vigilia de Pentecostés 2013

Vigilia de Pentecostés, el 18 de mayo

Desde la anécdota, el Pontífice abundó en esta idea: “Es bellísimo esto; el primer anuncio en casa, con la familia, ¿no? Me hace pensar en la misión de tantas madres, tantas abuelas, para la transmisión de la fe. (…) Todas las madres que están aquí, todas las abuelas, piensen en esto: transmitir la fe. Porque Dios nos pone al lado personas que ayudan en nuestro camino de fe. Nosotros no encontramos la fe en lo abstracto. No, es siempre una persona la que predica, la que nos dice quién es Jesús. (…) Alguien dirá, ‘no, yo prefiero estudiar la fe en los libros’. Es importante estudiarla, pero con eso solo no basta: lo importante es el encuentro con Jesús”.

Y así, con la referencia a Cristo como eje de la vida creyente, sorprendió a los presentes con una cariñosa “regañina”: “¿Qué es lo mas importante? ¡Jesús! Todos antes gritaron ‘Francisco’, pero quiero que griten ‘Jesús’; de ahora en adelante, basta de ‘Francisco’, ¡solo Jesús! Hay que dejarse guiar por Jesús, ¡es nuestro líder!”.

No ser autorreferenciales

Al día siguiente, en la Eucaristía celebrada en San Pedro por Pentecostés, Bergoglio se centró en la acción del Espíritu Santo para profundizar en sus ideas clave. Poniendo un especial énfasis en la condición de miembros de movimientos laicales de los 200.000 presentes, les preguntó: “¿Estamos abiertos a las ‘sorpresas de Dios’? ¿O nos encerramos, con miedo, a la novedad del Espíritu Santo? ¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas, que han perdido la capacidad de respuesta?”.

papa Francisco abraza a Paul Bhatti, ministro de las Minorías en Pakistán

Abrazo con Paul Bhatti, ministro de las Minorías en Pakistán

A lo que se respondió: “El Espíritu Santo, aparentemente, crea desorden en la Iglesia, porque produce diversidad de carismas, de dones; sin embargo, bajo su acción, todo esto es una gran riqueza, porque el Espíritu Santo es el Espíritu de unidad, que no significa uniformidad, sino reconducir todo a la armonía. En la Iglesia, la armonía la hace el Espíritu Santo. Solo Él puede suscitar la diversidad, la pluralidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, realizar la unidad”.

En esta noción profundizó a renglón seguido: “En cambio, cuando somos nosotros los que pretendemos la diversidad y nos encerramos en nuestros particularismos, en nuestros exclusivismos, provocamos la división; y cuando somos nosotros los que queremos construir la unidad con nuestros planes humanos, terminamos por imponer la uniformidad, la homologación. Si, por el contrario, nos dejamos guiar por el Espíritu, la riqueza, la variedad, la diversidad nunca provocan conflicto, porque Él nos impulsa a vivir la variedad en la comunión de la Iglesia”.

Finalmente, Bergoglio llamó a trabajar por la misión dejándose llevar por el Espíritu Santo, que “nos salvaguarda del peligro” de ser “una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto; nos impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar testimonio de la bondad del Evangelio. El Espíritu Santo es el alma de la misión. (…) El Espíritu Santo nos muestra el horizonte y nos impulsa a las periferias existenciales para anunciar la vida de Jesucristo”.

El dinero domina al hombre

En otro orden de cosas, Francisco mantuvo una audiencia privada, el sábado 18, con la canciller alemana, Angela Merkel. Del contenido de la cita solo se sabe lo que hizo público la Oficina de Prensa de la Santa Sede, en cuyo comunicado se decía que se había abordado “la situación socio-política, económica y religiosa en Europa y el mundo. En particular, se ha hablado de la tutela de los derechos humanos, de las persecuciones a los cristianos, de la libertad religiosa y de la colaboración internacional para la promoción de la paz”.

Pese a desconocerse más detalles sobre lo que Merkel y Bergoglio trataron de la crisis –de la que Francisco diría en la vigilia de ese sábado que “no es solo económica o cultural”, sino que refleja “una crisis del hombre”–, la posición del Papa quedó clara dos días antes, en un acto en el que recibió las credenciales de nuevos embajadores de varios países.

papa Francisco recibe en audiencia a canciller alemana Angela Merkel

El Papa, con Angela Merkel

En su discurso dejó, una vez más, una larga sucesión de interpelantes titulares: “La mayoría de los hombres y mujeres de nuestro tiempo siguen viviendo en una precariedad diaria, con consecuencias desastrosas”; “el miedo y la desesperación se adueñan del corazón de muchas personas, incluso en los llamados países ricos”; “la alegría de vivir disminuye”; “la indecencia y la violencia van en aumento”; “hay que luchar para vivir y, con frecuencia, para vivir de una forma que no es digna”.

Hasta que ofreció su diagnóstico: “Una de las causas de esta situación radica en la relación que tenemos con el dinero, en aceptar su dominio sobre nosotros y nuestras sociedades. La crisis financiera que estamos atravesando nos hace olvidar su origen primero, situado en una profunda crisis antropológica. ¡En la negación de la primacía del hombre! Hemos creado nuevos ídolos. El antiguo culto al becerro de oro ha encontrado una imagen nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin rostro ni objetivo verdaderamente humano. (…) Tras esta actitud, se encuentra el rechazo de la ética, el rechazo de Dios. ¡La ética, como la solidaridad, molesta! Se considera contraproducente, demasiado humana, porque relativiza el dinero y el poder; se la ve como una amenaza, porque rechaza la manipulación y la sumisión de la persona. Porque la ética lleva a Dios, que está más allá de las categorías del mercado”. [El papa Francisco ante la crisis, en 10 frases principales]

En el nº 2.849 de Vida Nueva.

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