Sean O’Malley: “La inmigración latina ha cambiado a los Estados Unidos”

Sean OMalley, cardenal arzobispo de Boston

Cardenal arzobispo de Boston

Sean OMalley, cardenal arzobispo de Boston

Entrevista con Sean O’Malley [extracto]

DARÍO MENOR | Sean Patrick O’Malley es arzobispo de Boston y uno de los ocho cardenales elegidos por el papa Francisco para formar parte del grupo llamado a asesorarle y ayudarle en la reforma de la Curia romana. En una entrevista realizada antes de que Benedicto XVI anunciase su renuncia, O’Malley cuenta su larga experiencia en la pastoral con los inmigrantes latinos y cómo esta comunidad está cambiando el catolicismo de los Estados Unidos.

– Usted estudió filología española y portuguesa. ¿De dónde le viene el amor por las lenguas hispanas?

– Pensé que iba a ser una buena preparación para ir a las misiones. Estudiando la literatura, uno no solo aprende bien el idioma, sino también la historia y la cultura. Estudié como una forma de preparación pastoral, aunque me especialicé en el Siglo de Oro y en los místicos españoles, en su dimensión teológica. Me impresionaron mucho santa Teresa de Ávila, san Juan de la Cruz, san Ignacio de Loyola, Francisco de Osuna… También san Juan de Ávila, que ahora ha sido hecho doctor. Sean OMalley, cardenal arzobispo de Boston

– ¿Por qué quería hacerse misionero en América Latina?

– Cuando yo era seminarista, el papa Juan XXIII pidió que Canadá y los Estados Unidos dieran un diez por ciento de sus sacerdotes y religiosos para ir a trabajar a Latinoamérica. Yo me ofrecí. Aprendí español y estaba preparándome para ir a la Isla de Pascua. En ese proceso, el arzobispo de Washington fue a ver a mi provincial y le habló de los miles de refugiados que estaban llegando cada mes. Le dijo que solo tenía un sacerdote que hablase español. Y decidió que me quedase allí. Así que trabajé veinte años en Washington con inmigrantes.

En aquella época, cuando yo era un joven religioso capuchino, muchos religiosos y sacerdotes fueron a trabajar a Latinoamérica. El arzobispo que teníamos en Boston hace cincuenta años fundó la Sociedad de Santiago Apóstol. En medio siglo envió a 300 sacerdotes de Boston a trabajar en Perú, Bolivia y Ecuador. Un resultado muy interesante de esto es que, cuando ellos regresaban de las misiones, hablaban español y entendían la cultura, por lo que eran idóneos para trabajar con la nueva inmigración. Ahora que no tenemos esos mismos números, dependemos de Latinoamérica para ayudarnos.

– Usted empezó a trabajar con la inmigración latina en los Estados Unidos cuando era más reducida de lo que lo es hoy…

– Sí, entonces estaba empezando a llegar. En aquella época hubo varias guerras en Centroamérica: El Salvador, Nicaragua, Guatemala… Muchísimos refugiados vinieron a Washington. Casi todos estaban indocumentados. Eso representaba un gran problema, pues para cualquier ayuda social o médica tenían que acudir a la Iglesia. Fue una experiencia única. La primera semana en el centro católico tuve una experiencia que me marcó mucho. Un señor salvadoreño que había venido pidió hablar con un sacerdote. Vino a mi despacho, me entregó una carta, se sentó y empezó a llorar amargamente. Leí la carta, que era de su esposa. Le decía que en seis meses no le había enviado nada y que sus seis hijos estaban muriendo de hambre. Me explicó que era un campesino y que durante la guerra emigró a Washington. Trabajaba en dos restaurantes fregando platos. Vivía en un cuarto con diez salvadoreños. Comía las sobras en los platos sucios para no gastar en comida. Iba caminando al trabajo para no gastar en transporte. Enviaba todo su dinero a su esposa, de la que no había recibido ni una sola carta. Le pregunté que cómo enviaba el dinero y me dijo que lo mandaba en efectivo, que lo dejaba en un buzón en una esquina. Entonces me di cuenta de lo fácilmente que se puede engañar a un inmigrante que no sabe la lengua ni las costumbres del país al que llega.

“La primera semana que estuve
en el centro católico con los inmigrantes latinos
tuve una experiencia que me marcó mucho;
me di cuenta de lo fácilmente que se puede engañar
a un inmigrante que no sabe la lengua ni las costumbres
del país al que llega”.

– ¿Cómo le ha cambiado la cara a los Estados Unidos la inmigración latina?

– Enormemente, y en todas las partes del país. Cuando llegué a Washington, estaba empezando. Ahora es un fenómeno muy grande. La mitad de los católicos que tienen menos de 30 años son hispanos. Los hispanos tienen más hijos, y siguen llegando inmigrantes, lo que hará que esta comunidad sea dentro de poco mayoritaria entre los católicos. Eventualmente, también será la mayoría del país.

Dialogar con Obama

– ¿Está cambiando la inmigración latina la forma de vivir el catolicismo?

– Nuestra tradición es la de tener las llamadas parroquias étnicas, distintas para las distintas comunidades. Ese sistema perduró más allá de su utilidad y ha causado muchos problemas, porque sobran templos y colegios, lo que hace que ahora haya una actitud reacia a formar parroquias étnicas. Con los hispanos habitualmente se ha puesto una misa en español en una iglesia donde había antes solo misas en inglés. Tengo dudas de que esta sea la mejor solución. Cuando empecé en Washington, tenía una parroquia que era netamente hispana. Tenía cuatro misas en español y una en portugués. Luego fui a otras tres parroquias y celebraba misa en español, debido a la falta de curas. Tenía cada fin de semana diez misas. A mí me daba buen resultado; en seguida se formaban líderes y la gente se sentía responsable de sus parroquias. Con las parroquias compartidas es distinto, pues muchas veces hay conflictos. Ahora hay un esfuerzo para compenetrar esas realidades diferentes en una misma parroquia, pero es difícil, sobre todo si el párroco no es bilingüe.

“No pierdo la esperanza de que podamos dialogar
con Obama y lograr cambios en reforma sanitaria
en lo que respecta a la cuestión
del aborto y de los anticonceptivos. Soy optimista”.

– El Episcopado estadounidense mantiene una relación tensa con la Administración de Obama debido a la reforma sanitaria. ¿Tiene cosas buenas este proyecto, más allá de la controvertida cuestión del aborto y de los anticonceptivos?

– No pierdo la esperanza de que podamos dialogar con el presidente y lograr cambios. El problema está en las regulaciones del Departamento de Salud, que obligan a las instituciones a ofrecer seguros que cubren procesos que nosotros no aceptamos. En este momento estamos tratando de encontrar un nuevo diálogo con la Administración. Al mismo tiempo, tenemos varios proyectos en los tribunales. Sería mejor si llegásemos a un acuerdo pacífico, puede decirse. Soy optimista. Dicen que desde un principio –muchos incluso dentro de la Administración– se opusieron a este plan. El Gobierno dijo que todo está aún bajo estudio. Hay una apertura. Estamos pidiendo simplemente regresar a la definición de instituciones religiosas que había antes.Sean OMalley, cardenal arzobispo de Boston

– ¿La raíz del problema está en el respeto a la libertad religiosa?

– Sí, estos mandatos dan una definición de qué institutos son o no religiosos. Según ellos, todos los empleados deben ser de la misma confesión, y con los clientes o estudiantes ocurre lo mismo. Ha de tener como fines enseñar la doctrina de esa religión. En nuestros colegios, hospitales, asilos… servimos a toda la población y también empleamos a mucha gente que no es católica. En los Estados Unidos, a diferencia de Europa, las organizaciones no lucrativas hacen mucha obra social, sanitaria y educativa. En Europa, generalmente, es el Estado. Una quinta parte de los hospitales de los Estados Unidos son católicos. Hay millones de estudiantes que van a escuelas católicas.

– Tiene usted un blog desde 2006 y tuitea asiduamente. ¿Por qué pocos cardenales están presentes en Internet?

– Creo que es algo generacional. Cuando fui nombrado cardenal, debido a la situación de Boston no quise tener una gran celebración. Entonces, los que trabajan conmigo me dijeron que había que crear un blog para que la gente pudiera participar. Pensé que duraría solo una semana, pero tuvo tanto éxito que me dijeron que debía mantenerlo.

En el nº 2.846 de Vida Nueva.

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