¿La familia? No tan bien, gracias

personas en un comedor social

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JOSÉ LUIS PALACIOS | El modelo familiar en nuestro país podría estar cambiando a marchas forzadas. En la actualidad, según los datos recogidos por el equipo de Miguel Laparra y Begoña Pérez, el número de hogares que convive con un pensionista del que depende el resto de sus miembros se ha triplicado en cuatro años hasta llegar a las 300.000 familias. La pensión del abuelo se ha erigido en estos casos como un recurso esencial para la supervivencia de todos. Un hecho insólito en comparación con el resto de Europa.

Juan Antonio es uno de esos pensionistas que se ha visto en la obligación de echar un cable a su hija, casada, con dos hijos y desahuciada. Su hija perdió la casa que tenía hipotecada y se tiene que conformar con trabajar en la economía sumergida, “porque como el banco vea que entra dinero, se lo queda”.

Vecino del madrileño barrio de Vallecas, se le saltan las lágrimas cuando recuerda las penurias del día a día. “Tengo que hacer lo que tengo que hacer, sobre todo por mis nietos, que están creciendo”, explica. “Ellos están deseando venir a mi casa porque saben que, por lo menos, les ponemos un buen plato de comida”, admite.

Quizás porque conoció la miseria de las posguerra, Juan Antonio cuenta su testimonio para que se “conozca lo que le está pasando a la gente”, mientras que su hija no tiene ánimos para relatar su historia. Este jubilado que ahora tiene que controlarse la tensión a base de pastillas confiesa: “Me siento agobiado, pero intento no decir nada y tengo claro que hasta donde llegue, he llegado”.

Son muchos también los hijos que intentaron hacerse con las riendas de sus vidas pero han tenido que regresar al hogar paterno. Luis, residente en el barrio de Orcasitas, también en Madrid, se marchó a Huelva a trabajar de camarero hace 10 años, pero cumplidos los 41, ha vuelto con sus padres. Por suerte, la relación familiar es buena –“nos hacemos compañía mutua”–, y a pesar de depender de una pensión mínima, “vamos tirando”. Eso sí, a veces, “la casa se te viene encima y tengo que salir a dar un paseo o hablar con los amigos”.

La pobreza severa en los menores de 25 años ha aumentado en un punto, hasta situarse en el 7,1%, y las parejas con hijos, en 1,6 puntos, hasta el 6,5%. “Las consecuencias pueden ser especialmente graves al constreñir los itinerarios vitales, introduciendo un riesgo de cronificación en los sectores con mayor proyección vital, los jóvenes, así como por los procesos de reproducción generacional que implican en las parejas con hijos”, alertan los autores de Crisis y fractura social en Europa.

En el nº 2.846 de Vida Nueva.

 

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