La crisis que ha cambiado España

manifestación ciudadana contra los recortes de la crisis

grupo de personas se manifiestan en la calle mientras un hombre busca en un contenedor

La crisis que ha cambiado España [extracto]

JOSÉ LUIS PALACIOS | La Gran Recesión está cambiando el modelo social conocido en los países industrializados, incluido el nuestro. Aunque la economía llegue a recuperarse, España será muy distinta de la que entró en la crisis en 2008. Como todo alumbramiento, la nueva época trae consigo un gran sufrimiento y muchas incógnitas aún por resolver.

España está experimentando cambios muy profundos, posiblemente más que cualquier otro país de nuestro entorno. “La intensidad de los procesos actuales, que afectan a todos los elementos del sistema, así como su prolongación en el tiempo, nos sugieren la necesidad de concebir esta crisis no como un mero fenómeno coyuntural, cuyos efectos corregirá el cambio de ciclo, sino más bien como un proceso de transformación estructural en el que las principales características de nuestro modelo social podrían estar cambiando, posiblemente a peor”, sostiene Miguel Laparra, profesor de la Universidad de Navarra, y uno de los coordinadores del informe Crisis y fractura social en Europa. Causas y efectos en España.

La profundidad de los fenómenos que recorren el país no pasa desapercibida para la profesora de Moral Social en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas de Barcelona, y miembro de Cristianismo y Justicia, Dolors Oller. “Vivimos un momento de transformación vertiginosa del que forman parte las crisis que padecemos; porque la crisis en la que nos hallamos inmersos es sistémica y no solo económica. Nuestra crisis tiene múltiples vertientes: tiene una clara dimensión ecológica y también se deja sentir en el ámbito cultural, social, político, institucional y personal”, asegura.

Aunque es ahora cuando más se hacen notar los peores efectos de la crisis, el catedrático de Economía de la Universidad Juan Carlos I, y colaborador de la Fundación Foessa, Luis Ayala, hace notar la continuidad del fenómeno: “Desde hace más de una década no han dejado de crecer los niveles de vulnerabilidad social –ya presentes cuando la economía y el empleo crecían a un ritmo elevado–, transformándose en la crisis en situaciones de pobreza y exclusión social. La generación de nuevas formas de exclusión es uno de los rasgos distintivos de este nuevo modelo social, así como la generalización de situaciones de frustración y resignación frente a lo que está pasando”.manifestación ciudadana grupo de personas piden dignidad carteles

Incluso el sociólogo Amando de Miguel –muy crítico con los estudios que se fijan en la desigualdad por “estar ideologizados”–, y a pesar de reconocer que “hoy somos más pobres”, admite que “estamos en un cambio de época” de dimensiones que compara con la caída del Imperio Romano y el paso a la Edad Media: “Asistimos al fin de un ciclo histórico de 500 años, a un verdadero cataclismo, sin saber lo que vendrá”, afirma. La transformación en España estaría además acelerada, según su parecer, por la coincidencia de otras dos crisis: “La del ciclo económico de corto recorrido y la del sistema político surgido de la Constitución de 1978”.

Una sociedad quebrada

La percepción de estar asistiendo a una transformación de gran calado le permite al sociólogo y director del Instituto Universitario de la Familia de la Universidad de Comillas, Fernando Vidal, decir que “se ha quebrado la sociedad, y en parte el Estado, con una deslegitimación muy profunda, con lo que el propio contrato social se está resquebrajando”.

Para el investigador Laparra, “lo más preocupante es la fractura social abierta en nuestro modelo de convivencia, su influencia en la configuración de una comunidad donde un sector importante se está quedando absolutamente al margen”.

“Se ha quebrado la sociedad, y en parte,
el Estado, con una deslegitimación muy profunda,
con lo que el propio contrato social se está resquebrajando”.

Fernando Vidal, sociólogo.

El trabajo que Laparra ha coordinado junto con la también profesora de la Universidad de Navarra, Begoña Pérez, con financiación de la Obra Social “la Caixa”, evidencia el impacto que la crisis está teniendo ya en nuestro nivel de bienestar, pero también en la configuración de nuestra sociedad. Otro de los firmantes de este estudio, Luis Ayala, compara la situación actual con otras similares, lo que le lleva a pensar que “hace veinte años, la recesión de los primeros años 90 dio lugar a un cierto cambio de tendencia en el modo en que se estaban estrechando las diferencias sociales en España. Después de ese episodio de crisis, los indicadores de desigualdad y pobreza no volvieron a los niveles previos”.

El futuro estará fuertemente condicionado por las decisiones que hoy se están tomando. En opinión de Ayala, “el desempleo prolongado, la pobreza y la vulnerabilidad dejan secuelas sociales importantes, con costes en términos de equidad. Cuando se producen estas situaciones, las personas más vulnerables pueden entrar en un proceso de pérdida de relaciones sociales, estado de salud, participación… difícilmente reversible”.

En España se ha destruido mucho más empleo que en cualquier otro país europeo con parecida disminución económica, mientras que el sistema de protección social apenas saca de la pobreza a la mitad de los perceptores, cuando en otros países lo logran con el 70 u 80% de los beneficiarios. Laparra explica que en España, “el sistema de protección social está pensado, dicho de un modo muy burdo, para la mujer o los hijos que pierden el empleo ocasional, al suponer que el cabeza de familia tiene una ocupación estable y un ingreso alto”.

“Lo más preocupante es la fractura social
abierta en nuestro modelo de convivencia,
su influencia en la configuración de una comunidad donde
un sector importante se está quedando absolutamente al margen”.

Miguel Laparra, profesor de la Universidad de Navarra.

Es cierto que el equipo comandado por los profesores de la Universidad de Navarra no había detectado aún un gran incremento de las privaciones de las familias en su estudio, elaborado hace unos meses. Amando de Miguel, reticente a aceptar el ensanche de la fractura social, se apunta a esta idea: “Los símbolos sociales siguen ahí, la gente disfruta de sus coches, nunca ha habido tantos propietarios de vivienda, a pesar de los problemas que tenemos; y nunca ha estado tan extendida la educación, la sanidad…”.manifestación ciudadana contra los recortes de la crisis

Para Laparra, hay una explicación: “Se debe, en parte, al mantenimiento de los bienes y las comodidades que se adquirieron antes de la crisis y al efecto de las prestaciones sociales, pero sobre todo al extraordinario esfuerzo económico realizado por las familias para acceder a esos bienes, lo que provoca un endeudamiento extremo y la imposibilidad de hacer frente a los pagos”.

La frustración, al acecho

Según explica Fernando Vidal, “las crisis sociales duran el doble que las económicas”, con lo que se podría estar preparando una bomba de efectos retardados de consecuencias devastadoras. “Solo hay que pensar en la fatal combinación entre la cantidad de jóvenes que debido al enorme paro se concentran en las calles y la disponibilidad de cocaína, que es la mayor del mundo”, apunta el sociólogo.

Y añade que, “por ahora, el sufrimiento social no ha emergido del todo, aunque en los barrios empobrecidos ya se empieza a notar”. Sin embargo, “cuando los indicadores económicos generales presenten alguna mejoría, aquellos que noten que sus condiciones vitales no terminan de despegar, sentirán una gran frustración y el malestar irá en aumento”, advierte.

La moralista Dolors Oller, por su parte, hace hincapié en la gran paradoja de nuestros días: “Hemos construido sociedades ávidas de consumir cosas, saturadas pero, a la vez, vacías de sentido”. Y apunta: “Todo ello afecta a nuestra manera de vivir, de sentir, de comunicarnos”, por lo que “urge un cambio de rumbo y deshacer mucho de lo que hemos construido y que nos ha llevado a un callejón sin salida”. Pero matiza: “No podemos ser esclavos del pasado en la búsqueda de soluciones para las problemáticas actuales…”. Por ello, propone vivir la crisis “como un kairós, como un momento oportuno en el que, de repente, se abren nuevos horizontes y posibilidades”.

Pérdida de valores

“La sociedad que salga de esta crisis no será la misma que la que comenzó la andadura del nuevo siglo”, afirma Miguel Laparra. Hay quien ve una clara intencionalidad política en la gestión actual de la crisis. La profesora de Derecho del Trabajo y Seguridad Social en la Universidad Complutense de Madrid, Tebelia Huertas, por ejemplo, afirma que el objetivo es “cambiar nuestro modelo social hacia una sociedad más empobrecida, tanto en salarios como en la atención a derechos fundamentales como la educación y la salud”.

“Hemos construido sociedades ávidas de consumir cosas,
saturadas pero, a la vez, vacías de sentido.
Urge un cambio de rumbo y deshacer
mucho de lo que hemos construido
y que nos ha llevado a un callejón sin salida”.

Dolors Oller, moralista.

Y se pregunta si en este camino no se perderán valores democráticos esenciales: “¿Cuándo habremos llegado a ser lo suficiente pobres y lo suficientemente competitivos?, ¿quiénes y con qué reglas van a definir ese momento?”. Para ella, “la reciente sentencia del Tribunal Constitucional portugués es buena muestra del dilema actual. No es posible que en estados democráticos se tomen decisiones que afectan así a los ciudadanos como si las constituciones e instituciones democráticas no existieran”.

En cambio, Amando de Miguel advierte que hemos construido un Estado del Bienestar que “no nos podemos permitir, no mientras no aumente la productividad. Desgraciadamente no hay en el horizonte nuevos inventos de la talla de los que dieron paso al Renacimiento… Se habla de revolución tecnológica, cuando no es más que cambios técnicos…”. manifestación de grupo de personas protestando contra los recortes de la crisis

Para Laparra, existe el riesgo de “alejarnos del modelo social europeo, de construir una Unión Europea fracturada”. Forzando las comparaciones, dice que “estamos más cerca de la España de los años 50 que de la que convergía económica y socialmente con Europa”, hasta el punto de que nos acercamos más al “modelo de América Latina”. Si no se hace nada para evitar que las tasas de pobreza y de desigualdad sigan aumentando, nos encontraremos con “una sociedad herida por la gran fractura social, con un sistema político inestable y radicalizado, como el de la Italia actual, donde la convivencia será aún más difícil de organizar, donde el lugar de cada cual en la sociedad dependerá mucho más que ahora de su nivel de renta”, asegura el profesor.

Pero hay esperanza, piensa Laparra: “Hay capacidad de respuesta; no es cierto que lo que está pasando sea inevitable y que no haya margen de maniobra desde la política y la economía. Deberíamos ganar margen en el nivel macro que es la Unión Europea; reordenar el gasto disponible del Estado y las comunidades autónomas, porque no podemos seguir teniendo la atención social menos eficiente; y reformar las relaciones laborales para logar que los ajustes no signifiquen más destrucción de empleo”.

A Fernando Vidal se le antoja imprescindible “redescubrir los grandes valores, multiplicar las redes, sean familiares, eclesiales, sociales o digitales, y recrear las instituciones”. “La cohesión social se convertirá en breve en el principal problema sistémico para un desarrollo económico equilibrado en el futuro”, opina Laparra. “La historia juzgará a aquellos que, pudiendo ir en otra dirección, nos están llevando a este laberinto sin salida”, avisa.

En el nº 2.846 de Vida Nueva.

 

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