‘Ayer no termina nunca’: promesas y pérdidas

Ayer no termina nunca, película

Ayer no termina nunca, película

J. L. CELADA | Hay una línea muy fina entre lo pretencioso y lo poético, una frontera tenue y resbaladiza por la que Isabel Coixet casi siempre se ha movido con destreza y evidente arrojo. Basta repasar algunos títulos de su filmografía: Cosas que nunca te dije, Mi vida sin mí, La vida secreta de las palabras… Y el de su último trabajo, Ayer no termina nunca, no les va a la zaga.

¿Qué esconde esta bella, enigmática y –por qué no decirlo– rebuscada sentencia? Un nuevo ejercicio de la realizadora catalana, más personal incluso que los anteriores, sobre la (in)capacidad humana de administrar los sentimientos y los recuerdos a lo largo de la vida. También las promesas incumplidas y lo que se fue quedando por el camino.

De todo ello y mucho más nos habla este teatral pulso interpretativo entre Candela Peña y Javier Cámara (sencillamente sublimes), una pareja que se reencuentra en un futuro cercano, cinco años después de que él se fuera de casa para no volver. Desde entonces, la crisis que viene atravesando el país ha ido dejando una ciudadanía cada vez más pobre (paro), más humillada (desahucios) y más harta (corrupción), denuncia que aquí se hace muy presente. Porque, si bien los hechos se sitúan en la Barcelona de 2017, no hay ciencia ficción que valga, sino solo la cruda realidad como telón de fondo.

El apocalíptico escenario donde se citan los protagonistas –un cementerio sobre el que pende la amenaza de la expropiación, para construir un megacasino– reforzará esa idea que ya la película presagia desde su gestación: Ayer no termina nunca. Una advertencia que Coixet se empeña en subrayar apelando a todos los recursos de los que dispone: la música, la iluminación (ora mortecina, ora cegadora), la planificación (con ciertos encuadres tan imposibles como inútiles) y, por supuesto, los diálogos.Ayer no termina nunca, película

Como “arrojados por el mar” (una de las muchas metáforas con que se despacha el guión), durante un intenso intercambio verbal salpicado de pensamientos en blanco y negro a menudo un tanto impostados, estos dos náufragos se entregan al cruel desafío de compartir sus miserias, de arrojarse reproches, de intercambiar puntos de vista muy alejados acerca de la ausencia de un ser querido, del derecho a sentir dolor o la conveniencia de pasar página, de esas cosas estúpidas que se recuerdan y de tantas otras esenciales que se olvidan…

Allí, zarandeados por el viento o la lluvia –a modo de termómetro de sus estados de ánimo–, ríen, lloran y hablan de compromisos rotos y de pérdidas irreparables: las propias, las ajenas y las comunes.

¿Por dónde pasa la reconciliación/redención de estos personajes? La directora no tiene la respuesta, pero sí el suficiente atrevimiento –y hasta la arrogancia– para mostrarnos cuáles son los resortes que siguen despertando en el espectador todo un caudal de emociones. Sin que eso suponga renunciar a sacarle los colores a un sistema que no se lo pone fácil. Ni a ellos ni al cine.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Ayer no termina nunca.

GUIÓN Y DIRECCIÓN: Isabel Coixet.

FOTOGRAFÍA: Jordi Azategui.

MÚSICA: Alfonso Vilallonga.

PRODUCCIÓN: Isabel Coixet, Adolfo Blanco.

INTÉRPRETES: Javier Cámara, Candela Peña.

En el nº 2.846 de Vida Nueva.

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