Aquí las detonaciones son de amor

La Iglesia colombiana se vuelca en la atención a las víctimas de las minas antipersona

proyecto de la Iglesia en Colombia de atención a víctimas de mina antipersona

Aquí las detonaciones son de amor [extracto]

ÓSCAR ELIZALDE. Fotos: SNPS | Se calcula que en el mundo, cada año, hay más de 4.000 víctimas de minas antipersona que fallecen o, en el mejor de los casos, resultan heridas, pierden alguna parte de su cuerpo y cargan de por vida con las secuelas de las acciones de los violentos que desvanecieron sus sueños y truncaron múltiples posibilidades de desarrollo integral y crecimiento humano.

En Colombia, el tercer país con la tasa anual de víctimas más alta y uno de los 161 que ha suscrito el Tratado de Ottawa para la Prohibición de Minas (1997), la guerra ha dejado, en los últimos 22 años, 10.201 víctimas de minas, de las cuales el 38% son civiles y el 10% son niños.

El drama es del tamaño de todo un país: “Hasta 31 de los 32 departamentos del país han presentado algún evento relacionado con las minas antipersona, conscientes de que siguen presentando un riesgo para nuestra gente”, afirma la Fundación Arcángeles, una de las promotoras de la campaña Remángate. De acuerdo con la Mesa de Desplazamiento y Discapacidad, “el 50% –de las minas terrestres y los restos de explosivos de guerra– han sido registrados en Antioquia, Bolívar, Caquetá, Meta y Santander.

Fue hace dos años cuando nació Remángate, una iniciativa de la sociedad civil colombiana para sensibilizar a la población sobre el problema y la amenaza permanente que las minas representan en el país. Se trató de un sencillo pero brillante gesto simbólico: con motivo del Día Internacional para la Sensibilización contra las Minas Antipersona, que se celebra cada 4 de abril, los ciudadanos se remangaron una bota del pantalón, mientras desarrollaban sus rutinas, para gritar: “No más minas antipersona”.

Trasciende fronteras

En 2012, la campaña trascendió fronteras. La Campaña Internacional para la Prohibición de las Minas Antipersona de la ONU hizo que, efectivamente, 74 países de todo el mundo “se remangaran” por la causa. Lo mismo hicieron numerosos líderes políticos y celebridades, como el cantante Juanes y el futbolista Iker Casillas.

Este año, la campaña estuvo acompañada de múltiples actos conmemorativos en diversas latitudes, como Alemania, Burundi, Turquía, Bosnia-Herzegovina o Vietnam. No obstante, aunque Remángate se ha convertido en una acción global, 36 países aún no han firmado el Tratado para la Prohibición de Minas, entre ellos los Estados Unidos, China, Rusia, India, Emiratos Árabes y Corea del Sur.

Sensible a esta realidad, la Iglesia no se mantiene al margen. Así, el Secretariado Nacional de Pastoral Social (SNPS) de la Conferencia Episcopal de Colombia exhortó recientemente a la sociedad a no olvidar la realidad que afrontan las víctimas y sus familias: “Las secuelas que dejan las minas antipersona en las víctimas son atroces, y es lamentable que más de 1.000 niños y niñas en Colombia deban enfrentar el futuro con daños psicológicos y afectaciones irreversibles en sus cuerpos”.proyecto de la Iglesia en Colombia de atención a víctimas de mina antipersona

En su mensaje, Héctor Fabio Henao, director del SNPS, hizo un llamado a todos los actores sociales involucrados, comenzando por las víctimas, sus familias y sus comunidades, a quienes expresó toda su solidaridad: “Deseamos que en cada persona emerja la fuerza del Espíritu, que vea renovadas sus fuerzas y pueda avanzar a procesos de empoderamiento personal y comunitario que le permitan reconocerse en su dignidad como sujeto de derecho”.

Al Estado le recordó su compromiso de acompañar y reparar integralmente a las víctimas, con todo lo que ello implica: “Reparar significa acompañar en la reconstrucción de los proyectos de vida de las víctimas, sin abandonarlas”. En este sentido, el director del SNPS también reclamó una “mayor formación y sensibilidad de todos los funcionarios públicos que tienen que ver con la atención a los procesos de las víctimas”.

A los poseedores de armas, Henao los animó a ser “instrumentos de paz”, invitándolos “a la reconciliación, a buscar otros caminos, a que vean la vida como un don sagrado que Dios nos regala”. A las organizaciones de la sociedad civil les manifestó su reconocimiento “por los esfuerzos que realizan por la paz”.

Detrás de las palabras del director del SNPS, permanece un clamor eclesial sobre la prevención y la atención a las víctimas, con pertinencia profética y caridad evangélica. En esta perspectiva se ubica el proyecto Educación en el riesgo, a cargo de Municiones Sin Explotar (MUSE), que lidera el propio SNPS con el objeto de acompañar a las comunidades en riesgo, educando y promocionando la adopción de medidas de seguridad y de una cultura de paz para la protección de la vida. Su lema lo dice todo: Comunidad prevenida, cuida la vida.

El mismo Henao explica que el proyecto tiene varias estrategias: “Por una parte, educar para prevenir que el número de las víctimas aumente, a través de una pedagogía especial para que entendamos, desde la infancia hasta el último momento de la vida, la manera como tenemos que relacionarnos con la naturaleza en una situación de particular dificultad. Por otra parte, el programa ayuda a entender cómo las comunidades tenemos que salir al encuentro de las personas que han vivido en carne propia el efecto de estas situaciones”.

Con ayuda exterior

Educación en el riesgo se desarrolla en cinco departamentos del sur del país: Meta, Caquetá, Putumayo, Cauca y Nariño. No se limita a la atención de las víctimas y a la prevención de las comunidades, sino que también incide en sus derechos, procurando garantizar su sostenibilidad económica y la de sus familias.

A través de esta iniciativa, que cuenta con el apoyo solidario de Cáritas Alemania así como del Ministerio de Cooperación germano, el SNPS brinda acompañamiento psicosocial, jurídico, productivo y de asesoría. El año pasado, 204 víctimas y sus familias, en 33 comunidades, recibieron esta atención.

Asimismo, se entregaron ayudas humanitarias directas a 144 víctimas. De cara al futuro, se espera estrechar lazos de comunión con otros organismos de la sociedad civil y del gobierno nacional, a fin de multiplicar eficazmente los esfuerzos que se están realizando.proyecto de la Iglesia en Colombia de atención a víctimas de mina antipersona

“Acompañar a los más necesitados es la opción del SNPS”, asegura Rosa Palacios, promotora local. Una mujer comprometida en esta causa, que concluye apelando a la necesidad del proyecto en la vida de los más desfavorecidos: “Las víctimas son las más marginadas, las más pobres y las más necesitadas. Son afros, indígenas y campesinos que transitan de un territorio a otro para buscar un sustento para sus familias. Por eso, son ellos los que caen en las minas”.

El horror en primera persona

Por su interés, reproducimos el testimonio de un joven campesino víctima de una mina antipersona en Samaniego, en el departamento de Nariño: “Mi accidente fue el 10 de febrero de 2009. Me encontraba trabajando en una zona montañosa y, cuando regresaba a casa, con un compañero que iba adelante, al pasar junto a un palo de guayaba grande, de repente sentí como un golpe en todo el pecho y en la cara, que me elevaba por los aires. Lo último que alcancé a mirar fue un manchón de varios colores, porque se me iba la vista. Estaba muy asustado, pues no sabía qué me había pasado. Después, sentí una angustia enorme al darme cuenta de que mi cara estaba desfigurada y no podía ver. Eso era lo que más me desesperaba. Mi compañero estaba más arriba y también gritaba. Yo le pregunté: ‘¿Qué pasó?’, y él me respondió: ‘¡Fue una mina, activamos una mina!’.

Al llegar al hospital, el encuentro con mi madre fue muy duro. Para ella fue muy difícil verme desfigurado. El retinólogo me revisó y me dijo que no había ninguna parte en el mundo donde me pudieran devolver la vista. Llegué a pensar que mejor que me hubiera muerto. Sentía que no era útil a mi familia y que, por el contrario, siempre sería un obstáculo. Me sentía decaído, con la autoestima por el suelo.

Después, gracias a Dios, tuve el apoyo de Pastoral Social. Más aún, Pastoral Social vino a mí. Me prestaron ayuda psicológica, jurídica y también me adjudicaron proyectos productivos para continuar mi vida y aportar económicamente a mi familia. He podido continuar mi vida”.

En el nº 2.846 de Vida Nueva.

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