Roma y Canterbury: mirando al futuro (Francisco y Justino)

papa Francisco y Justin Welby primado de Canterbury

papa Francisco y Justin Welby primado de Canterbury

CARLOS MARTÍNEZ OLIVERAS, CMF, Universidad Pontificia Comillas | El jueves 21 de marzo asistimos al inicio del ministerio público del nuevo arzobispo de Canterbury, Dr. Justin Welby. La Providencia quiso que fuera dos días después de la celebración de la inauguración del ministerio petrino del papa Francisco.

El intercambio de saludos expresó un deseo sincero de continuar caminando y trabajando juntos en favor de la unidad y el testimonio del Evangelio. El nuevo obispo de Roma recibía el palio y el anillo del Pescador, símbolos eminentemente pastorales.

Por su parte, el primado anglicano era instalado en las dos sedes de la catedral de Canterbury: la diocesana (la sede más antigua de la Church of England) y la de san Agustín (la sede primada de Inglaterra y símbolo del liderazgo espiritual de toda la Comunión Anglicana, el mismo lugar donde, en 1170, santo Thomas Becket derramó su sangre por defender los principios y la libertad de la Iglesia).

Feliz coincidencia de dos hombres que asumían en el mismo momento la responsabilidad más alta de su vida: la trascendental misión de guiar al pueblo de Dios a ellos encomendado, quedando a salvo las sustanciales diferencias eclesiológicas y jurídicas entre el sucesor de Pedro y el primado anglicano.

Para la Iglesia católica, la Comunión Anglicana ocupa “un lugar especial” entre las comunidades surgidas en el siglo XVI (UR 13). El extraordinario fruto de cuarenta y cinco años de diálogo ecuménico ha cristalizado en un mejor conocimiento mutuo, la consolidación de buenas relaciones personales, una importante biblioteca de documentos teológicos y un sinfín de colaboraciones y testimonios locales.

Desgraciadamente, Roma y Canterbury no atraviesan el mejor momento en sus relaciones. Las decisiones tomadas en 2003 por la Iglesia Episcopal de los Estados Unidos de ordenar un obispo homosexual y permitir un rito de bendición para parejas del mismo sexo ha comportado casi un cisma de facto dentro de la Comunión Anglicana. Ante esta situación, las relaciones con la Iglesia católica se han enfriado notablemente.

A la espera del primer encuentro entre
el papa Francisco y el arzobispo Welby,
sobre el que ambos se han manifestado de modo favorable,
el futuro de las relaciones ha de seguir marcado
desde dos claves: la comunión y la misión evangelizadora.

En un gesto de honestidad ecuménica, en 2009, el papa Benedicto XVI publicaba la constitución apostólica Anglicanorum coetibus. Con esa medida, abría la puerta a aquellos pastores y fieles anglicanos que lo desearan, para entrar en plena comunión con Roma manteniendo su patrimonio litúrgico y espiritual.

En el año 2010, la Comunión Anglicana redactó definitivamente un Pacto para que las provincias lo pudieran suscribir y posibilitar así “el más alto nivel de comunión posible”. Aunque algunas respuestas han sido positivas, no ha alcanzado la unanimidad deseada. A ello se ha unido la decisión de la Iglesia de Inglaterra de caminar hacia la ordenación episcopal de las mujeres, frenada momentáneamente en 2012 por los votos de los laicos.

Actualmente, se está desarrollando una nueva fase de diálogo anglicano-católico (ARCIC III), en la que se quiere profundizar en dos cuestiones: la Iglesia como comunión local y universal, y el discernimiento de la enseñanza en cuestiones éticas.

Comunión y misión

La cátedra de san Agustín es la sede primada de la Iglesia de Inglaterra. En la figura de san Agustín de Canterbury anglicanos y católicos (también ortodoxos) se reconocen en las claves de la comunión (con Roma) y la misión evangelizadora, tan necesaria para nuestros días.

A la espera del primer encuentro entre el papa Francisco y el arzobispo Welby, sobre el que ambos se han manifestado de modo favorable, el futuro de las relaciones habrá de seguir marcado desde ambas claves. La secularización afecta también de lleno a todo el mundo anglicano. Por lo tanto, se hará imprescindible un testimonio conjunto cada vez más visible que pueda ser evangelizador en tantos lugares del mundo; por su parte, continuar en el irreversible camino del ecumenismo hacia la búsqueda de la unidad de los discípulos de Cristo es un imperativo que, a pesar de las dificultades, nunca podrá ser abandonado.

Si el nombre lleva implícito una misión, las de estos dos pastores no serán pequeñas. El papa Bergoglio asumía el nombre del poverello di Assissi recordando su solidaridad con los pobres y evocando una cierta renovación eclesial.

El nombre del arzobispo Welby rememora al mártir san Justino (siglo II), cuyo texto más famoso remite a la celebración de la eucaristía de los primeros cristianos y, por lo tanto, a la comunión eclesial. Hacer honor a sus respectivos nombres será tarea bien ardua, pero siempre confiada en el Señor.

En el nº 2.843 de Vida Nueva.

ESPECIAL: Papa Francisco

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