Editorial

Una Pascua para la renovación eclesial

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EDITORIAL VIDA NUEVA | Una nueva Pascua, un nuevo tiempo para la Iglesia, una nueva oportunidad para mirar con amplitud todo lo que es Vida y para inyectarla en las venas de la humanidad dolorida. Es la Pascua un vendaval de luz, de gozo, de valentía, de paz y de libertad. Y a la Iglesia, por esencia, le corresponde acercarse a un mundo que sufre para ofrecerle ese raudal vivo que supone la fuerza de la Pascua.

Una Pascua por dentro. Un tiempo para que la Iglesia, renovada en las aguas del Bautismo, siente la fuerza del Cristo que vence a la Muerte y a su grupo de cómplices, como la violencia, la injusticia y la mentira. Puede la Iglesia misma seguir remozándose en ese estilo de Jesús, cambiando viejos esquemas y ensanchando el corazón a un amor sin medida.

La Pascua en la Iglesia viene a hacerlo todo nuevo y a abrir cauces para la auténtica comunión, para un diseño de fraternidad que se afiance en gestos y palabras. Es la hora de una Pascua que vaya más allá de las palabras y que devuelva la credibilidad a una Iglesia que, en los últimos años, ha ido perdiendo fuerza. Remozarse en el tiempo pascual para seguir siendo referencia de verdad, de justicia y de amor.

Y una Pascua hacia afuera. Es la otra dimensión pascual, la que hace que el gozo se expanda a los no creyentes, a quienes no han conocido este Misterio. La razón de nuestras actuaciones está en la fuerza de la Resurrección y toda la confianza nace de la contemplación del sepulcro vacío.

No somos seguidores los cristianos de un Cristo muerto. El sepulcro está vacío. No somos seguidores de una ideología que cuajó en la historia, sino de una Vida que sigue corriendo a raudales en el testimonio de los cristianos. No somos los cristianos hijos de la muerte, sino de la Vida y es esto lo que se ha de transmitir en una Iglesia situada en medio del mundo con una presencia muy testimonial en la geografía del dolor y de la pobreza.

Esta Pascua está siendo vivida
con alegre sorpresa en la Iglesia.
La elección del nuevo papa Francisco
han puesto a la Iglesia y al mundo a reflexionar.

Son esos lugares los que limpian su verdad, contra los negros nubarrones de los pecados y de los escándalos. La Iglesia vive su primavera pascual en la geografía del dolor, en donde tantos hermanos sufren y en donde tantos otros se acercan a sus llagas para curarlas.

Esta Pascua está siendo vivida con alegre sorpresa en la Iglesia. La elección del nuevo papa Francisco, el caudal de gestos sencillos, su cercanía al dolor y su alegría desbordante, han puesto a la Iglesia y al mundo a reflexionar. Como si Benedicto XVI hubiera medido los tiempos de su renuncia para que lo primero que hiciera su sucesor fuera comenzar con la Pascua, que de alguna manera es un reiniciar la vida.

El torrente de gestos deslumbra incluso a los no creyentes y una esperanza contenida para que las reformas sean más profundas, alberga el corazón de los cristianos, unos eufóricos y otros aún extrañados y silenciosamente preocupados.

Hace falta ahora seguir confiando en la fuerza del Resucitado, que no deja a su Iglesia, sino que se vale de los instrumentos humanos, para restaurarla, vivificarla y renovarla en esta nueva Pascua. Es tiempo de gozo, de esperanza y de mucha claridad para poder seguir ayudando a que la Iglesia recupere su fuerza pascual hoy.

En el nº 2.842 de Vida Nueva. Del 6 al 12 de abril de 2013.

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