Hna. Mirta Vissani

“Dios y los pobres están en todas partes y eso me basta”

 

Hna-Mirta

“Después de 13 años fuera de mi país había regresado a Argentina donde me encontraba viviendo una experiencia extraordinaria de trabajo en equipo. Era la presidenta de la Asociación Civil Santa Juana Antida, que trabaja con niños y niñas en situación de riesgo social, en un barrio muy pobre del gran Buenos Aires, ofreciéndoles una educación alternativa”. Con estas palabras describe la Hna. Mirta Noemí Vissani por dónde transitaba su vida en el momento que le propusieron vincularse a la Secretaría General de la CLAR en Bogotá, como Secretaria Adjunta.

A su llegada a Colombia, a mediados de enero, y después de unas semanas al frente de su nueva misión, manifiesta que su primera impresión ha sido muy positiva: “siempre he admirado la labor que la CLAR realiza por la Vida Consagrada del continente. Siento que es una artesana de la memoria del camino realizado, de los desafíos que la realidad presenta, del llamado que como Vida Consagrada sentimos: pasión por Cristo y pasión por la humanidad”.

Su percepción de la CLAR bien podría ser también la síntesis de sus 25 años de religiosa, como Hermana de la Caridad de Santa Juana Antida Thouret. “Me apasionó su carisma: amar a Jesucristo, amar y servir a los pobres que son sus miembros, manifestándoles la ternura del Dios Padre y Madre”.

Con los pobres

Además de su formación religiosa, la Hna. Mirta es técnica agrónoma y maestra. En su Curriculum Vitae se registran valiosas experiencias al servicio del Reino, fundamentalmente al lado de los más pobres y desheredados. En Paraguay trabajó en la formación de la comunidad de uno de los grandes asentamientos de familias que llegaban del campo. De ahí fue enviada a iniciar una comunidad en Brasil, donde, según expresa, “tuve una experiencia de Iglesia comprometida con el pobre y con las Comunidades Eclesiales de Base (CEB) que me marcó profundamente. Allí pude profundizar en la Biblia como respuesta de esperanza al pueblo sufrido”. Con el tiempo descubrió que el trabajo con las CEB fortaleció su consagración: “trabajar con laicos y laicas enriqueció mi identidad de religiosa”. Particularmente manifiesta su gratitud a Dios por el trabajo realizado con las mujeres: “juntas buscábamos transformarnos, ya sea en la familia, en la sociedad, o en la iglesia, en ‘sujetos’ de nuestro destino, es decir, en personas libres”.

De Brasil pasó a Bolivia, a una zona rural en Potosí. “Este cambio me costó un poco, era una realidad totalmente diferente”. Allí su misión se enfocó hacia los niños y las niñas, inculturando la Palabra de Dios en la historia de los pueblos originarios de esta región. “Con algunos catequistas hicimos un trabajo muy interesante entre Biblia y cultura quechua. Verdaderamente me impresionó la  pobreza de la gente y a la vez la inmensa riqueza de esa cultura ancestral. Es una ‘voz profética’ que ha resistido siglos de opresión y que se está haciendo oír lentamente”.

De su trabajo reciente en Buenos Aires, con la Asociación Civil que lleva el nombre de su fundadora y coordinando la pastoral de la capilla en el barrio donde vivía, destaca que creció mucho acompañando a los catequistas y a las mamás que participaban en las actividades pastorales. “Sencillamente éramos mujeres cristianas que queríamos vivir el Evangelio en el día a día, con sus luces y desafíos, buscando leer la realidad desde la fe y a la luz de la Palabra”.

Familias, niños y niñas, mujeres, comunidades asentadas, catequistas, pueblos originarios… Ellos y ellas están en el corazón de la Hna. Mirta porque han hecho posible la primacía de Dios en su vida y la fuerza humanizadora del Evangelio que ayuda a mirar la realidad desde el corazón mismo de Dios y a responder a través de un servicio concreto. Ese seguirá siendo su proyecto para los próximos años en la Secretaría Adjunta de la CLAR. Particularmente se siente atraída por la reflexión teológica de la CLAR, ya que considera que “nutre de nueva vitalidad a la Vida Consagrada de América Latina, y ayuda a renovar el vigor y la entrega de cada discípulo/a de Jesucristo, para que nuestro pueblo en Él tenga vida y la tenga en abundancia”.

Tiene claro que su único deseo es “servir a Dios y a su Reino que ya está en medio nuestro”. Por eso, concluye: “he dejado mi país, mi comunidad, porque además de creer en la Patria Grande, sentí un llamado de Dios, y cuando Dios llama Él nos da lo necesario. Dios y los pobres están en todas partes y eso me basta. Por eso, desde mi pequeñez le digo: Señor dame lo que me pides y pídeme lo que quieras”.

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