Los pobres como programa de gobierno de Francisco

El nuevo Papa se ha ganado la simpatía generalizada por su sencillez y cercanía

rito obediencia cardenales al papa Francisco misa de inicio del pontificado

Rito de obediencia durante la misa de inicio del pontificado

Los pobres como programa de gobierno de Francisco [extracto]

ANTONIO PELAYO. ROMA | El pontificado del 266º sucesor del apóstol Pedro no ha podido iniciarse mejor. En muy pocos días, Jorge Mario Bergoglio, un desconocido hasta ahora para el gran público, ha pasado a ocupar los primerísimos planos de la actualidad y se ha visto rodeado de una simpatía generalizada sin excepciones relevantes. Y este éxito se ha conseguido, además, sin poner en marcha ninguna operación especial de marketing ni de relaciones públicas a escala mundial. Le ha bastado mostrarse como es: sereno, cercano, bonachón, espiritual.

El papa Francisco dio comienzo oficialmente a su ministerio petrino de obispo de Roma el 19 de marzo de 2013, solemnidad de san José, esposo de la Virgen María y patrón de la Iglesia universal. Han quedado atrás las arcaicas denominaciones de esta ceremonia, como las de entronización o coronación, para centrarse en lo fundamental, que es la sucesión apostólica.

Elegido por los cardenales el 13 de marzo, y aceptada su misión, el Papa quedó ya investido automáticamente de todos sus poderes y títulos. No necesitaba ningún trámite más para entrar plenamente en funciones, pero la ceremonia celebrada en la Plaza de San Pedro visualizó esa transformación de su persona y la comunicó al mundo.

Por fortuna, después de una semana de tiempo verdaderamente inclemente –frío y lluvia sin parar–, el 19 amaneció con cielo azul, sol radiante y buena temperatura. Datos metereológicos que agradecieron mucho algunos profesionales de la información y los más madrugadores de los peregrinos, que, a partir de las tres y media de la mañana, ya se pusieron a la cola para ocupar las posiciones más estratégicas. La plaza quedó abierta a las cinco y media y en pocas horas ya estaba llena.

papa Francisco entrega del anillo del pescador misa inicio del Pontificado 19 marzo 2013

Entrega del anillo del pescador

A propósito de cifras, volvió a suceder lo de otras veces: algunas fuentes, sin ton ni son, aventuraron que estarían presentes un millón de personas. No se llegó a esa cifra, ni siquiera a su mitad, y el dato más verosímil es que asistieron a la ceremonia unas 250.000 personas; cifra que, tratándose de un día laboral, es ya muy alta.

En todo caso, todo el mundo tuvo ocasión de verle de cerca, porque lo primero que hizo el nuevo papa fue recorrer en un jeep descubierto toda la plaza, sin dejar un rincón. Así, pudo verificar el entusiasmo de los presentes, que le vitoreaban, aplaudían, agitaban pañuelos o hacían ondear banderas de todos los colores, con neto dominio de la azul y blanca de la Argentina. Besó a varios niños de corta edad que le acercaron los hombres de la seguridad y, en un momento, mandó detener el coche y se bajó para abrazar a un discapacitado.

Una vez revestido con los ornamentos litúrgicos –más sobrios que los que habitualmente le colocaban a Joseph Ratzinger–, el Pontífice descendió al sepulcro de san Pedro acompañado por los patriarcas de las Iglesias orientales y dos diáconos, que recogieron el palio y el anillo del pescador. En procesión y acompañado por los cardenales, patriarcas y arzobispos mayores de las Iglesias católicas orientales, así como por otros concelebrantes (entre ellos, los españoles padre Adolfo Nicolás, prepósito general de la Compañía de Jesús, y el ministro general de los Franciscanos, fray José Rodríguez Carballo), el papa Francisco hizo su ingreso en la Plaza de San Pedro acompañado por el canto de los Laudes Regiae y las letanías de los santos.

Delegaciones y autoridades extranjeras

A la derecha del altar papal, habían sido colocadas las delegaciones oficiales de los Gobiernos, encabezadas por las de Argentina, con la presidenta Cristina Fernández de Kirchner; y la de Italia, con el presidente Giorgio Napolitano. Les seguían los soberanos reinantes: los reyes Alberto y Paola de Bélgica (de blanco, como permite el protocolo vaticano a las reinas de los países católicos); los grandes duques de Luxemburgo; el príncipe Alberto de Mónaco, con su esposa; el gran maestre de la Orden de Malta, príncipe Andrew Festing; y el copríncipe de Andorra, el arzobispo de Urgell, Joan Enric Vives.

recepción en la embajada española ante la Santa Sede antes de la misa inicio pontificado

La delegación española, en un acto en la Embajada

La delegación española la componían los príncipes de Asturias, Felipe y Letizia; el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y su esposa; así como los ministros de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo; Interior, Jorge Fernández Díaz; y Justicia, Alberto Ruiz Gallardón.

Entre las personalidades políticas extranjeras, destacaban el vicepresidente de los Estados Unidos, Joe Biden; la canciller alemana, Angela Merkel; la presidenta brasileña, Dilma Roussef; su colega mexicano, Enrique Peña; los príncipes herederos de Holanda, Guillermo y Máxima; así como el impresentable Robert Mugabe, presidente de Zimbabwe. Estaban representados en total 132 países; más de 30 de ellos, por sus respectivos jefes de Estado.

El patriarca ecuménico de Constantinopla, Su Santidad Bartolomé I, era la más alta dignidad cristiana presente en la ceremonia. Mientras, el Patriarcado de Moscú se hizo representar por su número dos, Su Eminencia el metropolita Hilarión; la Iglesia Apostólica Armenia, por el catholicos patriarca Karekin II; la Comunión Anglicana, por Su Gracia el arzobispo John Sentamu; el Concilio Ecuménico de las Iglesias, por su secretario, Olav Fykse Tveit; y la Comunidad de Taizé, por el hermano Alois Löser.

El Gran Rabino de Roma, Riccardo Di Segni, estuvo acompañado por altos representantes del Rabinato de Israel, el Congreso Judío Mundial y el Comité Judío Internacional para las Consultas Interreligiosas. Baja en número y por la cualificación de sus miembros, la representación musulmana (con los Gran Muftí de Serbia y Bulgaria), y notable, sin embargo, la de budistas, sijs, jainitas e hindúes.papa Francisco en la misa de inicio del pontificado

Imposición del palio y entrega del anillo

Antes de que comenzase la misa, tuvieron lugar los ritos específicos del inicio del pontificado: el cardenal protodiácono, Jean Louis Tauran, impuso al Pontífice el palio; ceremonia que concluyó con una oración a cargo del cardenal protopresbítero, Godfried Danneels.

Inmediatamente después, el decano del Colegio cardenalicio, Angelo Sodano, entregó el llamado anillo del pescador, que representa a Pedro con las llaves del Reino, y que ha sido realizado en plata bañada en oro por el joyero Enrico Manfrini.

Seis cardenales, en representación de todos sus pares, prestaron de nuevo obediencia al Papa: Tarcisio Bertone, Giovanni B. Re, Joachim Meisner, Jozef Tomko, Renato R. Martino y Francisco Marchisano, mientras la Capilla Sixtina cantaba el Tu es Petrus.

Homilía programática

Había curiosidad por conocer la homilía que muchos consideran como exposición programática del pontificado. Lo fueron, desde luego, la de Juan Pablo II, en 1978, con su célebre “¡No tengáis miedo!”, y la de Benedicto XVI, en 2005, que recordó que “mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad o perseguir mis ideas, sino ponerme a la escucha, con toda la Iglesia, de la palabra y de la voluntad del Señor”.papa Francisco homilía en la misa de inicio del pontificado

Al comienzo de su homilía, el Santo Padre recordó que era, además de la solemnidad de san José, el onomástico de su “venerado predecesor”, Joseph Ratzinger, del que se afirmó “cercano con la oración, llena de afecto y gratitud”; frase que fue subrayada por los aplausos de la multitud y que sin duda emocionaría al Papa emérito, que seguía desde Castel Gandolfo la misa inaugural del ministerio de su sucesor. [Homilía íntegra]

De san José destacó su misión como custodio de María y Jesús. “Pero –subrayó– es una custodia que se alarga luego a la Iglesia”. Misión que el padre putativo del Señor ejerció “con discreción, con humildad, en silencio, pero con una presencia constante y una fidelidad total, aun cuando no comprende”.

“Custodio –añadió más adelante– porque sabe escuchar a Dios, se deja guiar por su voluntad y por eso, precisamente, es más sensible aún a las personas que se le han confiado, sabe leer con realismo los acontecimientos, está atento a lo que le rodea y sabe tomar las decisiones más sensatas”.

Francisco extendió a todos los hombres, no solo a los cristianos, esa tarea: “Custodiar toda la Creación, la belleza de la Creación… es custodiar a la gente, el preocuparse por todos, por cada uno, con amor, especialmente por los niños, los ancianos, quienes son más frágiles y que a menudo se quedan en la periferia de nuestro corazón”.

“Quisiera pedir, por favor –recalcó–, a todos los que ocupan puestos de responsabilidad en el ámbito económico, político o social, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: seamos ‘custodios’ de la Creación, del designio de Dios inscrito en la naturaleza, guardianes del otro, del medio ambiente; no dejemos que los signos de destrucción y de muerte acompañen el camino de este mundo nuestro. Pero, para ‘custodiar’, también tenemos que cuidar de nosotros mismos. Recordemos que el odio, la envidia, la soberbia ensucian la vida. Custodiar quiere decir, entonces, vigilar sobre nuestros sentimientos, nuestro corazón, porque ahí es de donde salen las intenciones, buenas y malas, las que construyen y las que destruyen. No debemos tener miedo de la bondad, más aún, ni siquiera de la ternura”.

papa Francisco y Cristina Fernández de Kirchner presidenta de Argentina

Audiencia con la presidenta argentina, Cristina Fernández

Como si todas estas palabras no fuesen ya un “programa” de vida y de gobierno, Bergoglio quiso poner en evidencia con qué espíritu aborda su nueva misión: “Nunca olvidemos que el verdadero poder es el servicio y que también el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen en la Cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto y rico de fe de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, los más débiles, los más pequeños…También hoy, ante tantos cúmulos de cielo gris, hemos de ver la luz de la esperanza y dar nosotros mismos esperanza. Custodiar la Creación, cada hombre y cada mujer, con una mirada de ternura y de amor, es abrir un resquicio de luz en medio de tantas nubes, es llevar el calor de la esperanza”.

Finalizada la eucaristía, y ya dentro de la basílica, el Papa saludó de pie a todos y cada uno de los jefes de las delegaciones de los países. Con cada uno de ellos compartió unas palabras, un gesto de cordialidad, una cercanía nada artificial. Más de una hora duró este encuentro.

Encuentro ecuménico

Al día siguiente, miércoles 20, tuvo lugar en la Sala Clementina del Palacio Apostólico el saludo a los delegados fraternos de las Iglesias, comunidades eclesiales y organismos ecuménicos internacionales, así como a los representantes del pueblo judío y de las religiones no cristianas. En nombre de todos ellos, saludó al papa Francisco el patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I (que participaba por primera vez en la inauguración del ministerio universal del obispo de Roma).

papa Francisco saluda sonriente

Encuentro con los periodistas, el sábado 16 de marzo

“Por mi parte –afirmó ante sus oyentes Francisco–, deseo asegurar, tras las huellas de mis predecesores, la firme voluntad de proseguir en el camino del diálogo ecuménico”.

Dirigiéndose después a los judíos, prometió “proseguir con provecho el diálogo fraterno que el Vaticano II deseaba”; y, agradeciendo la presencia de los líderes musulmanes, interpretó esta como “signo tangible de la voluntad de crecer en la estima recíproca y en la cooperación para el bien común de la humanidad”.

Multitud de gestos intentos y cálidos

Así, finalizaba la semana que había comenzado el 13 de marzo con el anuncio del “¡Habemus Papam!”, y, en el curso de la cual, Francisco ya ha dado pruebas más que suficientes de su talante sencillo, directo, ignaciano en el discernimiento y franciscano en el desprecio de lo artificioso y opulento.

No tenemos espacio disponible para reseñar todos y cada uno de los momentos intensos y cálidos que ha protagonizado, pero no podemos renunciar a comentar el encuentro que quiso mantener con los miles de informadores que han cubierto el cónclave, su elección y los primeros días de su pontificado.

Fue el sábado 16 de marzo en el Aula Pablo VI, donde acudimos todos a las once de la mañana, acusando en nuestros rostros el cansancio de jornadas de intenso trabajo, pero gozosos. El Papa lo reconoció apenas comenzó a hablar, cuando nos dijo: “¡Habéis trabajado mucho, eh!”.

Luego nos exhortó a comunicar de forma prioritaria tres realidades: la verdad, la bondad y la belleza. A continuación, nos hizo esta confidencia sobre por qué escogió como nombre papal el de Francisco: “Durante la elección, yo tenía a mi lado al arzobispo emérito brasileño Cláudio Hummes, un gran amigo. Cuando la cosa se ponía un poco peligrosa, me confortaba. Cuando los votos subieron a los dos tercios, llegó el aplauso habitual, porque había sido elegido el Papa. Me abrazó, me besó y me dijo: ‘No te olvides de los pobres’. Y esa palabra entró aquí [señalándose el corazón]: los pobres, los pobres. Después, y en relación con los pobres, pensé enseguida en Francisco de Asís. También lo hice en las guerras, mientras proseguía el escrutinio, hasta los últimos votos. Y Francisco es el hombre de la paz. Y así ha venido el nombre a mi corazón: Francisco de Asís. Es para mí el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la Creación… ¡Ay, cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!”.

He repasado estos días más periódicos de los que habitualmente me traigo entre manos y puedo decir que, con contadísimas excepciones, el papa Francisco ha sido acogido con benevolencia y simpatía. ¿Cuánto durará? El tiempo nos lo dirá.

En el nº 2.841 de Vida Nueva.

 

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