El Papa que soñamos

Fray. Héctor Eduardo Lugo, ofm. Director del Departamento de Educación y Culturas de la Conferencia Episcopal de Colombia

A lo largo de estos últimos días, han sido muchos los diálogos y discusiones que hemos sostenido, en relación con el Papa que soñamos para la Iglesia Católica y para el mundo actual.

A medida que escuchaba opiniones y puntos de vista, iba precisando en mi mente y en mi corazón, algunos aspectos que pienso serían de vital importancia para nosotros, si el nuevo Pontífice nos los propusiera a los católicos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Quisiéramos que el Papa nos propusiera un nuevo camino, desde donde asumiéramos las verdaderas tradiciones de la Iglesia, pero abandonáramos los asfixiantes tradicionalismos.

Un Papa que nos enseñara que todos nosotros necesitamos acoger y entender la autoridad sin autoritarismos, para ser constructores de nuevos estilos de vida.

Deseamos un Papa que propenda por un mundo en diálogo, sin dogmatismos políticos, culturales, económicos y religiosos, para aprender el difícil arte de persuadir sin imponer.

Soñamos con un Papa de total cercanía con todos, pero sin protagonismos, enseñándonos la pedagogía del encuentro, la mirada y la escucha.

Queremos un Papa que continúe mostrándonos con serenidad pero con decisión, el camino de las Bienaventuranzas, de la belleza y de la felicidad.

Que nos enseñe que la Nueva Evangelización es el camino para la plena realización de la esencia de toda persona.

Un Papa compasivo que nos invite a estar siempre alegres con los que están alegres y a saber unirnos a las tristezas de aquellos que sufren en el alma o en el cuerpo.

Soñamos un Papa autónomo frente a ciertas políticas y propuestas de las grandes multinacionales y de otros poderosos organismos, que desprecian y aplastan la dignidad de los seres humanos.

Esperamos un Papa de profunda oración y de una arraigada escucha de la Palabra de Dios, para sacar de ellas, los delicados momentos de decisiones y determinaciones.

Queremos, por supuesto, un Pastor que nos contagie del amor y el seguimiento de Jesucristo; un Pastor que nos anime a proclamar el Evangelio en todas las direcciones, sin proselitismos.

En fin, un Papa sereno pero firme ante las dificultades.

Que nos muestre que la fe es más importante que los intereses personales.

Que nos enseñe desde el Evangelio que la libertad es más importante que el poder y que trabaje por la unidad de todos cristianos, de los alejados y de los indiferentes.

Que confíe más en la sabiduría del Espíritu Santo, que en sus propios conocimientos y que nos transmita la experiencia de vivir la gran alegría de seguir a Jesucristo.

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