¡Tú eres Pedro!

IGNACIO MADERA, SDS, ex secretario general de la CLAR |

Podemos caer en excesos al señalar cualidades, disposiciones y condiciones para el sucesor de Benedicto XVI. Y puede serlo por el riesgo de exaltarlas tanto que ya no hablemos de un ser humano, sino de una especie de divinidad anticipada, sin la frágil condición de todo mortal. Con profundo respeto, y sin mayores pretensiones, quiero soñar en el Pedro para esta hora de la historia.

Un papa que debería ser, ante todo, un hombre de este mundo, es decir, con una capacidad de comprender lo que está sucediendo en este tiempo, cómo es y no cómo idealmente quisiéramos imaginarlo. Ello supone una profunda sensibilidad ante los fenómenos y el certero sentido de la urgente necesidad de preservar lo humano y la creación.

Un hombre que, ante todo y sobre todo, se identifique como seguidor del Señor Resucitado y para quien su pasión por Cristo sea su pasión por el Reino, por el Dios del Reino.

El ministerio petrino como servicio de unidad, de la común unión de seguidores y seguidoras de Jesús, el Señor, que somos la Iglesia, está llamado a caracterizarse como el servicio del hermano elegido, como primero entre iguales, para captar los grandes asuntos del mundo y la humanidad y señalar, con profética y certera misericordia, el horizonte mayor que debe orientar la acción humana hacia la preservación de la creación como escenario de la vida y la vida de los seres humanos como creaturas creadas creadoras.

Un hombre de Dios para un tiempo complejo,
por ello, capaz de interpretar el presente
desde la divina mirada de Jesús, el Cristo,
inspirado por el Espíritu y glorificando al Padre.

El Pedro de hoy y de mañana puede ser la voz profética que, sin cansarse, proclame la preferencia de Jesús por los marginados, pequeños, excluidos, sin voz. Pedro a la escucha de los clamores de la humanidad dolorida para ser su voz, su esperanza, su pastor.

Tomar el pulso de hoy, con sus potencialidades y riesgos, de las instituciones de Iglesia y su urgente necesidad de transformación, puede distinguir un ministerio petrino como servicio de escucha atenta a los clamores del pueblo y al interior de la Iglesia, para ser orientación y guía, como ha sido tradición en la historia. Insobornable defensor de los derechos de Dios en los derechos de los últimos.

Admiramos el gesto inusitado de Benedicto XVI de abrir una puerta al reconocimiento de los límites para no continuar ejerciendo un ministerio que demanda también cierto vigor y fortaleza física. Este hecho se convierte en testimonio de la necesidad que tenemos de un Pedro abierto a la comprensión de la fragilidad de lo humano para señalarle su norte divino, a la valoración de los esfuerzos de todos los seres humanos por hacer de este mundo una casa habitable, sin discriminaciones, violencia o sectarismos.

La pasión por la vida amenazada puede ser lugar de profecía para un ministerio petrino que defienda y exalte la vida desde su inicio hasta su final, pero, sobre todo, en su decurso, para que ninguna acción de muerte tenga justificación, porque, en la sede de Pedro, los seres humanos tenemos un guardián de humanidad que señala hacia las promesas señeras de Jesús.

La esperanza es lo último que se pierde. Nos sentimos llamados a reavivar la esperanza en que, una vez más, el Señor dará a su Iglesia el Pedro que todos y todas anhelamos: un hombre de Dios para un tiempo complejo, por ello, capaz de interpretar el presente desde la divina mirada de Jesús, el Cristo, inspirado por el Espíritu y glorificando al Padre.

En el nº 2.839 de Vida Nueva.

NÚMERO ESPECIAL VIDA NUEVA: PREPARANDO EL CÓNCLAVE

ESPECIAL WEB: CÓNCLAVE 2013

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