Editorial

En la fe y en el amor

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detalle llaves de la estatua de san pedro

EDITORIAL VIDA NUEVA | Queda poco para que la Iglesia vuelva a tener timonel en la barca de Pedro. Tiempo de oración y de confianza en Dios. Tiempo también, como se puede comprobar en este nuevo número especial y monográfico de Vida Nueva, para enumerar y analizar los retos a los que se enfrenta la Iglesia y, como cabeza, el próximo pontífice, así como el perfil más adecuado de este último.

Todo ello, en análisis, reflexiones y opiniones en las que están representadas las distintas sensibilidades, colores y estados que configuran la Iglesia, incluso teniendo en cuenta a aquellos que no forman parte de ella y dicen no creer en Dios.

Es cierto que el nuevo papa tendrá que afrontar nuevos desafíos ad intra y ad extra, como también lo es que no se trata de una tarea que le competa a él exclusivamente. Sí esperamos de él palabras y obras que nos orienten en el día a día y, para ello, la Iglesia necesita, y lo tendrá, un papa que la ame profundamente, que ame sus victorias y sus derrotas, que ame sus grandezas y sus debilidades, y, desde ese amor, fundamentado en Jesús, le haga caminar por el mundo de hoy, aún con traumas, miedos e inseguridades.

Un papa para todos, del que nadie pueda apropiarse; ni un grupo ni otro. Sin etiquetas. Un papa de Cristo, que diría san Pablo si nos escribiera hoy. Un papa que huya del poder y sepa que su misión es servir, servir y servir, que muestre que su ministerio y el de los cardenales, obispos y sacerdotes es ser, al igual que Cristo, los últimos. “El hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos”, que dijo Jesús, según san Marcos.

Un papa que continúe la labor del emérito Benedicto XVI y siga invitando a los cristianos a la fe, a una fe sólida. Un papa al que no le importen los números ni las estadísticas, más propias de una sociedad mercantilista, sino la calidad y la calidez del testimonio de la Iglesia.

Sí, el próximo papa debe ser
el del amor y la esperanza.
El que ame a la Iglesia y ame al mundo,
y les ofrezca su vida como servicio;
el que lleve palabras de vida a lugares de muerte,
luz a la oscuridad y amor al odio.

Un papa que profundice en un necesario aggiornamento, que no tenga miedo a abrir puertas y ventanas como hizo Benedicto XVI; que se desgaste, si es necesario, hasta el límite. Que dé su vida por la Iglesia, como hizo el propio Jesús.

También un papa que ame al mundo, que lo escuche y lo comprenda, que se deje interpelar. Un papa propositivo, que dialogue sin condenas ni imposiciones. Un papa, como algunos dicen, mediático, pero desde la verdad; sin una estrategia comunicativa más que la verdad, sin más publicidad que el testimonio de fe, de esperanza y de caridad.

Un papa cercano, que hable los distintos lenguajes: el de los jóvenes, el de los mayores, el de los grandes pensadores, el del ciudadano de a pie, el del creyente y el del ateo o agnóstico. Un papa que se acerque al mundo de hoy, que rompa los prejuicios que, contra él y contra la Iglesia tienen, y a veces con justificación, muchos. Un papa que muestre que la Iglesia no es solo maestra, sino también madre.

Un papa que una y no separe. Que una a los cristianos, a izquierdas y derechas, a pobres y a ricos, a creyentes y no creyentes… en la lucha por el bien común y la paz en el mundo. Un papa para todos y al que todos puedan acudir.

Que sea el papa de los más desfavorecidos: de los pobres, de los enfermos, de las víctimas de las guerras y de los abusos de poder… El papa de los inmigrantes, de los que sufren persecución religiosa o cualquier tipo de violencia. El papa de las mujeres y de su lucha por la igualdad. El papa que muestre que el camino se hace al revés, hacia el último, y no hacia el primero. El mundo necesita un papa que lo muestre.

Un papa que nos recuerde que no somos perfectos y que en nuestra condición está la fragilidad, aunque los publicistas, medios de comunicación y Hollywood se encarguen de negarlo. Un papa que muestre que el ser humano es, incluso con su fragilidad, valioso, lo que Dios más ama. Que proclame que siempre hay una nueva oportunidad, que hay esperanza.

Sí, el próximo papa debe ser el del amor y la esperanza. El que ame a la Iglesia y ame al mundo, y les ofrezca su vida como servicio; el que lleve palabras de vida a lugares de muerte, luz a la oscuridad y amor al odio.

Un papa al que imitar, un guía para este momento de la historia en el que andamos perdidos y desconcertados. Y que pueda confirmarnos en la fe y en el amor.

En el nº 2.839 de Vida Nueva. Del 9 al 15 de marzo de 2013

NÚMERO ESPECIAL VIDA NUEVA: PREPARANDO EL CÓNCLAVE

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