Trabajar por la paz exige respetar y defender la vida

asesinato de un hombre en Guatemala en plena calle

Llamamiento de los obispos de Guatemala al término de su última Asamblea

asesinato de un hombre en Guatemala en plena calle

Uno de los últimos asesinatos registrados en Guatemala

JOSÉ LUIS CELADA | La violencia, la pobreza, la falta de oportunidades –especialmente, para los jóvenes–, las extremas desigualdades y la conflictividad social siguen siendo los grandes desafíos para Guatemala. Así lo ponen de manifiesto los obispos del país centroamericano en el mensaje dado a conocer al término de su última Asamblea Plenaria, celebrada a finales de enero. Como ya ocurriera en su anterior reunión de noviembre, los prelados arrojan “una mirada pastoral” sobre la situación actual, con el ánimo de “compartir las alegrías y esperanzas, tristezas y angustias de este pueblo guatemalteco a quien servimos y amamos”.

Durante cinco días, los miembros del Episcopado abordaron también diversos “temas importantes para la vida de nuestras comunidades”, como el estado de los seminarios y las vocaciones, el de las diferentes diócesis y vicariatos, las actividades para este Año de la fe o el desarrollo de la Misión Continental.

Sin embargo, es la realidad guatemalteca la que con más fuerza les interpela, animándoles a proclamar: Bienaventurados los que trabajan por la paz, título de su documento y un llamamiento a ser constructores de la misma, lo cual “exige promover el respeto y la defensa de la vida en todos sus aspectos”.

Más adelante, los pastores se refieren a las “nuevas oportunidades y acciones” para el año en curso. Y, a la luz del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia, defienden la necesidad de crear “un nuevo modelo de desarrollo y una nueva visión de la economía”. Solo así, añaden, Guatemala podrá alcanzar “un desarrollo integral, solidario y sostenible”, tarea en la que “es fundamental buscar por todos los medios el bien común”. Esta exigencia pasa por aplicar “una correcta escala de valores y de bienes, que se pueden estructurar teniendo a Dios como referencia última”.

En este punto, cuando se trata de sentar las bases para “un futuro de bienestar y calidad de vida” para sus compatriotas, los obispos se detienen en una de las cuestiones más polémicas y que afectan hoy a buena parte de la población: la explotación de los bienes naturales no renovables.

A su juicio, se hace necesaria una reforma de las leyes que regulan este tipo de inversiones, de tal manera que dichas actividades económicas “mejoren realmente la calidad de vida de los guatemaltecos y promuevan la participación del país en los beneficios con el menor impacto ambiental posible”. Porque, “en Guatemala, el progreso social debiera reflejarse en mejoras de vida de toda la población, y no solo beneficiando a pequeñas minorías”.

Desarrollo rural

A continuación, el mensaje episcopal va desgranando “algunas preocupaciones cercanas” de la jerarquía católica, entre las que destaca “la crisis alimentaria de miles y miles de guatemaltecos, especialmente niños y niñas desnutridos crónicamente”.

En opinión de los firmantes, este hecho “constituye una afrenta a la dignidad de seres humanos de todos los que la padecen”. En este sentido, urgen a los poderes legislativos a solucionar “la gravísima situación de miles de campesinos que sufren en el área rural hambre, explotaciones laborales y flagrantes injusticias”. “Sin desarrollo rural –advierten–, no hay desarrollo posible en el país”.

Objeto de inquietud episcopal es también “la recuperación del ejercicio de la política por los partidos políticos como una actividad orientada a lograr el bien común de los ciudadanos y no la satisfacción de intereses particulares que buscan alcanzar el poder para tener dinero”. Un bien común que reclama “amar, defender y promover la vida humana en todas sus dimensiones, personal, comunitaria y trascendente”, como “condición indispensable para vivir en paz”.

Finalmente, siempre pendientes de denunciar las continuas agresiones contra la vida que se producen en Guatemala, los obispos apelan a “la fuerza liberadora del Evangelio” para transformar esta situación. Asimismo, tienen un recuerdo para los miles de compatriotas que salen del país en busca de un mejor futuro.

“Conocemos y compartimos sus dolores y sufrimientos y los de sus familias”, reconocen, al tiempo que instan al Estado y a las organizaciones de migrantes a apoyar iniciativas que favorezcan “la reforma migratoria integral y humana” ante el Gobierno de los Estados Unidos.

El texto concluye anunciando una carta pastoral en preparación para el Año de la fe, “que motive y fortalezca el compromiso evangelizador de todos los cristianos”.

En el nº 2.835 de Vida Nueva.

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