Respuestas a la corrupción en clave cristiana

Reflexiones desde la política, la ética, la sociología y el papel de la Iglesia

grupo de personas se manifiestan protestas contra corrupción política

FRAN OTERO | Basta poner oídos cuando uno se toma un café, o cuando sube al autobús camino del trabajo, o en la cola del supermercado para darse cuenta de la indignación, incluso resignación, de muchos ciudadanos ante la corrupción en la clase política, siempre censurable y condenable, aunque más dolorosa en tiempos de crisis económica.

Busquemos respuesta a una primera pregunta, sobre el origen de la corrupción. Pablo de Benavides, asociado en Consultoría Estratégica Sector Financiero de KPMG, cree que el problema radica en el sistema actual, “creado por y para los partidos políticos, donde poco a poco los límites al poder han ido desapareciendo o nunca han llegado a ponerse en práctica”.

“El funcionamiento democrático de los partidos nunca ha existido. Los órganos de control (CNMV, Banco de España…) han sido instrumentos al servicio de los partidos. El poder judicial está sometido al poder político desde hace ya más de 25 años y, como los jueces dependen de los partidos para hacer carrera, su firmeza frente a la corrupción es escasa. Dentro de los partidos, todo el mundo le debe el puesto al de arriba, por lo que nadie condena y enfrenta la corrupción existente. La banca tiene intereses cruzados con las formaciones políticas y los grandes medios de comunicación. Como resultado, no existe nadie que limite el poder de los partidos, y esto es lo que, en última instancia, explica la corrupción generalizada a todos los niveles del Estado”, explica.

Educar para la honestidad

José María Rodríguez Olaizola, jesuita y sociólogo, considera que “los comportamientos incorrectos están mucho más extendidos: dineros negros, pagos sin factura ni IVA, uso de material público o de la empresa para fines particulares, explotar a los trabajadores, buscar o proporcionar enchufes laborales o académicos, plagios, trampas… Esto hace necesario que, al tiempo que se exige limpieza a los otros, y especialmente a los responsables públicos, cada quien esté dispuesto a exigírsela a sí mismo”, añade.

Para revertir este problema, Olaizola apuesta por la “educación para la honestidad”, o lo que es lo mismo, “formación en valores que no se quede en la epidermis o en campañas bienintencionadas desvinculadas de la vida”.

Por su parte, Alfonso Crespo, sacerdote y profesor de Teología Moral y Ética, la Iglesia es la que más ha denunciado la pérdida de valores en esta situación, la que más ha insistido “en esta quiebra ética de la sociedad”.

En este sentido, su labor debe pasar por el ejercicio de su magisterio, “con declaraciones y denuncias a tiempo”. “La Iglesia tiene un tesoro escondido, su Doctrina Social, que hoy cobra una actualidad impresionante y necesita ser ‘predicada en los púlpitos y estudiada en seminarios y universidades’”.

Respuestas a la corrupción en clave cristiana, íntegro solo para suscriptores

En el nº 2.835 de Vida Nueva.

 

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