La falta de fe puede cuestionar la validez del matrimonio

clausura Semana Oración de los Cristianos en San Pablo Extramuros 2013

En su discurso al Tribunal de la Rota, el Papa demanda autenticidad en la unión esponsal


ANTONIO PELAYO. ROMA | Todas las homilías, alocuciones y discursos de Benedicto XVI merecen ser leídos con especial atención si se quiere captar su verdadero alcance. En algunos casos, cuando se dirige a auditorios especializados, hay que redoblar el esfuerzo porque este Papa, que no ha dejado nunca de ejercer como teólogo, es muy sutil, y a un lector superficial se le pueden escapar matices importantes, a veces decisivos, para una correcta interpretación de su mensaje.

Es el caso de los discursos que todos los meses de enero dirige al decano, auditores y abogados del Tribunal de la Rota al inaugurarse el Año Judicial. Al tratar asuntos de alto nivel jurídico y teológico, Joseph Ratzinger suele hilar muy fino, como ha hecho este año al centrar su discurso del sábado 26 en las relaciones entre fe y matrimonio, tema ya abordado por él en anteriores ocasiones.

El Papa citó a este propósito el documento publicado en 1977 por la Comisión Teológica Internacional (de la que entonces era uno de sus miembros), que llevaba por título La doctrina católica sobre el sacramento del Matrimonio. Esta es una de sus afirmaciones: “En el caso en que no se advierta ninguna traza de la fe en cuanto tal (en el sentido del término ‘creencia’, disposición a creer) ni ningún deseo de la gracia y de la salvación, se plantea el problema de saber en la realidad si la intención general y verdaderamente sacramental de la que hemos hablado está o no presente y si el matrimonio ha sido contraído válidamente o no”.

Dimensión sagrada

Tras recordar a Juan Pablo II, más adelante, afirmó: “Ciertamente, la cerrazón a Dios y el rechazo de la dimensión sagrada de la unión conyugal y de su valor en el orden de la gracia hacen ardua la encarnación en el altísimo modelo de matrimonio concebido por la Iglesia según el designio de Dios, pudiendo incluso llegar a minar la misma validez del pacto siempre que, como asume la consolidada jurisprudencia de este tribunal, se traduzca en un rechazo del principio de la misma obligación conyugal de fidelidad, así como de los otros elementos o propiedades esenciales del matrimonio”.

Pero el Papa no pretende zanjar la cuestión, sino “promover ulteriores reflexiones”, dado el contexto actual de “acentuado subjetivismo y relativismo ético y religioso”.

Al final de su discurso, y tal vez para cortar interpretaciones no ajustadas a sus intenciones, remachó: “Con las presentes consideraciones no pretendo, ciertamente, sugerir un fácil automatismo entre la carencia de fe y la invalidez de la unión matrimonial, sino más bien poner en evidencia cómo esta carencia puede, aunque no necesariamente, vulnerar también los bienes del matrimonio, una vez que la referencia al orden natural querido por Dios es inherente al pacto conyugal”.

Algunos comentaristas han relacionado este discurso con el espinoso asunto de los católicos separados y vueltos a casarse civilmente, y han citado lo que dijo el recién elegido Pontífice a los sacerdotes del Valle de Aosta el 25 de julio de 2005: “Diría que es especialmente dolorosa la situación de aquellos que se casaron en la Iglesia, pero no eran verdaderamente creyentes y lo han hecho por tradición, y después, encontrándose en un nuevo matrimonio, se convierten, encuentran la fe y se sienten excluidos del sacramento de la Eucaristía”. [EDITORIAL: Matrimonio auténtico]

clausura Semana Oración de los Cristianos en San Pablo Extramuros 2013

Clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Clausura de la Semana de la Unidad

Por otro lado, el día anterior, viernes 25 de enero, solemnidad de la Conversión del apóstol Pablo, Ratzinger presidió las vísperas en la basílica de San Pablo Extramuros, cuyo nuevo arcipreste es el cardenal estadounidense James Harvey. Una celebración ya tradicional a modo de clausura de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos.

Entre los numerosos dirigentes de Iglesias y comunidades cristianas presentes, citemos a Su Eminencia Gennadios Zervos, metropolita de Italia y delegado del patriarca ecuménico de Constantinopla; así como al director del Centro Anglicano de Roma, el canónigo David Richardson, representante personal del arzobispo de Canterbury. También asistieron los miembros de la Comisión Mixta Internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas orientales.

“En la sociedad actual –dijo el Santo Padre en su homilía–, parece que el mensaje cristiano incida cada vez menos en la vida personal y comunitaria, y esto representa un desafío para todas las Iglesias y comunidades cristianas. La unidad es en sí misma un medio privilegiado, casi como un presupuesto para anunciar de una manera siempre más creíble la fe a los que no conocen todavía al Salvador o que, habiendo recibido el anuncio del Evangelio, han casi olvidado este precioso don. El escándalo de la división que entorpecía la acción misionera fue el impulso que dio inicio al movimiento ecuménico tal como hoy lo conocemos”.


Este Papa alemán, por múltiples razones, no puede no ser especialmente sensible al tema de la Shoah, el holocausto de millones de judíos víctimas del terror del nazismo.

“La memoria de esta inmensa tragedia –afirmó el domingo, desde la ventana de su estudio, a la hora del Angelus– debe representar para todos una advertencia constante para que no se repitan los horrores del pasado, se superen todas las formas de racismo y se promuevan el respeto y la dignidad de la persona humana”.

Al final de su alocución, y acompañado por dos jóvenes de la Acción Católica Italiana, el Papa echó a volar desde su ventana dos blancas palomas, una de las cuales, como ha sucedido ya otras veces, se resistió a abandonar el Palacio Apostólico.


Relaciones con Vietnam

En otro orden de cosas, días atrás, como ya apuntamos brevemente en el número anterior, se produjo una importante audiencia papal. Vietnam es uno de los pocos países del mundo que no mantienen aún relaciones diplomáticas con la Santa Sede, lo cual no impide que las autoridades de Hanoi soliciten ser recibidas en el Vaticano.

El último en hacerlo (después del primer ministro, Nguyen Tan Dung, en 2007, y del presidente, Nguyen Minh Triet, en 2009) ha sido el secretario general del Comité Central del Partido Comunista, Nguyen Phu Trong, quien, el día 22, fue recibido en audiencia por Benedicto XVI y, después, por el secretario de Estado, el cardenal Tarcisio Bertone, flanqueado por Dominique Mamberti, secretario para las Relaciones con los Estados.

En el posterior comunicado de la Sala de Prensa se aseguraba que, en los “cordiales coloquios”, se hizo evidente por ambas partes “el deseo de que pronto puedan resolverse algunas situaciones pendientes y que pueda reforzarse la proficua relación existente”.

En otras palabras, existe la mutua intención de llegar al establecimiento, a no mucho tardar, de plenas relaciones diplomáticas. El Vaticano, que suele ser muy cauto en estos asuntos, ya dio un primer paso en esta dirección nombrando en enero de 2011 al nuncio en Singapur, Leopoldo Girelli, como su representante no residente en el país asiático, que tiene, después de Filipinas, el mayor número de católicos en este continente.

También en el ámbito diplomático, la Santa Sede ha sido admitida como Estado Observador extrarregional en el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), cuya Secretaría General tiene su sede en San Salvador.

El lunes 21 de enero, el nuncio apostólico en El Salvador, Luigi Pezzuto, y el secretario general del SICA, Juan Daniel Guardián, firmaron el acuerdo en presencia de diversos embajadores del continente latinoamericano. Este último, se congratuló en estos términos: “Todos los países miembros del SICA [que son Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua] tienen raíces cristianas; nuestra historia, la cultura, la arquitectura y nuestro modo de ser están marcados por su filosofía. Por eso, es un gran honor acoger a la Santa Sede como Observador de nuestra oganización”.

  • OPINIÓN: Glemp, por Antonio Pelayo

En el nº 2.834 de Vida Nueva.

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