El presidente de CONFER pide a los religiosos que sean “testigos creíbles” y “signos vivos” de Dios

cartel para la Jornada Mundial Vida Consagrada 2013

Mensaje para la Jornada Mundial de la Vida Consagrada

religiosa en acto público agitando una bandera

F. OTERO | Bajo el lema La Vida Consagrada en el Año de la fe. Signo vivo de la presencia de Cristo resucitado en el mundo, los religiosos y religiosas celebran este sábado 2 de febrero, fiesta de la Presentación del Señor en el Templo, la tradicional Jornada de Vida Consagrada, instituida por Juan Pablo II en 1997.

Una jornada, tal y como recuerda el presidente de CONFER, Elías Royón, en su mensaje para la ocasión, tiene como fin “celebrar con gozo y agradecer con humildad nuestra vocación”.

Pero, en especial, la Jornada de este año aborda, como propuso Benedicto XVI en Porta fidei, el desafío de ser testigos creíbles “que la Iglesia y el mundo necesitan hoy para abrir el corazón y la mente de muchos al deseo de Dios”.

“La celebración en el Año de la fe de esta Jornada debe ser ‘una invitación a una auténtica y renovada conversión al Señor único Salvador del mundo’; a preguntarnos, en espíritu de discernimiento, sin disimulos ni justificaciones, si nuestras vidas, nuestras comunidades, nuestras instituciones apostólicas, nuestros compromisos misioneros son signos inteligibles para nuestro mundo. (…) Nuestro desafío es aceptar que somos enviados a este mundo, no al mundo que nos gustaría o que soñamos a veces, sino a este que Dios ama, y que estamos en él, en sus fronteras, testimoniando que existe en Cristo una esperanza para él”, escribe Royón.

cartel para la Jornada Mundial Vida Consagrada 2013

Cartel de la Jornada 2013

En las fronteras

En este sentido, y del mismo modo en que Jesús se hizo presente en su época en una gran cantidad de escenarios, apunta que hoy los religiosos están llamados a salir también a las fronteras de la sociedad de hoy para “ser signos de la presencia siempre nueva del Espíritu del Resucitado, y hacer así más creíble a su Iglesia”.

“Es la responsabilidad misionera de la Vida Religiosa, que se nutre de la amistad y del estar con Él, de la escucha atenta de su Palabra en las diversas circunstancias, tratando de percibir los signos de los tiempos en la historia actual, concretando esa Palabra del Señor, que ha venido a proclamar la liberación de los oprimidos y un año de gracia para todos”.

En medio de este tiempo que, sostiene, es “de emergencia”, apunta que la Vida Religiosa debe permanecer siendo signo de la presencia del corazón compasivo de Jesús. “Sin olvidar que la diaconía de la fe forma una única diaconía con la caridad, podremos reconocer en la mirada de aquellos con quienes compartimos nuestro techo y pan, el rostro del Señor resucitado”, añade.

El presidente de los religiosos españoles concluye con una invitación a buscar a Dios para encontrar al hombre, “acogiendo así la paradoja del misterio de la Encarnación”. “Y nos será concedida la consolación de escuchar el silencio de los enmudecidos, de contemplar la luz que brota de la oscuridad del abando y la soledad, acompañar las búsquedas sinceras de la verdad en medio de las dudas, alumbrar esperanza en corazones al borde del camino. Así, la Vida Religiosa sostenida por la fe, podrá mirar con esperanza el futuro y ser siempre apasionada buscadora y testigo del amor y la misericordia de Dios, evangelio viviente”.

Felicitación de los obispos

Por su parte, en la presentación de los materiales para la Jornada, el obispo de Santander y presidente de la Comisión Episcopal de Vida Consagrada, Vicente Jiménez Zamora, reconoce cómo la Vida Religiosa es signo de Cristo resucitado: “Los religiosos y religiosas hacen del misterio pascual la razón misma de su ser y su quehacer en la Iglesia y para el mundo. Ellos y ellas, con su vida y misión, son en esta sociedad tantas veces desierta de amor, signo vivo de la ternura de Dios“.

“Nacidos de la Pascua –continúa–, ellos y ellas, por el Espíritu de Cristo resucitado, pueden entregarse sin reservas a los hermanos y a todos los hombres, niños, jóvenes, adultos y ancianos, por el ejercicio de la caridad, en las escuelas y hospitales, en los geriátricos y en las cárceles, en las parroquias y en los claustros, en las ciudades y en los pueblos, en las universidades y en los asilos, en los lugares de frontera y en lo más oculto de la celdas”.

En el nº 2.834 de Vida Nueva.

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