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El camino de lo inefable


Una obra de Secundino Castro, OCD (Editorial de Espiritualidad, 2012). La recensión es de Juan Martín Velasco

El camino de lo inefable, Secundino Castro, Editorial de Espiritualidad

Título: El camino de lo inefable

Autor: Secundino Castro, OCD. Presentación de Dolores Aleixandre

Editorial: Editorial de Espiritualidad, 2012

Ciudad: Madrid

Páginas: 400

JUAN MARTÍN VELASCO | Esta nueva obra de Secundino Castro, durante años profesor de teología en la Universidad Pontificia Comillas, está compuesta por estudios publicados en diferentes revistas y obras colectivas desde 1976 hasta 2010, recopilados aquí por la Editorial de Espiritualidad, en homenaje al autor con ocasión de su jubilación de la docencia.

El camino de lo inefable –que así se titula este volumen– consta de una larga introducción de teología espiritual sobre los grados en la vida cristiana y dos partes consagradas a la obra de santa Teresa de Jesús y a la de san Juan de la Cruz. No es posible en una breve nota dar cuenta detallada de todas las riquezas de una colección tan importante de estudios rigurosos, fruto de la investigación de uno de los grandes representantes actuales de la escuela carmelitana de teología espiritual.

A lo largo de todas estas páginas, siguiendo la imagen utilizada en la presentación por Dolores Aleixandre, se percibe a la vez el conocimiento minucioso, detallado, que Secundino Castro tiene de la obra de los místicos fundadores de su tradición, sin que en ningún momento se pierda la visión del bosque de sus obras.

Estudios teresianos

La condición de escriturista del P. Secundino le permite descubrir en santa Teresa aspectos menos subrayados por otros intérpretes de la religiosa abulense. Los estudios aquí recogidos ponen de manifiesto la configuración bíblica del relato teresiano; la referencia a la mística de la Santa como “interiorización de la Escritura”; las diferentes formas de referencia a Cristo que aparecen en sus obras: mayor presencia del Jesús de los sinópticos en Vida, de Jesús Maestro en Camino; y el predominio del Jesús de Pablo y Juan en Moradas, con referencias a un Cristo interior y un Cristo vida que se corresponde con la descripción de la unión y la transformación de Teresa al final de su proceso espiritual. Teresa se expresa, concluye el autor, consciente o inconscientemente, en categorías bíblicas adaptadas a su situación.

Otro rasgo de la mística teresiana subrayado aquí es el carácter crístico de la experiencia teresiana de Dios, basada en su experiencia vivida, y no pensada desde una previa noción de Dios heredada del cristianismo convencional o la filosofía, y la incorporación en esa experiencia mística de la humanidad del Señor. Dios adquiere en la obra teresiana el rostro de Cristo.

En el libro se describe con precisión y todo lujo de detalles las “gracias” que Teresa recibió en su camino de oración: palabras, hablas que se oyen en lo más hondo del espíritu con mayor nitidez que si se escucharan físicamente, sumamente eficaces y que esculpen la verdad en el alma; y visiones bienintelectuales: expresión de una presencia inundante, sin apoyo perceptivo de forma alguna; o imaginarias, apoyadas con la imagen de Jesús, siempre resucitado.

La descripción recorre minuciosamente las diferentes etapas del proceso descrito en Vida y que culmina en Moradas, donde Cristo aparece como “la piedra angular, la savia del árbol, la fuente que riega el vergel, la luz del espejo y la imagen que se esculpe en él”.

Sobre san Juan

Hay en el libro también un interés claro por mostrar la coherencia de la obra de san Juan de la Cruz con la de santa Teresa. De ella son testimonio la presencia en la obra teresiana de “la noche”, y el carácter crístico de la obra de los dos.

Justo este rasgo constituye el centro de las reflexiones del autor en esta segunda parte. Su intención es superar la idea según la cual san Juan de la Cruz sería un representante más de la mística universal, formulada en Occidente durante siglos con las categorías neoplatónicas introducidas por el Pseudodinisio, y que solamente en un segundo momento habría revestido san Juan de la Cruz de las referencias a Cristo para, de este modo, facilitar su recepción por los cristianos.

No le es difícil a Secundino Castro, excelente conocedor de la obra sanjuanista, multiplicar las citas de textos en los que aparece la referencia a Jesucristo. Pero él hace mucho más. Partiendo de la idea de Karl Rahner de que la teología cristiana, para serlo, ha de tener estructura “encarnatoria”, muestra la condición crística de la mística sanjuanista, siguiendo los pasos del camino hacia la unión y mostrando la presencia en todos ellos de constantes referencias a Jesucristo.

Partiendo de la obra teresiana, san Juan de la Cruz no solo no puede olvidar la humanidad de Jesús, sino que afirma con decisión que el hombre Jesús es el centro de su mística. Eso permite afirmar que su mística es cristocéntrica. Pero justamente por eso no puede dejar de ser teocéntrica.

Aunque en cada una de sus obras aparezca prevalentemente una de las personas divinas, sin excluir a las otras, en todas sus obras se observa a la vez la confesión más elocuente de la soberanía del Padre, como canta preciosamente la Oración del alma enamorada, que “podría servir de clave de lectura de toda su obra”.

Lectores no teólogos de este hermoso libro que aquí presentamos es posible que recuerden, a propósito de sus últimas reflexiones teológicas, la advertencia del Santo en su prólogo a la declaración del Cántico espiritual: “Que los santos doctores, aunque mucho dicen y más digan, nunca pueden acabar de declararlo por palabras, así como tampoco por palabras se pudo ello decir”. Pero teólogos o no teólogos interesados en la inmensa obra de nuestros dos místicos castellanos harán muy bien en acudir a este libro para profundizar su conocimiento de ella.

En el nº 2.834 de Vida Nueva.

Actualizado
31/01/2013 | 22:05
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