Dios no es mudo, ni peligroso, ni un espejismo…

Richard Dawkins y su libro El espejismo de Dios

Desmontando los nuevos ateísmos

paisaje con un gran cielo y una isla rocosa

RAÚL BERZOSA MARTÍNEZ, obispo de Ciudad Rodrigo | La nueva evangelización necesita testigos y comunidades para anunciar la fe; y estos, a su vez, necesitan conocer “desde dentro” las claves culturales de su tiempo y los llamados “signos de los tiempos”: allí donde Dios habla de forma patente y, también, donde le quieren hacer callar o simplemente le ignoran. Aquí comienza nuestra exposición: ¿hay motivos y razones para silenciar a Dios hoy?

Los divulgadores de las nuevas y más conocidas formas de ateísmo en el siglo XXI tienen nombre: Richard Dawkins y su obra El espejismo de Dios; Sam Harris con sus obras El fin de la fe y Carta a una nación cristiana Christopher Hitchens con su libro Dios no es bueno. Alegato contra la religión; y Daniel C. Dennett con su escrito Romper el hechizo. La religión como fenómeno natural.

Todas estas obras parecen tener un denominador común: la explicación de lo religioso –también de lo ético– desde la biología evolutiva. Solo la ciencia puede decirnos qué es en verdad el fenómeno religioso e incluso si Dios existe o no. Por lo mismo, una explicación teológica de la religión no tiene sentido ni cabida. La teología es superflua.

Adelantemos, de entrada, que estos autores no pueden demostrar científicamente sus afirmaciones radicales y que están haciendo lo mismo que critican: enunciados de fe y dogmáticos. Es el llamado “naturalismo científico”, que se puede traducir de esta manera: solo la naturaleza, incluidos los seres humanos y sus obras, es real. Solo la ciencia puede proporcionarnos un conocimiento completo y fiable de la realidad. Como Dios no cabe en este universo “experimentable”, toda persona razonable debe negar su existencia.Richard Dawkins y su libro El espejismo de Dios

Dawkins y Dennett invitan a optar entre la teología y las explicaciones darwinistas. En su día tomaron esta misma postura Carl E. Sagan, Michael Shermer, Steven Weinberg, Owen Flanagan o Victor J. Stenger. Todos profesan un prejuicio: reducen las creencias al terreno cognitivo.

Con algunos agravantes: apenas conocen a los teólogos actuales que dialogan en el terreno fe y cultura, y –lo más grave– descartan, en principio, dialogar con cualquier teólogo que ha hecho el esfuerzo de acercarse con seriedad a sus campos, limitándose a ridiculizar a los “más fundamentalistas” o a ciertas creencias populares.

Carta de Dawkins a su hija de 10 años

Finalmente, en esta breve introducción, quiero resaltar que todos los escritores son buenos comunicadores a la hora de llegar al corazón del gran público. Como botón de muestra, algunos retazos de la carta escrita por Dawkins a su hija Juliet, el 25 julio de 2005, cuando esta tan solo tenía diez años:

Querida Juliet: ahora que has cumplido 10 años, quiero escribirte acerca de una cosa que para mí es muy importante. ¿Alguna vez te has preguntado cómo sabemos las cosas que sabemos?… Quiero advertirte en contra de tres malas razones para creer cualquier cosa: se llaman “tradición”, “autoridad” y “revelación”.

“La tradición” es la transmisión de creencias de los abuelos a los padres, de los padres a los hijos, y así sucesivamente. O mediante libros que se siguen leyendo durante siglos. La gente cree ciertas cosas solo porque mucha gente ha creído lo mismo durante siglos. Eso es la tradición. Más tardé volveré sobre ello.

“La autoridad”, como razón para creer algo, significa que hay que creer en ello porque alguien importante te dice que lo creas. En la Iglesia Católica, por ejemplo, la persona más importante es el Papa, y la gente cree que tiene que tener razón solo porque es el Papa…

La tercera mala razón para creer en las cosas se llama “revelación”. Si en 1950 le hubieras podido preguntar al Papa cómo sabía que el cuerpo de María había ascendido al cielo, lo más probable es que te hubiera respondido que “se le había revelado”… Cuando las personas religiosas tienen la sensación interior de que una cosa es cierta, aunque no exista ninguna evidencia de que sea así, llaman a esa sensación “revelación”…

(…)

¿Podría ser esto lo que ha ocurrido con las religiones? Creer en uno o varios dioses, en el cielo, en la inmortalidad de María, en que Jesús no tuvo un padre humano, en que las oraciones son atendidas, en que el vino se transforma en sangre…, ninguna de estas creencias está respaldada por pruebas auténticas. Sin embargo, millones de personas las creen, posiblemente porque se les dijo que las creyeran cuando todavía eran suficientemente pequeñas como para creerse cualquier cosa.

El resto de la carta de Dawkins y la reflexión del obispo Berzosa sobre el naturalismo científico, las claves del nuevo ateísmo y algunas “respuestas teológicas y coherentes”, en el Pliego completo, disponible solo para suscriptores.

Pliego íntegro, publicado en el nº 2.831 de Vida Nueva (12-18 de enero de 2013)

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