Navidades austeras

Carlos Amigo, cardenal arzobispo emérito de SevillaCARLOS AMIGO VALLEJO | Cardenal arzobispo emérito de Sevilla

“Cristo viene para todos. Él es nuestra alegría y nuestro gozo. Por eso, unas Navidades austeras, bendiciendo a Dios y ayudando al prójimo…”.

Navidades austeras, pero no tanto por la crisis, sino por la misma condición y esencialidad de lo que los cristianos celebramos en estos días. Cristo, siempre nuestro modelo de conducta y referente obligado de pensamientos y actitudes. Y la realidad es esta: Cristo nace pobre y entre los pobres.

Lo de la austeridad no hace referencia a la tacañería y el de ir de ramplones, sino a lo justo y comedido de lo que deben ser nuestras fiestas de Navidad, dentro de las actitudes y comportamientos incuestionablemente cristianos. Es la conmemoración de uno de los misterios más grandes de nuestra fe: la encarnación del Hijo de Dios. Y en el entorno de esta verdad, creída y asumida fielmente, aparecen una serie de valores propiamente navideños, como son los del encuentro de la familia; el acercamiento y la reconciliación entre unos y otros; se retoman valores culturales que son como raíces siempre llenas de una savia nueva e inagotable…

La austeridad, como se puede apreciar, no se refiere tanto a lo parco y sobrio, sino a lo más significativo de la identidad cristiana. No podemos dejar que fiestas, tan santas y queridas, acaben corrompiéndose, perdiendo su esencia por una posible indiferencia ante el contenido religioso.

Entre nosotros hay muchas personas que no son cristianas o, simplemente, que no les gusta la Navidad. Lo que quieren dejar a un lado no es la conmemoración del nacimiento de Cristo, sino todo ese alarde de superficialidad en un escenario pretendidamente navideño y que está invitando precisamente a todo lo contrario de lo que es la memoria de un misterio cristiano.

Con crisis o sin ella, hagamos siempre feliz la Navidad, pero no por el tener y el derroche, sino por la admiración del gran misterio del amor de Dios, que se manifiesta a los hombres en la realidad humana y divina de nuestro Señor Jesucristo.

Este deseo de felicidad puede resultar un sarcasmo y como una burla a tantas personas a las que lo de la alegría les suena a una realidad completamente imposible. Pero feliz es el que ama y el que se siente querido. Por ello, en ese gran pregón de Navidad hay que proclamar que Cristo viene para todos. Él es nuestra alegría y nuestro gozo. Por eso, unas Navidades austeras, bendiciendo a Dios y ayudando al prójimo en todo cuanto se pueda.

Decía Benedicto XVI: “El mundo, con todos sus recursos, no es capaz de dar a la humanidad la luz para orientarla en su camino. Lo constatamos también en nuestros días: la civilización occidental parece haber perdido la orientación, navega a vista. Pero la Iglesia, gracias a la Palabra de Dios, ve a través de estas nieblas. No posee soluciones técnicas, pero tiene la mirada dirigida a la meta, y ofrece la luz del Evangelio a todos los hombres de buena voluntad, de cualquier nación y cultura” (Angelus, 6-1-2012).

En el nº 2.828 de Vida Nueva.

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