Tierra Santa. Los ataques de colonos resquebrajan la convivencia

Padre Ibrahim parroco catolico en Beit Jala, en misa en Cremisán

dos jóvenes sentadas junto al Santo Sepulcro en Jerusalén

Tierra Santa. Los ataques de colonos resquebrajan la convivencia [extracto]

CARMEN RENGEL. JERUSALÉN | La comunidad cristiana está atemorizados por los ataques de colonos judíos a sus templos. Denotan un cambio de mentalidad en la población israelí, cada vez más radicalizada. La política de asentamientos, como la autorizada tras lograr Palestina su puesto como Estado observador en la ONU, no augura un futuro en paz. Muchos cristianos optan por la emigración.

La sombra de la Abadía de la Dormición, donde la Virgen concilió el sueño eterno, refresca el monasterio de San Francisco, en Jerusalén. Desde el patio franciscano se toca la riada de turistas que acuden al Cenáculo, escenario de la Última Cena de Jesús y sus apóstoles. Los monjes que habitan el complejo completan un triángulo santo para la cristiandad, que, de pronto, ha sido mancillado por el extremismo.

El 2 de octubre, al amanecer, los frailes descubrieron pintadas en sus puertas y muros en las que se llamaba “bastardo” a Jesucristo. Junto a los insultos, los nombres de varios puestos de avanzada de colonos en Cisjordania, esos pequeños bloques de caravanas y casas prefabricadas que son el embrión de un futuro asentamiento. Y también una marca, price tag, algo así como el precio a pagar por los gentiles por estar en la tierra que Dios legó a los judíos, según la versión de los más radicales.

De ellos parece obra esta nueva agresión, la última a la que por ahora se ha enfrentado la comunidad cristiana de Tierra Santa. Micky Rosenfeld, el portavoz de la Policía de Israel, confirma que todas las señales apuntan a un grupo de extremistas judíos que cargan contra intereses cristianos y musulmanes.

En 2012, además del convento franciscano, cuadrillas con idéntico odio atacaron otras tres sedes cristianas. En febrero, el Monasterio de la Cruz, greco-ortodoxo, fue profanado con pintadas que decían “Muerte a los cristianos”. Está en Jerusalén oeste, muy cerca del Parlamento.

pintada anticristiana en el monasterio de los trapenses en Latrún cerca de Jerusalén

Pintada anticristiana en el monasterio de los trapenses en Latrún

Días después, la diana fue un centro de oración de la Comunidad Baptista, en el centro de la ciudad. Los coches de varios de sus miembros fueron pinchados y arañados, y se lanzaron piedras contra las ventanas del recinto. En septiembre, los incidentes llegaron al monasterio trapense de Latrún, situado al lado de una villa mixta judía-musulmana, Neve Shalom, un paraje de esos que se definen como “un remanso de paz”. En plena noche, alguien dejó en la pared otro insulto, “Jesús es un mono”, y un nombre, “Migrón”, un puesto de avanzada que estaba a punto de ser derribado por orden judicial. Esta vez, el ataque subió un grado: prendieron fuego a la puerta de madera que da acceso a los dormitorios. El sueño ligero de un monje evitó males mayores.

Ningún detenido

Cuatro ataques, junto a los más de 60 realizados con la misma etiqueta de price tag en mezquitas, colegios y oficinas administrativas en localidades palestinas, a los que se suman al menos cuatro contra bases militares israelíes, porque los colonos incluso acusan a sus soldados de ser “permisivos con el invasor”, reza en un comunicado del Consejo de la Yesha, su máxima representación.

Nadie movió un dedo cuando las víctimas eran árabes. Con el incremento de objetivos cristianos, la Policía, en cambio, creó una unidad para investigar lo ocurrido.

Su primera valoración, en el lugar de los hechos, siempre fue tranquilizadora. “Tenemos evidencias, daremos pronto con ellos”. Y, sin embargo, 2012 está a punto de cerrar sin un solo detenido.

Un fraile italiano que prefiere no identificarse estalla ante esta falta de arrestos, apoyado en los muros de San Francisco, cuando aún huele al disolvente con que han limpiado las pintadas. “Será la primera acción de colonos contra nosotros, pero no la primera agresión. Los insultos son constantes y los [judíos] que van a la Tumba del Rey David [a escasos 50 metros] nos tiran basuras, se ríen… ¿Y si esto pasara en una sinagoga?”, se pregunta.

“Nos sentimos atemorizados. No sabemos
qué puede venir después”, reconoce Rifat Kassis,
portavoz de Kairos Palestine. “Siempre
han atacado de noche, pero la catástrofe puede llegar.
La pintura se limpia. Las vidas no se restituyen”.

“Nos sentimos atemorizados. No sabemos qué puede venir después”, reconoce Rifat Kassis, portavoz de Kairos Palestine, una destacada organización de cristianos de base. “Siempre han atacado de noche hasta ahora, pero otro día pueden hacerlo con los templos llenos de fieles o de turistas y la catástrofe puede llegar. La pintura se limpia. Las vidas no se restituyen”, advierte. Por eso llama a la comunidad internacional a que presione al Gobierno de Israel para que no haya nuevos casos. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, censuró lo ocurrido y prometió dar con los culpables. Nada más.

Otro suceso, más burocrático, ha puesto en alerta a los cristianos: el Patriarcado greco-ortodoxo de Jerusalén ha amenazado con cerrar el Santo Sepulcro como medida de presión, después de que la compañía israelí de aguas le haya congelado sus cuentas por el impago de 2,6 millones de euros, el coste del suministro de los últimos años. Hasta principios de noviembre, el lugar estaba exento de estas facturas gracias a un acuerdo tácito con las autoridades locales, intocable desde nadie recuerda cuándo. Nunca ha pagado el agua, aunque sí todos los demás servicios. Ahora, “por sorpresa”, llega esta reclamación inasumible.

“Empezaremos a pagar mes a mes de ahora en adelante, pero es imposible hacer frente a lo pasado”, reconocen en la secretaría del patriarca Teófilo III. La congelación de la cuenta se produjo, informa, hace 10 días. No se está pudiendo abonar el salario de sacerdotes, monjas, profesores y otros trabajadores de las iglesias y conventos ortodoxos. Se han devuelto los cheques de la compañía de electricidad, teléfono, Internet y tasas municipales. A los peregrinos se les ha pedido que lleven agua para consumo propio, porque no podrán tenerla en el recinto sagrado.

Presionar a las Iglesias

Preocupa el dinero, pero, sobre todo, el cambio de enfoque que supone esta exigencia, la ruptura de un privilegio histórico de forma “burda”. “Se trata de presionar a las Iglesias, de imponer nuevas medidas que afectan a lo más sagrado, cambiando el estatus quo de hace siglos”, denunció en una nota la Coalición Nacional Cristiana de Tierra Santa. El proceso está en plena negociación, después de que Teófilo III haya exigido la mediación de los Estados Unidos, Rusia, Grecia, Chipre, Jordania y el Vaticano.

viviendas en asentamientos colonos de judíos en Israel

Viviendas en asentamientos colonos en Israel

Polémica causó también la instalación de una torreta de electricidad por parte de colonos de Jerusalén Este en pleno Getsemaní. Al vivir en el Monte de los Olivos, estos judíos debían conectar sus contadores a la compañía de luz palestina, pero como se niegan por motivos políticos, instalaron de la noche a la mañana su propia antena, en plena zona franciscana, para engancharse a la compañía israelí, que opera a pocos metros. Los custodios denunciaron el riesgo que suponía una instalación tan precaria, la invasión de su terreno y el daño a los turistas que diariamente acuden a la loma. En el Ayuntamiento de Jerusalén defienden el “derecho” de los colonos a “elegir”.

La comunidad cristiana está consternada, pues, porque entiende que no se trata de incidentes provocados por jóvenes radicales, puntuales, anecdóticos, o de un error administrativo, sino que denotan un cambio de mentalidad en la población israelí, cada vez más escorada y menos abierta a la convivencia.

Es la denuncia que repite en cada comunicado la Asamblea de Ordinarios Católicos de Tierra Santa. Hablan de agresiones causadas por “el desprecio y la ignorancia” con que se educa en las escuelas locales, “cerradas” sobre su tradición judía, obviando a los 150.000 cristianos que ostentan la misma ciudadanía israelí. De ahí que reclamen medidas “urgentes” para formar a las nuevas generaciones en “respeto y diversidad”.

Saeb Erekat, el máximo negociador de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), comparte esta visión, censura la “cultura del odio y el racismo” instaurada en la base de la sociedad. El presidente israelí, Simón Peres, defendió que el judío es “un pueblo de buenas obras” y que “no aceptará” actuaciones que van contra su naturaleza.

La Asamblea de Ordinarios Católicos de Tierra Santa
denuncia “el desprecio y la ignorancia”
con que se educa en las escuelas locales,
obviando a los 150.000 cristianos
que ostentan la misma ciudadanía israelí.

El más contundente a la hora de explicar la raíz del conflicto ha sido el custodio de Tierra Santa, el padre franciscano Pierbattista Pizzaballa, que en septiembre concedió una entrevista al diario Haaretz, el de mayor proyección exterior, insólita por su escasísima aparición en los medios y por su dureza.

“Ha pegado un puñetazo en la mesa”, decían sus frailes, satisfechos, por los pasillos de San Salvador. Y es que tras 22 años destinado en Jerusalén, a punto de dejar el cargo, ha optado por hablar claro. “Si los judíos quieren que la gente los respeten, es necesario respetar a los demás”, sentenció. Lamentó que la palabra “cristiano” evoque en los judíos la idea de “Holocausto e Inquisición”, un mal que no es de minorías, sino de “toda” la sociedad.

Apenado, constata que apenas conocen que las raíces del cristianismo están en su misma tierra santa, lo que impide el respeto esencial. Recuerda los escupitajos a los monjes, empujones a quien porta cruces por la Vía Dolorosa, gritos. La “gran incertidumbre” que genera ese clima le ha hecho escribir a las autoridades de Israel. Aún no hay respuesta.

“En la práctica, los políticos niegan nuestra existencia aquí”, se duele. Pone un ejemplo: en julio, el diputado Michael Ben Ari arrancó páginas de un Nuevo Testamento, jocoso, ante las cámaras de una televisión local. “La respuesta fue muy débil (…) cuando ese es un libro santo para millones de cristianos”. Pizzaballa no cesa de repetir que se está perdiendo la “identidad cristiana de Tierra Santa”.

“Nos toleran apenas, somos vecinos prescindibles”, dice el hermano Rafael, de la Comunidad de las Bienaventuranzas, que aplaude la “valentía” de Pizzaballa. Tras 15 años en la zona, confirma que la tensión ahora es “parecida a la de 2004”, año de gabinetes de crisis y quejas del Vaticano. Nada de eso hay ahora.

El custodio de Tierra Santa,
el franciscano Pierbattista Pizzaballa,
“ha pegado un puñetazo en la mesa”:
“Si los judíos quieren que la gente los respeten,
es necesario respetar a los demás”.

Sabe que las últimas agresiones a templos son obra de colonos radicales, según la Policía, pero recuerda otros detalles que son “desgraciadamente generalizados”: vecinos que tiran basura a los claustros de las iglesias próximas a ultraortodoxos, gestos obscenos a estudiantes de colegios cristianos, libros de texto mordaces con la Iglesia o el Ministerio del Interior denegando visas para religiosos, entre 70 y 80 al año. Son datos del propio Ministerio, que alude a “problemas burocráticos solventables”.

Un tesoro que no se cuida

En octubre, en una intervención con jóvenes, Fouad Twal, cabeza del Patriarcado Latino, añadía: “Somos un tesoro y no nos cuidan”. Alude al turismo religioso, que solo en Semana Santa deja 125.000 visitantes; el 56% de todos los turistas que visitan la zona son cristianos atraídos por los Santos Lugares.

El Ministerio de Turismo no se ha pronunciado sobre los ataques. Twal confesó que es “admirable” la solidaridad que están recibiendo todas las ramas del cristianismo, pero lamenta que llegue mayoritariamente desde fuera.

El rabino Levi Weiman-Kelman, reformisma, al frente de una sinagoga en el barrio jerosolimitano de Baqa, acaba de participar en un encuentro en Belén, amparado por el Comité para las Relaciones con los Judíos de los ordinarios católicos. Regresa “descorazonado” por el “dolor” de los sacerdotes con los que ha hablado.

turistas en la Iglesia de la Natividad

Turistas en la Iglesia de la Natividad

¿Cree que su visión del desapego de la sociedad israelí es acertada? “Sí, lamentablemente. Yo mismo sufro el ostracismo en mi misma comunidad por proponer un judaísmo más abierto, por ejemplo, con un mayor papel de la mujer. El país está sufriendo una involución. Pasamos de un Estado que nació laico, que ha evolucionado a estrictamente judío, sin reparar en minorías que están en su ADN, como los cristianos o los musulmanes. No podemos perseguir, sabemos demasiado de eso. Israel debe avanzar en la diversidad de su gente”, reclama.

A su juicio, es “factible” el retorno a ese año negro de 2004, cuando se produjeron serias agresiones físicas, si los líderes de las comunidades y los políticos no lanzan “un necesario mensaje de convivencia”.

En Jdeideh, el padre Yohanna Bshouti, párroco greco-católico y ponente, junto al rabino, en las mismas jornadas de Belén, recuerda el alza de los partidos ultraortodoxos judíos en la escena nacional, con el Shas, la Unión Nacional, el Partido Nacional Religioso y Judaísmo Unificado de la Torá. Todos ellos han apoyado al primer ministro en las dos últimas legislaturas, siendo en la práctica llave de gobernabilidad. “Entre el crecimiento demográfico de la comunidad ultraortodoxa, que triplica la media nacional, y el poder creciente, es entendible el declive de los que somos diferentes”, asevera.

Gideon Aran es profesor de Sociología de las Religiones en la Universidad Hebrea de Jerusalén. Se niega a hablar de “persecución”, como Weiman-Kelman, y busca una razón política para la “falta de empatía” entre las comunidades.

“El judaísmo es la base de este Estado –señala–. Nació como hogar de los judíos que no tenían a dónde ir. Sean más o menos practicantes, sus habitantes tienen la misma raíz, y es religiosa, étnica. Venimos de una experiencia histórica común de diáspora que cuajó en un nacionalismo religioso. Es cierto que se ha exacerbado en los últimos años, que no era así en los 70, 80 y 90 [del siglo pasado], pero hay que entender la situación de aislamiento del país en su entorno. No hay que mirar más que a Egipto o Siria para ver que los cristianos pueden vivir en paz aquí”, razona, aunque reconoce que el currículo “educativo y vital” de un israelí no da “mucho espacio” al diferente. Ratifica los datos del Instituto Smith: el 46% de los judíos de Israel desconoce que Jerusalén es también una ciudad santa para los cristianos.

El currículo educativo de un israelí
no da “mucho espacio” al diferente:
el 46% de los judíos de Israel desconoce que
Jerusalén es también una ciudad santa para los cristianos.

En la agencia de viajes Masada Tours, a pocos metros de la Puerta Nueva, donde está el cuartel general de los franciscanos en Jerusalén, su gerente, Udi Akelman, confiesa que están teniendo numerosas consultas por parte de sus contrapartes, especialmente en Europa y América Latina, sobre la seguridad de viajar a Tierra Santa.

Da un dato curioso: dice que, tras el ataque en Latrún, recibió tantas llamadas como hace tres semanas, durante la Operación Pilar Defensivo de Israel contra Gaza. “Muchos turistas vienen con una ruta muy trazada, para ir a los lugares bíblicos, y cuando escuchan que hasta unos monjes han sido violentados, se asustan. A Gaza saben que no van”, explica. Su mensaje es de calma. “Les digo que todo es seguro, que ningún grupo ha sido atacado. Por ahora no tenemos ninguna cancelación por el price tag o por la amenaza de cierre del Santo Sepulcro”, consulta en el ordenador.

“La Navidad se espera tranquila”. Es la frase con la que zanjan la conversación en el Ministerio de Turismo israelí. En el de Seguridad Interna, defienden que se hace “todo lo posible por vigilar los lugares de interés” y que no hay “motivo de alerta” que pueda complicar las visitas. Recuerdan, cambiando el tercio, que el nivel de alerta antiterrorista está elevado desde el último ataque a un autobús en Tel Aviv, el 21 de noviembre. Ni una palabra sobre los colonos.

Confiscaciones de tierras

La presión de Israel sí se dejará notar, pese a todo, a pocos kilómetros de la Basílica de la Natividad de Belén. La Asamblea de Obispos de Tierra Santa ha emitido un comunicado en el que denuncia que las confiscaciones de tierra prosiguen en Cremisán, una zona que rodea la aldea palestina de Al Walaja, área verde de la anexa Beit Jala, de uso agrícola y recreativo, donde se encuentran importantes fuentes de agua, y que quedará desconectada de la población, ya que el Ejército de Israel las quiere usar para ampliar el muro de separación con Cisjordania, 750 kilómetros que comenzaron a levantarse en 2003. No parecen suficientes.

Padre Ibrahim parroco catolico en Beit Jala, en misa en Cremisán

El párroco católico P. Ibrahim, en la misa del viernes en Cremisán

Un total de 58 familias cristianas se verán afectadas, incapaces de trabajar las tierras de las que viven, y dos congregaciones salesianas tendrán que interrumpir sus servicios; destaca especialmente un colegio de hermanas de la orden al que acuden 450 menores. Si el muro avanza, quedará cortado.

El P. Ibrahim, párroco católico de Beit Jala (centro), lleva más de un año celebrando cada viernes una misa en Cremisán, pero nada ha logrado. “La causa por la que quieren esta tierra no es la seguridad de Israel, sino quedarse con más territorio y conseguir la unión de las dos colonias cercanas, Giló y Har Giló”, explica.

Tampoco la vía legal ha dado resultados: la expropiación está recurrida en los tribunales. Whilliam Shomali, obispo católico responsable de los Territorios Palestinos en el Patriarcado Latino, explicó a la agencia ACN News que defienden la doctrina de la Corte Internacional de Justicia, que en 2004 ya declaró “ilegal” el muro, por atentar contra los derechos de propiedad y movilidad de los palestinos. Shomali ha negado “categóricamente” que la Santa Sede y la iglesia local de Beit Jala hayan llegado a un acuerdo explícito o implícito con las autoridades israelíes a propósito de la construcción de este muro. “Nos hace daño directamente, y también a nuestra comunidad. No podemos acatarlo tras tantos meses de lucha”, constata el padre Ibrahim.

El obispo reconoce que no buscan un trato especial “por ser cristianos”, pues “todos los palestinos sufren de igual manera”, pero ejemplifica con Cremisán el bloqueo negociador con el Gobierno de Israel, las “complicaciones” para llevar a delante un diálogo. Un “síntoma” que se suma a los ataques directos.

“La cerrazón lleva al aislamiento y a la incomprensión. Mi país debe cambiar con urgencia o perderá una riqueza inconmensurable. Yo he vivido en ella y es la que quiero para mis hijos”, concluye el rabino Levi Weiman-Kelman.

En el nº 2.827 de Vida Nueva.

 

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