Tierra Santa. Los ataques de colonos resquebrajan la convivencia

Los cristianos están atemorizados por la radicalización de la población israelí

dos jóvenes sentadas junto al Santo Sepulcro en Jerusalén

CARMEN RENGEL. JERUSALÉN | La sombra de la Abadía de la Dormición, donde la Virgen concilió el sueño eterno, refresca el monasterio de San Francisco, en Jerusalén. Desde el patio franciscano se toca la riada de turistas que acuden al Cenáculo, escenario de la Última Cena de Jesús y sus apóstoles. Los monjes que habitan el complejo completan un triángulo santo para la cristiandad, que, de pronto, ha sido mancillado por el extremismo.

El 2 de octubre, al amanecer, los frailes descubrieron pintadas en sus puertas y muros en las que se llamaba “bastardo” a Jesucristo. Junto a los insultos, los nombres de varios puestos de avanzada de colonos en Cisjordania, esos pequeños bloques de caravanas y casas prefabricadas que son el embrión de un futuro asentamiento. Y también una marca, price tag, algo así como el precio a pagar por los gentiles por estar en la tierra que Dios legó a los judíos, según la versión de los más radicales.

De ellos parece obra esta nueva agresión, la última a la que por ahora se ha enfrentado la comunidad cristiana de Tierra Santa. Todas las señales apuntan a un grupo de extremistas judíos que cargan contra intereses cristianos y musulmanes.

En 2012, además del convento franciscano, cuadrillas con idéntico odio atacaron otras tres sedes cristianas. Cuatro ataques, junto a los más de 60 realizados con la misma etiqueta de price tag en mezquitas, colegios y oficinas administrativas en localidades palestinas.

Nadie movió un dedo cuando las víctimas eran árabes. Con el incremento de objetivos cristianos, la Policía, en cambio, creó una unidad para investigar lo ocurrido. Su primera valoración, en el lugar de los hechos, siempre fue tranquilizadora. “Tenemos evidencias, daremos pronto con ellos”. Y, sin embargo, 2012 está a punto de cerrar sin un solo detenido.

pintada anticristiana en el monasterio de los trapenses en Latrún cerca de Jerusalén

Pintada anticristiana en el monasterio de los trapenses en Latrún

Presionar a las Iglesias

“Nos sentimos atemorizados. No sabemos qué puede venir después”, reconoce Rifat Kassis, portavoz de Kairos Palestine, una destacada organización de cristianos de base. “Siempre han atacado de noche hasta ahora, pero otro día pueden hacerlo con los templos llenos de fieles o de turistas y la catástrofe puede llegar. La pintura se limpia. Las vidas no se restituyen”, advierte.

Otro suceso, más burocrático, ha puesto en alerta a los cristianos: el Patriarcado greco-ortodoxo de Jerusalén ha amenazado con cerrar el Santo Sepulcro como medida de presión, después de que la compañía israelí de aguas le haya congelado sus cuentas por el impago de 2,6 millones de euros. El lugar estaba exento de estas facturas gracias a un acuerdo tácito con las autoridades locales, intocable desde nadie recuerda cuándo. Nunca ha pagado el agua, aunque sí todos los demás servicios. Ahora, “por sorpresa”, llega esta reclamación inasumible.

Preocupa el dinero, pero, sobre todo, el cambio de enfoque que supone esta exigencia, la ruptura de un privilegio histórico de forma “burda”. La comunidad cristiana está consternada, pues, porque entiende que no se trata de incidentes provocados por jóvenes radicales, puntuales, anecdóticos, o de un error administrativo, sino que denotan un cambio de mentalidad en la población israelí, cada vez más escorada y menos abierta a la convivencia.

La Asamblea de Ordinarios Católicos de Tierra Santa
denuncia “el desprecio y la ignorancia”
con que se educa en las escuelas locales,
obviando a los 150.000 cristianos
que ostentan la misma ciudadanía israelí.

Es la denuncia que repite en cada comunicado la Asamblea de Ordinarios Católicos de Tierra Santa. Hablan de agresiones causadas por “el desprecio y la ignorancia” con que se educa en las escuelas locales, “cerradas” sobre su tradición judía, obviando a los 150.000 cristianos que ostentan la misma ciudadanía israelí. De ahí que reclamen medidas “urgentes” para formar a las nuevas generaciones en “respeto y diversidad”. Según el Instituto Smith, el 46% de los judíos de Israel desconoce que Jerusalén es también una ciudad santa para los cristianos.

El más contundente a la hora de explicar la raíz del conflicto ha sido el custodio de Tierra Santa, el padre franciscano Pierbattista Pizzaballa, que en septiembre concedió una entrevista al diario Haaretz, el de mayor proyección exterior, insólita por su escasísima aparición en los medios y por su dureza.

“Ha pegado un puñetazo en la mesa”, decían sus frailes, satisfechos, por los pasillos de San Salvador. Y es que tras 22 años destinado en Jerusalén, a punto de dejar el cargo, ha optado por hablar claro. “Si los judíos quieren que la gente los respeten, es necesario respetar a los demás”, sentenció.

Un tesoro que no se cuida

En octubre, en una intervención con jóvenes, Fouad Twal, cabeza del Patriarcado Latino, añadía: “Somos un tesoro y no nos cuidan”. Alude al turismo religioso, que solo en Semana Santa deja 125.000 visitantes; el 56% de todos los turistas que visitan la zona son cristianos atraídos por los Santos Lugares.

Más relatos de ataques y presiones a la población cristiana; declaraciones de las autoridades cristianas en la región y de otros líderes, y otros argumentos de personalidades de diversas religiones, a favor y en contra de las denuncias; la influencia de esta situación en el turismo; o la confiscación de tierras para los colonos, en el reportaje completo, disponible solo para suscriptores.

Tierra Santa. Los ataques de colonos resquebrajan la convivencia [íntegro]

En el nº 2.827 de Vida Nueva.

 

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