Siria tan solo alberga “un deseo: ¡volver a vivir!”

El nuncio en Damasco califica de “infierno” la situación por la que atraviesa el país

niños jugando entre escombros en Siria brutal guerra

Los continuos bombardeos están dejando un país en ruinas

Siria solo quiere “¡volver a vivir!” [extracto]

J. L. CELADA | Al contrario de lo que sucediera en otros países del norte de África o de Oriente Medio, Siria no está viviendo su “primavera árabe”. “Después de un año de protestas y enfrentamientos, son demasiados los factores externos que han intervenido en esta guerra”, hasta el punto de que “la población ya no tiene voz, y solo alberga un deseo: ¡volver a vivir!”.

Así de rotundo se muestra el nuncio apostólico en Damasco, Mario Zenari, quien, en declaraciones a la agencia católica italiana AsiaNews, califica de “infierno” la situación humanitaria que atraviesa Siria desde principios de noviembre, y que ha convertido a la capital en una “ciudad blindada”. El drama se agrava especialmente en los barrios periféricos de Darayya, Qudssaya y Irbin, donde, “día y noche, los bombardeos han arrasado las pocas casas que quedaban en pie”, explica.

Sin ir más lejos, el pasado día 26, los ataques de la aviación siria causaron 76 muertos, entre ellos una decena de niños que fueron alcanzados por bombas de racimo mientras jugaban en un campo de fútbol de uno de los barrios meridionales de Damasco.

Ha sido el último episodio de un conflicto que ahora mismo corre el riesgo de caer en el olvido –teme el nuncio–, porque los muertos ya no acaparan titulares. Al ser cada vez más numerosos, “se han convertido en rutina”, se lamenta Zenari. Por si fuera poco, con el embargo se hace muy difícil recibir ayuda humanitaria.

Ante este panorama y la celebración del Adviento, el prelado invita a todos a “orar por Siria, a consagrar un momento de la jornada a los sufrimientos de estas gentes”. Y añade: “No dejemos que caiga en el olvido el sufrimiento que padecen los sirios”.

El arzobispo italiano relata también cómo muchos de sus empleados “viven en la Nunciatura porque no pueden regresar a sus casas”, y otros “ni siquiera tienen un techo y deben pasar la noche en los sótanos o en refugios. Las parroquias se han transformado en grandes dormitorios; los conventos tratan de brindar su hospitalidad a todo el mundo, incluso en el jardín…”.

Pero ahora, con la llegada del invierno, todas estas personas desplazadas corren el riesgo de morir de hambre y de frío. “Recibo a diario llamadas telefónicas de religiosos y sacerdotes que me preguntan qué podemos hacer por estas gentes”, reconoce el nuncio. Y él mismo se responde: “La Iglesia ha puesto a disposición del pueblo todos sus espacios: oficinas, almacenes e incluso los lugares de culto. Sin embargo, sin la ayuda exterior y la posibilidad de un alto el fuego, todos estos esfuerzos acaban siendo una pequeña gota de agua en el mar”.

Represalias y secuestros

A la vuelta de un reciente viaje a su Italia natal, Zenari ha constatado un severo empeoramiento de la situación en muy poco tiempo. Este agravamiento se pone de manifiesto en que, al dolor provocado por los bombardeos, se añaden las represalias por parte de grupos políticos y religiosos, además de la delincuencia local, que no toma partido por ninguna de las facciones y actúa por su cuenta.

Tal clima de inestabilidad propicia, asimismo, el aumento de los secuestros, que se cuentan ya por cientos y que no solo afectan a los ricos, sino a los más pobres. Una auténtica “plaga”, que diezma a numerosas familias –también en Damasco–, haciendo su vida todavía más difícil, ante el más absoluto silencio de los medios de comunicación.

Además de los secuestros por razones políticas, de los que se sirven ambos bandos para el intercambio de prisioneros, hay otros que se llevan a cabo para extorsionar a las familias. Esto obliga a muchas de ellas a realizar colectas públicas, en un intento desesperado por liberar a sus parientes, expuestos a un posible asesinato ante la indiferencia general. Según el nuncio, también la Iglesia participa activamente para hacer frente a estas situaciones, a través de comités parroquiales creados para negociar con los secuestradores.

“La Iglesia es la única institución que realmente permanece en pie en un país donde todas las organizaciones estatales y privadas están en vías de desaparecer”, desvela Zenari. Cristianos, musulmanes, alauitas y suníes acuden a ella en busca de ayuda. “Los eclesiásticos, sacerdotes, religiosos y religiosas –concluye– arriesgan a menudo sus vidas tratando de llevar la reconciliación y el perdón, incluso allá donde parece imposible”.

En el nº 2.827 de Vida Nueva.

 

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