La sociedad también empieza por el techo

La Campaña de Personas Sin Hogar cumple 20 años mientras la crisis ahonda este drama

hombre sin techo tumbado en la calle

MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | En medio de la marejada de la crisis, que arrastra con todo y a todos, las principales víctimas son las personas en situación de exclusión social. Y, dentro de este colectivo, quienes se ven sumergidos en la total desprotección son aquellos que carecen de un techo bajo el que cobijarse. Son las personas sin hogar. Ciudadanos de pleno derecho, aunque sin derechos en muchos aspectos.

Frente a lo que constituye una evidente injusticia –que interpela por igual a la ética y a la legalidad, pues la Constitución recoge el derecho a la vivienda–, acaba de ponerse en marcha la Campaña de Personas Sin Hogar, que cumple 20 años de existencia.

Impulsada por Cáritas y otras organizaciones de apoyo a personas en situación de sinhogarismo, el lema de esta 20ª edición habla a las claras del fondo del problema: Son derechos, no regalos. Nadie sin hogar. No se trata de una acción secundaria, tampoco de solidaridad. Ha de ser una prioridad para el conjunto de la sociedad, interpelando ante todo a las administraciones públicas. Pero, ¿cuál es la respuesta de estas?

Frente a lo que cabría pensar, según denunciaron los convocantes de la campaña en su presentación, el pasado 22 de noviembre en Madrid, “el acceso de las personas que viven en la calle a la protección social está cada vez más restringido”. Es decir, en tiempos de crisis, los más indefensos padecen “una modificación restrictiva de las leyes existentes de servicios sociales”. En definitiva, se les cierran aún más las puertas.

Una realidad que conocen de primera mano en el madrileño Albergue San Juan de Dios, gestionado por religiosos hospitalarios y perteneciente a la Federación de Entidades y Centros para la Integración y Ayuda de Marginados (FACIAM), otra de las entidades impulsoras de la Campaña de Personas Sin Hogar.

Andrés Gabaldón, laico y director técnico del centro desde 2003, expone la gravedad de la situación actual desde la perspectiva de su dilatada experiencia. La suya personal y la del propio albergue, que fue fundado en 1979: “Tenemos capacidad para 140 personas, a las que ofrecemos alojamiento, cena y desayuno. En algunos casos concretos también damos comidas. Hasta ahora, siempre habíamos tenido algún espacio libre, pero, con la crisis, ya todos los días estamos a tope, teniendo que mandar a los que no podemos atender a otros centros”.

Más testimonios sobre el drama de los sin hogar y sus peticiones, y las propuestas desde la teología moral, en el reportaje completo, disponible solo para suscriptores.

La sociedad también empieza por el techo [íntegro]

En el nº 2.827 de Vida Nueva.

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