Cada año hay mil cristianos menos en Tierra Santa

“Es una verdadera hemorragia humana”, define Fouad Twal

Fouad Twal, patriarca latino de Jerusalén

Fouad Twal, patriarca latino de Jerusalén

CARMEN RENGEL. JERUSALÉN | El patriarca latino de Jerusalén, Fouad Twal, ha puesto el acento en una consecuencia seria que puede tener esta presión creciente sobre su comunidad, sobre todas las ramas del cristianismo, si no se detiene y termina por ser un verdadero obstáculo para la vida de los cristianos: la emigración.

“La salida de los cristianos de Tierra Santa se puede definir como una verdadera hemorragia humana. Nosotros sufrimos mucho por esto, porque somos pocos y, por lo tanto, una sola persona que se vaya tiene su peso. La emigración a este ritmo puede representar un riesgo alto”, dijo tras el ataque al convento de San Francisco de Jerusalén.

El Ministerio del Interior de Israel confirma que son mil los cristianos que se marchan cada año. En una comunidad de 50.000, es alarmante. Se van, sobre todo, por falta de oportunidades. Ocurre también al otro lado, entre los palestinos, unos 150.000 cristianos. Twal culpa en este caso a “la ocupación, a la situación política, a la difícil condición de vida, a la falta de trabajo, de confianza. Es casi normal que surja esta posibilidad de emigrar, porque el único remedio verdadero y radical, la paz, está aún lejos”.

Preocupación también por los que entran, como los inmigrantes cristianos que llegan desde Asia y África, especialmente filipinos. “Son mano de obra y se encuentran ahora en una posición vulnerable porque podrían ser expulsados de un momento a otro. Por este motivo, la Iglesia intenta darles un buen servicio religioso o asesoría legal, para ayudarles a vivir y que no olviden su propia identidad cristiana”, añade el patriarca.

Una orden dada por el Ministerio del Interior obliga a expulsar a todo aquel que esté en situación irregular, incluso quien haya pedido ser asilado por sufrir persecuciones (hay al menos 400 refugiados que alegan razones religiosas, dice el ACNUR, la oficina del ramo de Naciones Unidas). Quien no se marche voluntariamente, corre el riesgo de ser encarcelado por tres años.

En el nº 2.827 de Vida Nueva.

 

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