Percepciones, a partir del Sínodo, para una evangelización “nueva”

grupo de gente en un templo delante de una imagen de Cristo resucitado

grupo de gente en un templo delante de una imagen de Cristo resucitado

Percepciones, a partir del Sínodo, para una evangelización “nueva” [extracto]

SANTIAGO SILVA RETAMALES, secretario general del CELAM |

1. El “sínodo”, un camino juntosSantiago Silva Retamales obispo Valparaíso Chile secretario general del CELAM

En la reunión de obispos sobre La nueva evangelización y la transmisión de la fe cristiana, celebrada en Roma en octubre, se ha cumplido lo que la palabra “sín-odo” (en griego, syn-hodos) significa: un “caminar juntos” en busca de lo que el Señor pide a su Iglesia para anunciarlo en los actuales escenarios como fuente de vida y verdad.

Cuando se camina juntos se tiene la alegría del encuentro y, cuando llega el momento de la separación, esta ya no es de desconocidos, sino de hermanos que han vivido una misma experiencia eclesial. Cuando se camina juntos se cuenta con la sabiduría y experiencia de los de más edad y los bríos e ilusiones de los más jóvenes. Cuando se camina juntos se comparten pareceres que nos ayudan a vivir la comunión, que también exige exponer las divergencias, precisamente para fijar mejor cómo llegar a la meta.

Sin comunión no se puede caminar juntos: perderíamos la ruta, pues, en las cosas de la Iglesia, la suma de individualidades no nos hace “asamblea” o ekklesía al servicio de la evangelización.

Con tantos obispos, venidos de tan diversas realidades y con experiencias personales tan disímiles, no se camina juntos callándose las diversas perspectivas, los diferentes énfasis, las divergencias, pues estas nos ayudan a discernir mejor el modo de alcanzar la meta.

El “sínodo”, presidido por el Papa, reunió a obispos de los cinco continentes para reflexionar sobre qué caminos hay que recorrer para que Cristo sea hoy y siempre el Señor de la historia. En el marco eclesial de la comunión y en el marco pastoral de la preocupación por las Iglesias y su misión, los participantes compartimos experiencias y visiones sobre la nueva evangelización y la transmisión de fe cristiana en los tiempos que corren.

Hemos de fijarnos en medios
que saquen al hombre de hoy de su
desidia y desinterés por Cristo y la Iglesia,
y lo atraigan a la fe en Él.

El Papa, quien participó en muchas de las sesiones, era el “padre” que escuchaba con atención a todos para poder indicarnos, mediante la futura exhortación postsinodal, cuáles son los caminos para hacer nueva la evangelización de siempre.

2. Percepción de una “nueva” evangelización

Luego de escuchar a numerosos hermanos obispos, a un grupo representativo de sacerdotes, de religiosos y religiosas y de laicos (hombres y mujeres), me formé varias percepciones de lo que podría ser hoy una “nueva” evangelización. Lo que aquí digo tiene carácter limitado e incluso sesgado por la naturaleza de esta comunicación.

Me fui al Sínodo y participé en él con una pregunta que me ayudaría a centrar el tema: ¿qué tiene que tener hoy la evangelización para que sea realmente “nueva”?

Los criterios que me aportó fueron principalmente dos: no repetir lugares, énfasis, modelos pastorales y pedagógicos que se vienen revelando desgastados y limitados; y fijarme en medios que sacaran al hombre de hoy de su desidia y desinterés por Cristo y la Iglesia, y lo atrajeran a la fe en Él.mujer rezando en un templo oscuro delante de una vidriera de colores

Por lo demás, tengo claro que la evangelización no va a ser “nueva” si cambiamos a Quién (Jesucristo) y Qué (mensaje) tenemos que anunciar. Pero entonces, ¿qué la hace “nueva”?

Destaco siete aspectos:

a) La evangelización será “nueva” si todos los miembros de la Iglesia y toda su actividad evangelizadora (anuncio de la Palabra, celebración de la fe y los sacramentos, y servicio en la caridad) realmente suscitan, acompañan y acrecientan un auténtico encuentro personal y comunitario con el Señor Jesús.

Las categorías de “encuentro” y “presencia” responden a un anhelo muy sentido del hombre contemporáneo. El encuentro con Jesús es el que garantiza nuestra identidad de discípulos misioneros en el mundo. El auténtico encuentro con el Señor no separa las dos dimensiones del mismo: la divina y la humana, es decir, el encuentro como gracia y el encuentro como responsabilidad. La dicotomía en estas dimensiones explica, por ejemplo, una práctica sacramental sin conversión de vida y sin fidelidad creativa (una gracia que no supone la naturaleza), o bien voluntarismos y moralismos que, por no abrirse del todo a la gracia o por estorbarla, terminan vaciando el espíritu de ilusión (una naturaleza que no se dispone a la gracia).

b) La evangelización será “nueva” si no nos centramos solo en la dimensión cognoscitiva de la fe en Jesucristo, entendida como “conocimiento de Dios”, sino que también revelamos para los hombres y las mujeres de hoy su dimensión existencial y significativa para toda vida humana.

La fe tiene que responder
a las preguntas que hombres y mujeres
se formulan hoy, ya de forma explícita como implícita,
y de este tipo son la gran mayoría.

Al ofrecer a Jesús como Verbo de Dios hecho hombre, tenemos que proponerlo como aquel que se hizo uno de nosotros, asumiendo nuestra humanidad, condición de posibilidad para entrar en comunicación con nosotros y para salvarnos mediante la comunión con Él (“se salva lo que se asume”). La fe es un don divino que crea una adhesión y relación personal con el Verbo de Dios en cuanto acontecimiento de comunicación y salvación “para” mi vida y “para” nuestra vida. Cristo, en y por su Iglesia, sale a mi encuentro, me integra a sí y a su comunidad, para “decir-me” o “decir-nos” cosas vitales (comunicación) y “transformar” (salvación) mi existencia personal, familiar y social.

Por tanto, la evangelización es “nueva” si toca nudos personales (“yo y mis circunstancias”) y comunitarios, en primer lugar, aquello que realmente me interesa, y luego, aunque no en sentido cronológico, abre desde aquí a todas las dimensiones propias de la fe. Solo así el mensaje no se percibe como “imposición”, algo que viene de afuera.

La fe atrae cuando se manifiesta su incidencia real en la vida de cada día. Hoy más que nunca hay que anunciar los diversos aspectos del misterio de Jesucristo desde el diálogo y la lectura sapiencial y profética de las situaciones humanas cotidianas, tanto personales como socioculturales. La fe tiene que responder a las preguntas que hombres y mujeres se formulan hoy, ya de forma explícita como de forma implícita, y de este tipo son la gran mayoría.

c) La evangelización será “nueva” si con nuevos lenguajes y pedagogías presentamos el misterio de Jesús e invitamos al encuentro con Él. Hoy, los lenguajes al servicio de la comunicación que más se entienden son los simbólicos y los virtuales; hoy, el lenguaje de la relación humana que más se entiende es el diálogo y el amor.

Empleando estos lenguajes, que provienen de discípulos que viven en el mundo, entre la gente y con ella, se vehicula la fe, se invita al encuentro con el Señor y se interpela la vida. Evangelizar hoy es buscar pedagogías que respondan a la situación de las personas, que consideren su realidad y su progresión gradual hacia la fe y el compromiso cristiano.

Estos nuevos lenguajes están llamados a servir de “puentes” entre Jesús anunciado y “los destinatarios”, quienes, cuando se resalta el carácter dialogal del lenguaje (como Jesús con Nicodemo o la Samaritana), se transforman en “interlocutores”, pues se saben invitados a responder, con amplios espacios para hacer dialogar la propia vida con Jesús y su mensaje.

d) La evangelización será “nueva” si somos capaces no solo de una profunda conversión personal, sino también de una valiente conversión pastoral, revisando estructuras, métodos y estilos de evangelizar que ya no son canales adecuados para comunicar a Jesucristo como acontecimiento que, por mediación de su comunidad, la Iglesia, revela a Dios y transforma la vida. La sabiduría y la prudencia no pueden dejar de acompañar todo este proceso, pues es fácil deshacerse no tanto de lo que ya no sirve para evangelizar, sino de lo que no me gusta o no acepto.

e) La evangelización será “nueva” si nos dejamos renovar por el Espíritu Santo, quien hace posible un nuevo ardor en los evangelizadores. La nueva evangelización es un acontecimiento del Espíritu Santo (en este sentido es “pentecostal” y “espiritual”), quien dispone y sella el encuentro con la persona y la obra de Jesucristo. Del gozo y la alegría del encuentro con el Señor, dones del Espíritu, brota la misión, la que –según Hechos de los Apóstoles– tiene por protagonista al Espíritu Santo que procede de Jesús resucitado y de su Padre.

La evangelización será “nueva”
si la Iglesia y sus miembros son capaces
de hacerse cercanos, amigos, peregrinos, compañeros…
de los hombres y mujeres de hoy.

f) La evangelización será “nueva” si presentamos la fe en diálogo con la razón y con su cualidad interna de belleza y armonía.

Frente al predominio científico y tecnológico, la fe está llamada a demostrar que su fuente (revelación), contenido (adhesión vital a Jesús y mensaje) y dinámica (acto de creer) no son irracionales, más aún, respetan y perfeccionan los actos humanos, particularmente los de la razón. Un buen contenido en el diálogo razón-fe es la presentación socio-histórica de Jesús, mostrándolo en su espacio y tiempo y con sus condicionamientos socioculturales; este actual campo de investigación bíblica es propicio para el acercamiento con agnósticos y ateos.

También el motivo de la belleza y armonía interna de la fe se transforman para el hombre contemporáneo en aliciente para abrirse al don divino de la fe. De este modo, tanto el diálogo razón-fe como la belleza y armonía de esta son para el hombre de hoy, por un lado, preámbulos de la fe, los que, sin ser la fe propiamente tal, la preparan y, por otro, favorecen la teología de la credibilidad.

g) Finalmente, la evangelización será “nueva” si la Iglesia, sus miembros y sus comunidades son capaces de hacerse cercanos, amigos, peregrinos, compañeros… de los hombres y mujeres de hoy y de todas las realidades que pertenecen, para bien o mal, al caminar de la humanidad. Jesucristo, Palabra de Dios hecha carne, es fuente de comunión con Dios y con los demás, y la Buena Nueva “se predica” precisamente viviendo, por parte del discípulo, la dinámica de la encarnación en la cotidianidad, para testimoniar la comunión que recibe como don para compartirla con otros.

Estas percepciones me parecen importantes para hacer que la evangelización sea “nueva”, pues –me parece– tienen en cuenta la cultura y los anhelos del hombre y de la mujer de hoy.

En el nº 2.826 de Vida Nueva.

ESPECIAL LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

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