‘César debe morir’: el arte de ser libre

César debe morir fotograma de la película

César debe morir fotograma de la película

J. L. CELADA | Desde La gran evasión (1963) a Cadena perpetua (1994), son incontables las producciones del subgénero carcelario que han hecho de la fuga todo un arte. Menos habitual resulta encontrarse con historias en las que la conquista de tan ansiada libertad –interior, eso sí– llega justamente a través del arte, en concreto, del teatro. Es el caso de César debe morir, el aclamado último trabajo de los hermanos Paolo y Vittorio Taviani.

Con la colaboración de Fabio Cavalli, los octogenarios cineastas italianos han decidido inmortalizar en imágenes el proyecto escénico que este llevó a cabo en la prisión romana de Rebibbia: un montaje teatral de Julio César, el clásico de Shakespeare, con reclusos del módulo de máxima seguridad. El resultado es una cinta de apenas 80 minutos de duración, pero cuya carga dramática está a la altura de la tragedia representada.

Un atípico casting, coronado por la condena sobreimpresionada de cada uno de los intérpretes, da paso a los ensayos de la obra: los oficiales y los que cada cual improvisa e incorpora a sus rutinas diarias. Unos y otros ponen de manifiesto enseguida que los textos del dramaturgo británico hablan un idioma universal, hasta el punto de que personajes y personas se confunden.

Es tal su grado de identificación con el papel asignado, que la trama discurre al compás que va marcando un texto donde abundan argumentos y situaciones muy familiares para este grupo de actores noveles: el asesinato, la conspiración, la traición, la venganza, las luchas de poder…César debe morir fotograma de la película

A todo ello cabe añadir el empleo del blanco y negro en la mayor parte del metraje (un amplio flash-back que abarca los seis meses previos al estreno de la función), que imprime a la narración un carácter semidocumental. Solo cuando llega la hora de alzar el telón y compartir con el mundo exterior –el público que acude al centro penitenciario a disfrutar del espectáculo– sus progresos sobre las tablas, los Taviani se toman la “licencia” de recuperar el color.

La ficción, como el propio oficio de representar –parecen decirnos–, adquieren carta de naturaleza cuando defienden libremente una idea, un sentimiento… y así lo reconoce el patio de butacas.

Los aplausos finales, máxima expresión de su éxito, devolverán a los protagonistas a la soledad de su vida anterior entre rejas, a sus sueños en voz alta desde la litera de arriba… Pero, hasta que eso sucede, César debe morir nos brinda un rato de cine intenso, libre y alejado de cualquier intriga o tiranía de la industria.

“Desde que conozco el arte, esta celda se ha convertido en una prisión”. La postrera confesión de uno de los participantes bien podría servir también como reclamo de una película que nos libera de falsas dependencias y nos devuelve el gusto por una profesión siempre dispuesta a reinventarse.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Cesare debe morire.

DIRECCIÓN: Paolo y Vittorio Taviani.

GUIÓN: Paolo y Vittorio Taviani, con la colaboración de Fabio Cavalli, basado en la obra Julio César, de William Shakespeare.

FOTOGRAFÍA: Simone Zampagni.

MÚSICA: Giuliano Taviani y Carmelo Travia.

PRODUCCIÓN: Grazia Volpi.

INTÉRPRETES: Cosimo Rega, Salvatore Striano, Giovanni Arcuri, Antonio Frasca, Juan Darío Bonetti, Vittorio Parrella, Rosario Majorana, Vincenzo Gallo.

En el nº 2.826 de Vida Nueva.

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