Exigen a la comunidad internacional que protejan a una población que se siente “abandonada”
Habitantes de Masisi huyen en busca de un lugar seguro
MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | No se trata de la exposición de un problema genérico, sino que la del Servicio Jesuita a Refugiados (SJR), referida a la República Democrática del Congo, es la denuncia documentada de una grave, concreta y urgente situación por la que piden la implicación inmediata de la comunidad internacional.
Así, según testimonian de primera mano los religiosos (por su presencia allí desde 2008), la población del distrito de Masisi, en la región de Kivu Norte, padece en los dos últimos meses un conflicto étnico que se suma al ya habitual provocado por el grupo rebelde Movimiento 23 de Marzo (M23).
De hecho, el que este enfrentamiento (que tiene lugar principalmente en la vecina región de Ruhshuru) concentre en exclusiva la atención del ejército congoleño y del destacamento en misión especial de Naciones Unidas, conocido como MONUSCO, ha provocado, según los jesuitas, que haya aflorado otra lucha a la que nadie pone coto: la que enfrenta a las etnias locales hundes y hutus.
El SJR, que explica que “esto ha causado una falta injustificada de la protección de la población” en Masisi, ilustra su denuncia con hechos pormenorizados. Así, mediante la puesta en común de fechas y hechos específicos, documentan incendios de viviendas, matanzas a machetazos, violaciones de mujeres y niñas…
Una situación que ha provocado que “la población se sienta abandonada” y desesperanzada, por lo que ya ha comenzado una imparable huida a otros territorios de quienes han pasado de este modo a ser refugiados.
Los religiosos jesuitas claman por que la comunidad internacional ponga fin a lo que puede desembocar en una guerra étnica de medidas impredecibles. Algo que solo puede hacer en la práctica al “obligar a las autoridades políticas, civiles y militares congoleñas a que garanticen la protección de estas poblaciones”.
El SJR mantiene en Kivu Norte 84 escuelas de Secundaria y desarrolla numerosos programas de atención y formación dirigidos, preferentemente, a los más desfavorecidos: niños, mujeres, ancianos y personas con discapacidad. Su denuncia, por tanto, al provenir de quienes fomentan una acogida desinteresada, global y sin diferencias entre etnias, debe ser tomada muy en cuenta. Acecha una posible crisis humanitaria. De momento, ya se ha cobrado 18 vidas.
En el nº 2.825 de Vida Nueva.
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