Iglesia guapa

Alberto Iniesta, obispo auxiliar emérito de MadridALBERTO INIESTA | Obispo auxiliar emérito de Madrid

“Sus palabras pueden seguir cambiando nuestras vidas, de ateos, en creyentes; de ciegos, en videntes; y de tibios, en fervientes amigos del Señor…”.

Más que un sesudo artículo de opinión, esta modesta columna solo quisiera ser una confidencia y una confesión de cómo veo a la Iglesia católica. Y la veo muy guapa.
Gracias al último concilio se renovaron sus estructuras y sus instituciones, mejorando la colegialidad entre los obispos, la corresponsabilidad con los presbíteros y los laicos, acercando al pueblo la Sagrada Escritura y la Liturgia; el ecumenismo, la Doctrina Social de la Iglesia, el diálogo interreligioso, etc.
La Iglesia de hoy me parece como una malla de amor y de bondad que envuelve nuestro planeta, en nombre de Cristo, movida por el Espíritu, ayudando a los hombres a ser hijos de Dios y hermanos entre sí. Aunque, en cierto sentido, los números no significan nada, también es verdad que suponen detrás mucha trastienda. Por ejemplo, en el mundo existen 408.000 parroquias, 3.000 diócesis, 5.200 obispos, medio millón de presbíteros y diáconos, y más de 700.000 religiosas. En Europa, hay 33 conferencias episcopales; en España, 23.000 parroquias y 20.000 presbíteros, 60.000 catequistas, 6.000 Cáritas parroquiales, 64.000 voluntarios y un largo etcétera.
Nadie es perfecto en este mundo; la Iglesia es limitada y pecadora. Aun así, ¿podríamos ignorar todo el bien y la bondad que vive y que promueve en todos los rincones de la Tierra? Como dice el lema del Día de la Iglesia Diocesana: “La Iglesia contribuye a crear una sociedad mejor”. En el editorial de la revista El Ciervo, en un número dedicado al Estado de bienestar, Jordi Pérez Colomé dice con sabiduría: “Del Estado de bienestar al Estado de felicidad va un trecho largo. Mejor no confundirse”.
Acaso se podría decir también que no por ser una Iglesia postconciliar y renovada, evangelizada y evangelizadora, que escucha los signos de los tiempos para adaptar el Evangelio al pueblo caminante por la historia, esperemos por eso tener una Iglesia perfecta, que solo esperamos gozar en la otra orilla del Reino de los Cielos.

En el nº 2.824 de Vida Nueva.

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