Carlos Aguiar: “Hay que generar discípulos; no basta con fieles que vayan a misa”

Carlos Aguiar presidente del CELAM y del Episcopado mexicano

Arzobispo de Tlalnepantla y presidente del CELAM

Carlos Aguiar presidente del CELAM y del Episcopado mexicano

Entrevista con Carlos Aguiar [extracto]

DARÍO MENOR | Carlos Aguiar, arzobispo de Tlalnepantla (México) y presidente del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe (CELAM) –y de la Conferencia Episcopal Mexicana al cierre de esta entrevista (el 16 de noviembre fue elegido el cardenal Francisco J. Robles Ortega)–, ha sido uno de los participantes en el reciente Sínodo sobre la Nueva Evangelización. Valora este encuentro de forma positiva y augura un cambio de ciclo, siempre que todas las instituciones de la Iglesia “hagan un examen de conciencia” y examinen “si están haciendo presente a Cristo en el mundo de hoy de la manera adecuada”.

– ¿Qué sabor de boca le deja el Sínodo?

– Fue muy esperanzador. Se vieron las diferencias en las situaciones de las Iglesias particulares, pero con una convergencia en algunos puntos muy claros. El primero es la imperiosa necesidad de una nueva evangelización. En segundo lugar, cuando se habla de la naturaleza de esta nueva evangelización, ha quedado muy claro que exige una lectura de los signos de los tiempos, una claridad sobre los grandes desafíos que nos plantean las fracturas culturales. Exige una comunión que fortalezca el trabajo de la Iglesia. También queda muy claro que la nueva evangelización está orientada al lenguaje para hablarle al hombre de hoy. Debe reflejar el estilo de vida actual para que la Iglesia sea atractiva y comprendida por todos.

– ¿La clave está en una actualización del mensaje cristiano?Carlos Aguiar presidente del CELAM y del Episcopado mexicano

– Exactamente. Me provoca mucha satisfacción que haya aparecido en el Sínodo con tanta insistencia la identidad de cada Iglesia particular, pero en comunión con las demás Iglesias. Esto refleja la Lumen Gentium. Ha emergido la vocación universal de la santidad como un argumento importante que lanzar al mundo laical. En el Sínodo también hemos hablado de la correcta interpretación del Concilio. Se ha dicho de forma muy clara que nos ha faltado aplicar más el Vaticano II. Si, hipotéticamente, en estos cincuenta años pasados, la Iglesia hubiera sido más consciente de la importancia de haberlo vivido más a fondo, hoy tendríamos una mejor situación, los problemas serían distintos.

– ¿El Sínodo va a provocar un cambio en los países hacia los que va dirigida la nueva evangelización?

– Pongo el ejemplo de Aparecida. Allí vivimos un momento del Espíritu y, quienes salimos de aquel encuentro, nos fuimos convencidos de que ese es el camino, de que hay que poner mucho empeño y entusiasmo. Con el Sínodo ocurre lo mismo. Si los grandes organismos eclesiales, como la unidad de las conferencias episcopales europeas, asiáticas o latinoamericanas nos empeñamos en ello, puede haber un cambio. Ahora bien, es muy difícil que todos empujemos de la misma manera. Si no salimos con el alma y el corazón puestos en la nueva evangelización, su impacto será limitado.

Cambio de época

– Citaba Aparecida. América Latina lleva bastante terreno recorrido en la nueva evangelización. ¿Qué ha aportado este continente al Sínodo y qué puede ofrecer al resto de la Iglesia universal?

– Ha causado sorpresa grata en los obispos que todos los latinoamericanos citásemos Aparecida. Lo que aporta aquel encuentro se puede resumir en tres expresiones: cambio de época, conversión pastoral y misión continental. Cambio de época es la expresión que adoptamos cuando empezó el impacto de la globalización y del desarrollo tecnológico de la comunicación.

Cuando era secretario del CELAM me tocó hacer el análisis de este fenómeno y me encontré con un libro que me ayudó mucho. Es En torno a Galileo. En él, Ortega y Gasset intuye sutilmente que se acerca un cambio de época. Dice que lo que viene ahora no solo es el acomodo de una generación a la sucesiva; advierte de que el consenso de los valores se va a fracturar. Eso lo vemos hoy. En esa línea va el documento del CELAM Globalización y Nueva Evangelización del año 2002. Allí se empezó el fraguar el concepto de cambio de época para expresar lo que estamos viviendo.

“Si la Iglesia hubiera sido más consciente
de la importancia de haber vivido
el Vaticano II más a fondo,
hoy tendríamos una mejor situación”.

– ¿Es capaz la Iglesia de afrontar con éxito este cambio?

– Ahí viene el segundo punto: la conversión pastoral. La tradición de la Iglesia ha tomado la palabra conversión como el cambio de mentalidad del individuo en su conducta para corresponder a las enseñanzas de Cristo. En el CELAM hemos expresado que la conversión pastoral es también de la comunidad eclesial. Cada una de ellas debe estar en alerta para descubrir de qué manera nuestro estilo de vida y nuestra actitud son adecuadas para este cambio de época. Es lo que dice la Gaudium et Spes: las angustias y esperanzas deben estar en el corazón de la Iglesia.

Hay que preguntarse si estamos haciendo presente a Cristo en el mundo de hoy de la manera adecuada. Hay que hacer un examen de conciencia; no basta con una pastoral de mantenimiento. No hay que aceptar que vengan fieles, sentarnos y decir que estamos muy contentos. Como decía Juan Pablo II, el aparato institucional y la vida sacramental son necesarios en la Iglesia, pero no bastan. Ante un cambio de época, es necesaria una conversión pastoral.

“Hay que hacer un examen de conciencia;
no basta con una pastoral de mantenimiento.
No hay que aceptar que vengan fieles,
sentarnos y decir que estamos muy contentos”.

– Y de ahí surge la idea de la llamada misión continental…

– Sí, es el tercer paso. Si estoy convencido de que no basta, tengo que revisar lo que hago. Aparecida dice que hay que generar discípulos, que no basta con hacer fieles que vayan a misa. Tenemos que crear estructuras para garantizar la formación de un discípulo en una comunidad. Estas pequeñas comunidades dan vida a la parroquia y se relacionan entre sí para expresar la vida eclesial.

– ¿Qué propuestas concretas del Sínodo le han parecido más interesantes?

– De las 58 propuestas finales me gustó mucho la de dar más espacio a los jubilados. Otra idea es que no bastan las pláticas presacramentales. Hay que generar procesos. Con el niño debe empezar un proceso de formación que no pare. La experiencia de catequesis continua hace que los jóvenes estén siempre presentes en la vida de la Iglesia.

– Habló en el Sínodo del “gris cotidiano de la Iglesia”. ¿Puede venir de un excesivo “clericalismo” en la toma de decisiones?Carlos Aguiar presidente del CELAM y del Episcopado mexicano

– El término lo dijo el Papa para Aparecida. Hay un gris pragmatismo que, quizás, venga de un estilo de Iglesia en el que las cosas se hacen por decisiones tomadas de la autoridad de forma vertical. Quienes realizan luego esas iniciativas, las asumen sin pasión ni libertad para ampliarlas. Se convierten en meros gestores burocráticos. En la Iglesia debería haber un doble flujo entre quien ve desde arriba las necesidades y las conveniencias de acción, y quien las ve desde abajo, de manera que se encuentren y retroalimenten las ideas.

El Papa también nos habla de la necesidad de salir de las zonas de confort. Los clérigos, en general, sobre todo donde nos quieren mucho, tenemos nuestra vida resuelta, nos sentimos satisfechos haciendo lo que acostumbramos. Eso apaga el espíritu, tenemos que encender la creatividad y, a la luz de la Palabra de Dios y del Magisterio de la Iglesia, iluminar las respuestas concretas que tenemos que dar o las iniciativas pastorales que debemos proponer.

– ¿Qué puede aprender la Iglesia católica del crecimiento de las Iglesias evangélicas en América Latina?

– En el Sínodo me llamó la atención la experiencia del arzobispo anglicano William. Dijo que, para hacer unidad entre las Iglesias, se debe partir de descubrir a Dios en nosotros. El paso siguiente es decir que ese Dios que tú descubriste es el mismo que yo descubrí. Cuando empezamos a generar esta experiencia podemos tener la mirada de Dios para reconocer al otro como hermano. Por eso vuelvo a la propuesta del discipulado. El discípulo tiene que aprender a ver el mundo como lo hace Cristo.

En el nº 2.824 de Vida Nueva.

 

ESPECIAL LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

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