“Contemplada en oración, la Capilla Sixtina es aún más bella”

celebración para conmemorar los 500 años de la Capilla Sixtina

Benedicto XVI preside la celebración por los 500 años de la obra de Miguel Ángel

celebración para conmemorar los 500 años de la Capilla Sixtina

ANTONIO PELAYO. ROMA | Después del Sínodo, el Papa y el Vaticano han recobrado su habitual ritmo de vida. que alterna los actos fijos –Angelus, audiencias generales de los miércoles, audiencias a obispos y personalidades varias– con otros extraordinarios.

Entre ellos destacan esta semana las solemnísimas Vísperas el 31 de octubre en la Capilla Sixtina, para conmemorar los cinco siglos desde que Miguel Ángel desvelase, ante los ojos maravillados de Julio II y de su corte, la bóveda, en cuya decoración había invertido los cuatro años más intensos de su vida.

Ni que decir tiene que el espectáculo de esa magna obra de arte produce hoy el mismo “estupor”, como señaló el cardenal Giuseppe Bertello, presidente de la Pontificia Comisión para la Ciudad del Vaticano, en sus palabras de saludo al Pontífice.

“La Capilla Sixtina –escribía ese día en L’Osservatore Romano el director de los Museos Vaticanos, Antonio Paolucci– es la atracción fatal, el objeto del deseo, la meta irrenunciable para el pueblo internacional de los museos, para la migración del así llamado turismo cultural”.

En su alocución, Joseph Ratzinger, después de enfatizar que “la Sixtina es, por su naturaleza, un aula litúrgica, es la capella magna del Palacio Apostólico”, afirmó: “Cuando se la contempla en oración es aún más bella, más auténtica: nos revela toda su riqueza”.

Comentando la famosa escena de La creación de Adán, añadió: “En ese encuentro entre el dedo de Dios y el del hombre percibimos el contacto entre cielo y tierra; en Adán, Dios entra en una relación nueva con su creación, el hombre está en contacto directo con Él, es llamado por Él, es a imagen y semejanza de Dios”.

Días después, el 3 de noviembre, el Papa presidió la Eucaristía por los cardenales, arzobispos y obispos fallecidos el último año; diez en total, entre los que destaca Carlo Maria Martini. Concelebraron 32 cardenales, con su decano, Angelo Sodano.

En su homilía, el Papa dijo: “La muerte, paradójicamente, conserva lo que la vida no puede retener. Cómo han vivido nuestros difuntos, qué han amado, temido o esperado, qué han rechazado, lo descubrimos, efectivamente, de modo singular en sus tumbas, que permanecen como un espejo de su existencia, de su mundo; ellas nos interpelan y nos inducen a reanudar un diálogo que la muerte ha puesto en crisis”. Por la tarde, Benedicto XVI descendió a la cripta de la Basílica para recordar y rezar ante las tumbas de sus antecesores.

Nuevo embajador de Colombia

El lunes 5 presentó sus cartas credenciales al Papa el nuevo embajador de Colombia, Germán Cardona Gutiérrez, que sucede a Mauricio Velásquez; este, periodista de profesión y miembro de la Prelatura del Opus Dei, solo ha permanecido en el cargo dos años. Su sucesor es ingeniero civil, y ha sido alcalde de Manizales y ministro de Transportes.

En la entrevista con Benedicto XVI, el representante diplomático colombiano le entregó un mensaje personal del presidente Juan Manuel Santos, en el que manifiesta su voluntad de llegar a un acuerdo de paz con las FARC y darle una mayor estabilidad política y social a su país.

Renuncia del limosnero de Su Santidad

En la “familia pontificia” que acompaña al Pontífice en todas las ceremonias litúrgicas faltaba, el 3 de noviembre, el limosnero de Su Santidad, el nuncio español Félix del Blanco Prieto. Ese mismo día se hacía público su cese por razones de edad (cumplió los 75 años el pasado 15 de junio).

Monseñor Del Blanco tiene una larga y meritoria trayectoria diplomática; después de haber trabajado durante muchos años en la Sección de Lengua Española de la Secretaría de Estado, fue secretario personal del cardenal Agostino Casaroli, exsecretario de Estado. En 1991, el beato Juan Pablo II le nombró nuncio apostólico en Angola, país donde al año siguiente tuvo la oportunidad de recibirle, con ocasión de la primera visita de un papa a ese país africano, que dejaba atrás una cruel guerra civil. En 1996 fue trasladado a Camerún y en 2003 a Malta, desde donde se ocupaba también de Libia.

Benedicto XVI le nombró limosnero, cargo que se remonta muchos siglos atrás en la historia de la Iglesia. Su cometido es ejercer la caridad en nombre del Papa con las personas necesitadas, y una parte de esos fondos se recauda gracias a las Bendiciones Apostólicas, de las que solo se paga el pergamino en que son comunicadas, con la firma del limosnero.

En el nº 2.823 de Vida Nueva.

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