Ya lo tengo

José Luis Corzo, profesor del Instituto Superior de Pastoral de MadridJOSÉ LUIS CORZO | Profesor del Instituto Superior de Pastoral de Madrid

“Los curas decían misa de espaldas (…). De su muñeca izquierda se colgaban un artilugio llamado manípulo, inocente a pesar de su nombre, pero que debía resultar menos significativo que el resto de su atuendo porque lo suprimieron tras el Concilio. A mí me fascinaba y guardo uno en secreto…”.

¡Eran las hermenéuticas! (interpretaciones del Concilio Vaticano II durante 50 años). Ahora se mencionan dos: una, innovadora y rupturista con el pasado de la Iglesia, ha causado confusión; y otra, continuista, da buenos frutos y, además es la que ha triunfado.
Hace más de 30 años el teólogo y luego cardenal Walter Kasper aludía a tres: “Junto al deseo de ir más allá de las conclusiones conciliares está el deseo de frenar en seco el movimiento puesto en marcha por el Vaticano II (… y) una tercera tendencia, que exhorta a la aplicación estricta del Concilio: solo el concilio, pero todo el Concilio”.
¡Uf, menos mal! –me digo–. A pesar de la difícil, triste y fragmentada situación eclesial española, no es cuestión de herejías, ni de falta de fe, sino solo de interpretar qué debemos hacer, hermanos (Hch 2,37). Ya avisaba Kasper que –al ser un concilio pastoral que no refutaba herejías– su hermenéutica sería más difícil.
Lo asombroso es que quede todavía algo de la rupturista. Aparte los 12 años y 9 meses de posconcilio montiniano, el pontificado del Papa Wojtila duró 26 años y 5 meses; y hasta hoy, el del Papa Ratzinger, 7 años y 7 meses. Seminarios vacíos, desafección social a la Iglesia o derrumbe de la práctica sacramental en España ¿se han de atribuir aún a la rupturista?
En 34 años, nombramiento tras nombramiento, movimiento tras movimiento, preferencia tras preferencia, se ha jugado en la hermenéutica segura casi todo. Menos la unidad, si acaso, porque el unísono no suple la comunión. Lo saben bien los obispos, garantes de la comunidad eclesial.
¿No habremos arriesgado demasiado por la praxis? ¡Nada menos!, pero nada más. Y, mientras, se multiplican nuevos desafíos de nuestro tiempo, a los que, con amor evangélico, quería responder el Concilio.

En el nº 2.822 de Vida Nueva.

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