La Iglesia pide respuestas ante la oleada de pateras

un guardia civil atiende a dos inmigrantes recién llegados en patera

En los últimos días han fallecido más de veinte personas y muchas siguen desaparecidas

un guardia civil atiende a dos inmigrantes recién llegados en patera

La Iglesia pide respuestas ante la oleada de pateras [extracto]

MIGUEL ÁNGEL M. NUÑO, SDB. CÁDIZ | El mar, el Estrecho, se ha vuelto a cobrar sus víctimas. El jueves 25 de octubre eran rescatadas por Salvamento Marítimo 18 subsaharianos, mientras se recogían los cadáveres de otros 14, cifra que ha superado ya la veintena. Además, son muchos los desaparecidos. Eso fue el jueves. Por los mismos días, dos pateras eran interceptadas en aguas de Melilla por la Guardia Civil. En otra han tenido más suerte: de las 50 personas a bordo, casi todas han sido rescatadas.

Según contabilizaba una agencia, al cabo de una semana “ya son 95 las personas que han sido rescatadas a bordo de 16 embarcaciones hinchables desde el domingo 28”.

Podemos seguir. Ahora en tierra firme. Inolvidables son las imágenes, difundidas por la televisión, de los varios asaltos organizados a las vallas de las fronteras ceutí y melillense. Incluso de las fotografías y de los comentarios divulgados por las redes sociales: “Antes golpeaban, siempre golpean, pero ahora quieren rompernos las piernas”, comenta muy nervioso un chiquillo de 19 años natural de Mali. “Nos pegan, nos pegan y nos pegan. No hablan, no te miran a los ojos, solo te golpean”, grita un joven de Liberia.

Ante esta realidad, y movido por los últimos dramas humanos, el Obispado de Cádiz y Ceuta, a través de su secretario para las Migraciones, ha difundido una nota en la que expresa su “solidaridad y afecto a los familiares de los inmigrantes, y el deseo de que todos los que viven y habitan en las dos orillas sigan trabajando y colaborando para que ‘el paso del Estrecho’ sea un espacio de encuentro y de amistad entre los pueblos y sus ciudadanos, y no un lugar de muerte, dolor y tragedia”.

Llamamiento a las autoridades

El comunicado exhorta a las autoridades e instituciones a “reorientar este flujo migratorio por cauces de dignidad” y a fomentar “el desarrollo económico y democrático de tantos pueblos hermanos que tienen el derecho de vivir con dignidad en su propia patria”.

No es la primera vez que el obispado gaditano se pronuncia sobre el fenómeno de los inmigrantes. En 2005, a propósito de la muerte de cuatro subsaharianos que intentaban cruzar la valla que separa Marruecos de la ciudad autónoma de Ceuta –territorio que también pertenece a la diócesis–, publicaba una nota de prensa en la que denunciaba que la “presión migratoria de ciudadanos procedentes de distintos países africanos en estas zonas fronterizas no es más que un signo de los grandes problemas de injusticia, desigualdad, pobreza y graves enfermedades que se están dando en muchos de estos países”.

Y a la par, reiteraba “su decidida voluntad de colaboración y su compromiso de servicio en la construcción de una sociedad fraterna y justa donde los inmigrantes puedan integrarse dignamente”.

En 2009, otro comunicado denunciaba la muerte de seis inmigrantes en las costas de Vejer… Y así sucesivamente, tragedia tras tragedia.

Ahora bien. No bastan las palabras. La acción de la diócesis no se reduce a escritos. Son muchos los voluntarios que colaboran con el Secretariado de Migraciones y con otras entidades de Iglesia, a fin de paliar, en la medida de lo posible, una circunstancia ya inevitable a este lado de la orilla. Y los números pregonan, sin que nadie se lo pida, esta ingente labor.

En 2011, según el Secretariado de Migraciones, la Iglesia de Cádiz atendió a 3.911 inmigrantes, llegados de los cinco continentes, principalmente de África (1.932) y América (1.616). El resto se reparte entre 259 de Europa, 102 de Asia y dos de Oceanía.

El propio obispo diocesano, Rafael Zornoza, ha mostrado en varias ocasiones una especial sensibilidad hacia esta problemática que azota a la provincia entera. En la apertura del Año de la fe, en la Catedral, pedía que los cristianos estuvieran más “cerca de los inmigrantes, de los que sufren, de los que más lo necesitan”.

Y el pasado Jueves Santo, en la homilía del Día del Amor Fraterno, pedía la recuperación de la práctica del diezmo para ayudar a las familias, entre otras situaciones, y a los “inmigrantes en paro a punto de perder su permiso de residencia”.

El grito de esa África que huye de sí misma debe interpelar a todos los cristianos. La primera respuesta, como ya hace la Diócesis de Cádiz, es el socorro humanitario a los recién llegados a las costas. Más adelante vendrá la ayuda sostenida de tantas organizaciones que procuran devolver su dignidad a estos hermanos del Sur una vez acogidos en esta tierra. Cualquier ayuda es buena.

En el nº 2.822 de Vida Nueva.

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