OBITUARIO: Gregorio Iriarte, OMI: una vida de testimonio y coherencia

Gregorio Iriarte religioso OMI fallecido en 2012

Gregorio Iriarte religioso OMI fallecido en 2012

P. GUILLERMO SILES PAZ, OMI | Casi medio siglo después de llegar a Cochabamba, el corazón popular de Bolivia, ha muerto el P. Gregorio Iriarte. Mi compañero (ambos somos oblatos), que dejó España en 1964, vino para quedarse: partió el 11 de octubre para la Casa del Padre, aquí, en Cochabamba. Con todos los suyos. Con los más necesitados. Con su pueblo. Él, que luchó contra todo, y siempre a favor de los derechos humanos, parte en paz eterna.

Lo que nos deja es grande y profundo. De la hondura de sus razonamientos habla el gran eco que, por su compromiso, obtuvieron obras suyas como Análisis crítico de la realidad, Formación en valores, ¿Qué es una comunidad eclesial de base?, La enseñanza social del Evangelio, La Vida Religiosa frente al cambio de época, Moral social o Globalización, neo-liberalismo, post-modernidad.

Para Gregorio, no había distinciones entre personas. A todos valoraba y aceptaba de la misma forma. Tal vez por esa razón, tampoco diferenció a la hora de ofrecer charlas a grupos de profesores, estudiantes universitarios… o campesinos. Él tenía siempre un mismo discurso, el de la coherencia. Y lo hacía entendible para todos.

Fue siempre un gran comunicador, como demostró con su primera misión, recién aterrizado desde su Navarra natal: dirigir Radio Pío XII, desde donde inició una campaña de alfabetización… que aún hoy perdura. También fue colaborador de Vida Nueva.

Su experiencia de vida (fueron 87 años de camino), volcada en los demás, tuvo desde el principio una dura prueba en los conflictos entre gobiernos y mineros, algunos de los cuales empezaron a organizarse en guerrillas al estilo de la del ‘Ché’ Guevara. Gregorio medió y ayudó a muchísima gente. Aunque también se encontró con dramas que lo marcaron, como la fatídica ‘Noche de San Juan’ (24 de junio de 1967), que acabó con 26 muertos.

Su respuesta ante las rebajas salariales a los mineros no se hizo esperar: logró ayudas desde distintos rincones del mundo con las que se pagaron cientos de viviendas, en La Paz y en Cochabamba.

Todas sus acciones fueron encaminadas a generar flujo social comunitario: creó cooperativas de ahorro y crédito, asociaciones de mecanografía, cursos de fomento cooperativo… Otras iniciativas, como su apoyo a las mujeres de los mineros, le costaron conocer la cárcel y ser expulsado por un tiempo del país.

Cariño del pueblo

En sus últimos días, en que recibió tantísimas muestras de afecto, se sintió sobrecogido. Decía: “Yo no me merezco esto, pero deseo seguir trabajando de todo corazón para todos. Estimo el cariño del pueblo más que cualquier otro título”.

Este tiempo final, estando con él, me ha hecho comprender que la vida solo tiene valor en tanto en cuanto estás al servicio de los demás. ¿Qué sentido puede tener si se cultiva la vida solo para uno mismo?

Me quedo con su última lección, que me ofreció apenas una semana antes de morir: “Dios no juzga ni condena, Dios es amor y misericordia”. Partió con esta su concepción del misterio de la fe. Ahí está Dios para darte amor, ternura y misericordia. Adiós, querido Gregorio.

En el nº 2.821 de Vida Nueva.

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