¿Qué hacen los obispos en el proceso de paz?

Si se intentara una gráfica para mostrar la historia de las intervenciones de los obispos colombianos en la búsqueda de la paz, esta sería una linea de ascenso, como la de un jet en despegue, desde el modesto papel cumplido después de la guerra de los Mil Días, hasta el que desempeñan en nuestros días.

De esto sabe mucha letra menuda Monseñor Hector Fabio Henao, protagonista dentro de ese proceso, como director del departamento de Pastoral Social del episcopado.

MHFH: La Iglesia ha dado pasos y está avanzando en un camino que complementa además sus roles: ha sido facilitadora, ha acompañado acuerdos, ha sido testigo también, han sido distintos roles, pero su trabajo en las regiones es la base en donde se ha perfilado cada vez más una pastoral social que sea capaz de caminar con las comunidades, asumir la perspectiva de las víctimas, que vaya cada vez más al fondo del proceso de la reparación. En los últimos años el Consejo Nacional de Paz, que ya tiene varios años, y que ha tenido una función importante, es el escenario en que los obispos que encaran la situación de los conflictos armados, se encuentran, dialogan, reflexionan. Acaban de hacer estos obispos un taller en Miami, con profesores de la universidad de Notre Dame, que es una universidad de los padres de la Santa Cruz, que tiene su sede en Indiana. Allí con estos expertos se hizo todo un taller, justamente antes que se conocieran todos estos esfuerzos de paz. Es un taller en que se buscan alternativas, caminos, mucho del plan pastoral que conduce a la reconciliación, de animar la reconciliación con el núcleo del perdón y en construir el horizonte nuevo que sigue después de un proceso de paz.

Monseñor Leonardo Gómez Serna ha dedicado su tiempo, su energía y su creatividad a la paz.

MLGS: Hablo del año 80, en Tibú, Norte de Santander. Y naturalmente, ante la arremetida de los grupos armados, al margen de la ley, en cuestiones como la toma de los municipios, las voladuras de torres, las amenazas a la gente, no nos podíamos quedar callados como Iglesia, y vimos la necesidad de acercarnos a los grupos armados y dialogar con ellos.

Hemos creído siempre que el diálogo es el camino para encontrarle solución a los problemas. Los “diálogos pastorales”, porque así los empezamos a llamar, comenzaron a abrir espacios para la Iglesia diocesana, a través del obispo, sacerdotes, laicos y laicas, para entrar en conversaciones con los grupos armados, dialogar con ellos, escucharlos, y también poder darles una palabra en el nombre del Señor. Estos diálogos pastorales fueron bien aceptados por la insurgencia.

Yo he sostenido que los diálogos pastorales han sido eficaces para solucionar muchos problemas de violencia en la zona. Por eso, después la misma Iglesia siempre ha venido defendiéndolos como parte propia de su ejercicio pastoral.

VNC: En el curso de este proceso, ¿ha desaprendido algo el episcopado?

MHFH: Esta es una historia muy larga con distintas circunstancias en el país; de pronto la Constitución de 1991 nos obligó a todos, no solo a la Iglesia, a desaprender; hay una forma de relación con el Estado que en la Constitución de 1896 era distinta, que hace que cambie la forma de esas relaciones; la Iglesia entra a gozar de una gran autonomía; hay espacios de encuentro, eso sí es muy importante. Hay cosas que han tenido que analizarse, es decir, de qué manera actuar en situaciones de conflicto, que sea mucho más pastoral, con una imagen más eclesial, frente a las personas que están en el conflicto.

MLGS: Hubo un tiempo, cuando el gobierno del doctor Gaviria, en que se prohibió todo contacto con la guerrilla. Nosotros nos opusimos y dijimos: no nos pueden impedir los diálogos pastorales. Porque estos diálogos son parte de nuestra misión evangelizadora y en esa perspectiva seguimos adelante. Hubo dificultades, señalamientos contra un grupo de obispos, entre ellos contra mí, de que yo era estafeta de la guerrilla o de que yo era guerrillero; hubo demandas penales, en fin…

Pero gracias a Dios estábamos con la verdad, y siempre buscando el bien de la gente, favorecer al pueblo, y nos dio buen resultado a lo largo de los trabajos de los diálogos pastorales y por eso los hemos defendido y los hemos continuado. Son muy distintos de los diálogos políticos y los diálogos del Gobierno. Ciertamente que si uno va a dialogar en nombre del Gobierno, debe recibir el mandato del mismo o una solicitud para ese servicio. Pero los diálogos pastorales los hacemos los obispos, los sacerdotes, en nuestras parroquias, en las veredas, donde quiera que estemos, es propio de nuestra misión. Los hacemos siempre en un contexto de oración, de Palabra de Dios, de reflexión, de escuchar a la gente, de hablarles y de invitarlos a seguir trabajando por evitar choque o situaciones concretas de violencia.

Monseñor Luis Augusto Castro, arzobispo de Tunja y expresidente de la Conferencia Episcopal fue el gran protagonista de un episodio único: la liberación de 60 soldados y 10 infantes de marina en Cartagena del Chairá, por parte de las FARC (Cf. VNC No. 40). En su largo historial de trabajo por la paz ha recogido experiencias y reflexiones que le permiten decir lo que la Iglesia y el país han aprendido y pueden aplicar en este nuevo proceso de paz:

MLAC: Yo creo que, evidentemente, el primer gran desafío que tenemos en este momento es el de la sinceridad. Todo este proceso de paz que se está gestando, tendría que verificar si verdaderamente hay sinceridad en el propósito de iniciar un diálogo que conlleve a lograr la paz. En El Caguán no hubo sinceridad, se buscaba ganar tiempo, la paz era simplemente la toma del poder para las FARC, y para el Gobierno era la desmovilización de todas esas personas. Entonces ahora se quiso hacer claridad sobre de qué paz y de qué diálogos estamos hablando, porque a todos nos gusta dialogar, pero no es dialogar por dialogar o para ponerle exigencias al ejecutivo.

Este no es el diálogo que estamos esperando los colombianos, sino un diálogo efectivo que lleve al cese al fuego, a la desmovilización de las personas y que, verdaderamente, con esos cinco puntos que se establecieron para dialogar, se llegue a que no haya más ese matrimonio horroroso entre política y armas. La política debe hacerse en un ambiente democrático donde se respete a todo el mundo. De manera que este es un primer gran desafío.

Luego hay otros desafíos también muy importantes, por ejemplo, el desafío a considerarnos todos como parte de la solución y como parte del problema. No podemos hacer una distinción tan tajante entre los buenos y los malos, donde nosotros somos los buenos y los malos son los otros. No. Todos tenemos parte de lo uno y parte de lo otro.

Otro gran desafío, es el desafío del lenguaje. Las generaciones actuales han crecido todas, especialmente a partir del evento de las Torres Gemelas en los Estados Unidos, con un lenguaje tremendamente agresivo. Se habla simplemente de asesinos, narcoterroristas… y otros términos así. Son términos que después se van usando en la vida diaria. De manera que es necesario ahora renovar el lenguaje.

Otro desafío, es el desafío a la reconciliación, es decir, que nuestro país empiece a considerar la posibilidad del perdón. El perdón que es algo muy personal, muy individual. Un perdón que no es un obstáculo a la justicia, sino un perdón que significa que la víctima, que ha sido deshumanizada por la violencia, perdonando se humaniza. Y un victimario, que se ha deshumanizado ejerciendo la violencia contra los demás, pidiendo perdón se humaniza.

Y el último, es el gran desafío que tenemos con la oración, porque la paz es “tarea de todos y don de Dios”. Debemos pedir que Él transforme los corazones que en nuestra patria, después de tantas guerras, de tantas luchas y de tantos muertos, se han vuelto muy duros y agresivos.

VNC: Hay la sensación de que el episcopado hubiera pasado del discurso a la acción. ¿Es correcta esa sensación?

MLGS: Considero que uno de los puntos clave ha sido, por lo menos en mi caso, haber buscado un diálogo no solo con la insurgencia, sino que también busqué un diálogo con los paramilitares, con el ejercito, con todos, y en esa perspectiva, me acuerdo de una carta que envío Ernesto Báez, donde valoraba la presencia de la Iglesia en los distintos encuentros, sea con guerrilla, con paramilitares, etc. Él reconocía que de parte nuestra no estábamos inclinados hacia ningún grupo, sino lo que estábamos buscando era el bien del pueblo. Así se logró bastante gracias al Señor.

Afortunadamente la insurgencia nos respetaba a nosotros y veía que no estábamos buscando beneficio personal o que estábamos sacando provecho. Ellos veían que nuestro interés era el bien del pueblo. En ese sentido se lograron muchas cosas: liberación de secuestrados, evitar que mataran personas.

Cuando había tomas guerrilleras, yo salía en peregrinación como obispo y con sacerdotes, para hablar con el pueblo y decirles que no estaban solos, que nosotros estábamos con ellos y queríamos acompañarlos. Los fortalecíamos, los animábamos a salir adelante y luego hacíamos un llamado también a la insurgencia: “¿qué pasó?, necesitamos hablar con ustedes” y ellos nos daban la oportunidad y podíamos aclarar. Me acuerdo justamente cuando hubo la toma guerrillera en Mogotes, Santander. Hubo hasta muertos. De una vez nos fuimos en peregrinación un 20 de diciembre para estar con la gente. Lo más complicado para un pueblo es el temor que resulta de una toma guerrillera o de amenazas, y lo que la gente valoraba era que los únicos que aparecíamos éramos los obispos, sacerdotes y el pueblo. Las autoridades del Gobierno no se presentaban, sea por temores, etc. Por eso tuvimos resultados muy positivos.

MHFH: Hay un gran cambio. La Iglesia está encontrando un espacio de acción. La Iglesia se lanza a apoyar el cooperativismo, por ejemplo; encuentra la urgencia de trabajar en temas de la infraestructura; y han ido apareciendo otros ejercicios y hay mucha imaginación en eso de crear otros espacios.

VNC: Desde los tiempos en que monseñor Nel Beltrán, por invitación del presidente Betancur, hizo parte de los negociadores de paz, el episcopado ha tenido variadas formas de participación en busca de una presencia coherente con su misión evangelizadora. ¿Cómo ha sido ese cambio de roles de la Iglesia en este proceso?

MHFH: Yo pienso que la Iglesia tiene que facilitar y acompañar los procesos; es completamente claro que negociar es una opción, pero quienes van a negociar tienen que estar involucrados directamente en la confrontación; la Iglesia es ante todo un facilitador, quiere ante todo un rol de acompañar, animar, facilitar. El papel de la Iglesia está muy vinculado a esa animación, a ese acompañamiento y eso puede ser en una mesa de negociaciones, pero sobre todo tiene que ser en la base, con las comunidades. A quienes más hay que acompañar, a quienes hay que animar más, a quienes se está permanentemente activando en estos procesos, es a las comunidades que están en el conflicto.

VNC: Un primer principio para este proceso fue el de aprender de los errores de procesos pasados. Monseñor Castro, testigo ocular en el episodio del Caguán sabe muy bien lo que quedó de ese intento de paz.

MLAC: Pues quedó una ilusión frustrada, quedó la sensación de que los diálogos no sirvieron para nada. Pero poco a poco se ha ido otra vez infundiendo que los errores del pasado no hay por qué repetirlos, sino que los errores del pasado deben ser como un momento de aprendizaje para construir el futuro, y esta parte es una “semilla” muy importante.

 

 

Reconocimiento México-Cemex a Mons. Héctor Fabio Henao

Anualmente la embajada de México otorga el reconocimiento México-CEMEX, con el propósito de exaltar a instituciones y personalidades sobresalientes en tres ámbitos: gestión, promoción y apoyo a la cultura; desarrollo empresarial con responsabilidad social; y fortalecimiento de la democracia y los derechos humanos. La entrega de estos reconocimientos se enmarca en el principio de la política exterior mexicana que prescribe la necesidad de promover el desarrollo humano de los pueblos en todos los órdenes de la vida social.

De este modo, el pasado 27 de septiembre, en las instalaciones del Centro Cultural Gabriel García Márquez en Bogotá, el embajador de México, Florencio Salazar Adame, en compañía de varios representantes de este país y algunos invitados especiales, concedió a Monseñor Héctor Fabio Henao el Reconocimiento México-Cemex 2012 al fortalecimiento de la democracia y los derechos humanos, por su destacada labor en la búsqueda de la paz, mediante el impulso de procesos de concertación entre la sociedad civil, el Gobierno y la comunidad internacional.

En la semblanza de Mons. Henao que se leyó durante el acto de entrega de dicho reconocimiento, se destacó que “es director del Secretariado Nacional de Pastoral Social / Cáritas colombiana y miembro del Secretariado Permanente del Episcopado Colombiano, desde 1996(…). Ha participado en la liberación de personas secuestradas y acompañado numerosas iniciativas dirigidas a la búsqueda de la paz”. No es la primera vez que Mons. Henao recibe un reconocimiento de esta naturaleza.

VNC: La dura experiencia de la guerra puede convertirse en oportunidad. ¿Ha sucedido así en su ejercicio pastoral?

MLGS: Me acuerdo que allá, justamente en Mogotes, cuando secuestraron al alcalde. Al ver la situación, organizamos a la gente, analizamos por qué se estaban presentando estos casos de secuestro, y fue cuando el pueblo dijo que no estaba de acuerdo con el alcalde. Y entonces hicimos una encuesta y el pueblo mismo decidió que no siguiera más el alcalde. ¿Qué hicimos? Hablamos con la guerrilla para que lo soltaran y lo soltaron, pero nos declaramos en constituyente municipal. Organizamos en las veredas unas constituyentes locales, del pueblo, para que hablaran, intervinieran y dijeran qué teníamos que hacer. Se hizo una votación y el noventa y pico por ciento del pueblo dijo que no quería que siguiera el alcalde. Entonces, ante esa realidad, seguimos el proceso de liberación, lo liberó la guerrilla y cuando él vino a seguir gobernando, se le dijo que el pueblo ya no lo aceptaba como alcalde. Se le pidió la renuncia. Él no quiso pero hubo presiones de la gente, vigilias de oración, marchas en las veredas y en el pueblo pidiéndole que renunciara y al fin se constituyó la junta que fue la que empezó a coordinar y a mandar. Hasta que el gobernador aceptó lo que había pasado y pidió que se hiciera una nueva elección de alcaldes. Ese fue el comienzo de muchas constituyentes municipales que se realizaron después en otros pueblos.

 

VNC: ¿Está en marcha una pastoral de la postguerra?

MHFH: Está en marcha una pastoral de la reconciliación que desde hace varios años se trabaja en forma muy intensa y podría, en determinado momento, llamársela de postguerra. Lo que se adelanta con fuerza es una pastoral de la reconciliación, que es la base para una pastoral de la postguerra. Pero hablar de pastoral de la postguerra específicamente, no lo vería totalmente definido. Hay pasos y hay aportes.

MLGS: Celebramos con mucha alegría y mucho optimismo los próximos diálogos, pero yo decía que no bastan los diálogos. Esto es una parte importante para que se acabe esta violencia, pero hay que meterle fuerte al trabajo por la paz, que es el desarrollo y la inversión social. El papa Pablo VI, cuando vino a Colombia decía “el desarrollo es el nuevo nombre de la paz”, y en esa perspectiva la Iglesia empezó a potenciar el trabajo de la Pastoral Social y fue así como hace 15 años organizamos con algunos obispos y sacerdotes, entre ellos Monseñor Jaime Prieto Amaya (qepd) y el padre Francisco De Roux, iniciamos los programas de desarrollo y paz en Colombia. El primero fue en el Magdalena Medio, hace más de 15 años; en la actualidad tenemos 21 programas de desarrollo. VNC

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