La Iglesia en Cataluña camina al lado del debate soberanista

vista de la Sagrada Familia en Barcelona

vista de la Sagrada Familia en Barcelona

JORDI LLISTERRI | Siempre latente, renace con fuerza el tema independentista en Cataluña. ¿Cómo viven este sentimiento los cristianos? ¿Qué cabe esperar de la Iglesia que peregrina en aquellas tierras? [La Iglesia en Cataluña camina al lado del debate soberanista – Extracto]

La cuestión catalana ha pasado a focalizar toda la atención política desde que, el pasado 11 de septiembre, Barcelona vivió la manifestación más multitudinaria de las últimas décadas para pedir la independencia. Las encuestas recogen una amplia mayoría que pide un referéndum de autodeterminación y un periódico tradicionalmente moderado como La Vanguardia habla sin reparos de “tsumani soberanista”.

En este contexto, “la legitimidad moral de todas las opciones políticas” que afirman los obispos catalanes, parece el planteamiento más extendido entre los sectores eclesiales de Cataluña. También una afirmación coincidente es que los obispos no deben meterse en política, pero las opiniones ya son más diversas cuando se valora la frontera de lo que es y lo que no es meterse en política. Y todos avalan sus argumentos con la Doctrina Social de la Iglesia.

“Los obispos catalanes han sabido situar la cuestión”, explica Josep Ignasi Saranyana, sacerdote del Opus Dei y profesor emérito de la Universidad de Navarra: “Los catalanes tienen libertad para decidir lo que quieran”.

Comparte este parecer el profesor de la Universitat Abat Oliba CEU y periodista Daniel Arasa, porque “un católico puede ser independentista o españolista. Esto no afecta a la fe”. Y cree que ni obispos ni sacerdotes “deben ir más allá de dar criterios morales para que las cosas se hagan bien, con respeto y estima entre las personas. Son los laicos los que tomamos posiciones políticas y los que debemos decidir”.

La Doctrina Social

El monje de Montserrat Bernabé Dalmau, director de la revista sobre magisterio Documents d’Església, asume también que, sobre estos temas, “la Doctrina Social de la Iglesia no es una formulación dogmática ni un credo. Es extensísima y suficientemente amplia como para que puedas encontrar siempre lo que te interesa”.

“Un católico puede ser
independentista o españolista.
Esto no afecta a la fe”.

Daniel Arasa, periodista y profesor de la Universitat Abat Oliba CEU

Pero Dalmau formula un paso más: “En su conjunto, la autodeterminación es un derecho colectivo comúnmente admitido por la Doctrina Social. Lo que pasa es que, en la aplicación práctica, normalmente la Iglesia no se compromete hasta que no se aclara la situación política”.

A este argumento se suman los sectores cristianos más soberanistas que piden un posicionamiento más comprometido de la Iglesia en Cataluña. Hace años que especialistas como los sacerdotes Antoni M. Oriol Tataret o Joan Costa Bou publican estudios académicos sobre este tema.

Diada Cataluña manifestación por las calles de Barcelona el 11 de septiembre 2012

Multitudinaria manifestación en Barcelona el pasado 11 de septiembre

La biblista Concepció Huerta es una de las representantes de este colectivo que se manifestó el 11 de septiembre: “La Doctrina Social afirma con rotundidad que los derechos de las personas como la libertad o el derecho a decidir el propio futuro también tienen una dimensión colectiva”. Desde este convencimiento argumenta que, “si descubrimos que como pueblo no se nos respeta, como cristianos no nos podemos mantener al margen afirmando que toda opción es moralmente legítima”.

“Los derechos fundamentales de las personas y de los pueblos no son opciones políticas”, defiende Miquel Barbarà, sociólogo y deán de la catedral de Tarragona. “Los obispos catalanes han escrito que Cataluña es una nación”, apunta. Y recuerda que es una formulación argumentada con el magisterio de Juan Pablo II, que enlaza cultura y nación. Los argumentos remiten al número 157 del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia sobre el derecho “a la propia lengua y cultura a través de las cuales un pueblo expresa y promueve su soberanía espiritual”.

Identificada con el pueblo

Es significativo que, paralelamente al auge del independentismo en la sociedad catalana, en la Iglesia también sea una realidad transversal. Con más contundencia en los grupos alternativos o más moderación oficial en los más tradicionales. Pero están desde los que defienden la ordenación de las mujeres a los más activos en la causa provida.

“La Iglesia en Cataluña está muy identificada con el pueblo catalán. Y los cristianos van al mismo ritmo que los otros ciudadanos. Si en la sociedad hay un porcentaje que respira de esta forma, seguramente entre los cristianos serán los mismos”, señala Dalmau.

El soberanismo tiene mayor peso en el interior de Cataluña. Desde Solsona, una diócesis rural, el sacerdote Jordi Orobitg lo explica diciendo que “lo vivimos como un proceso de encarnación. Respiramos con el pueblo. No nos podemos comprometer en un aspecto político concreto, pero sí a que nuestro pueblo sea reconocido como la nación que es”.

“No nos podemos comprometer
en un aspecto político concreto,
pero sí a que nuestro pueblo
sea reconocido como la nación que es”.

Jordi Orobitg, sacerdote en Solsona

En otra parte más industrial de Cataluña, coincide con la permeabilidad de la Iglesia Ramon Bassas, militante de Acción Católica Obrera y con una larga trayectoria de dirigente socialista local en Mataró. “Una de las particularidades de la Iglesia es su extensión en el territorio y su amplia tarea social, cultural o educativa. Si hay un desplazamiento del centro del debate político hacia el soberanismo, esto le afecta”.

Pero Bassas, que no comparte las tesis independentistas, remarca que los obispos “también ponen el foco en cuestiones que ahora no están en el debate político, como que en Cataluña hay grandes bolsas de pobreza o que el relato independentista no se sitúa exclusivamente en un tema de financiación. La Iglesia sabe bien que este país es una realidad más compleja y sus fuentes de información son mucho más fiables que las que presiden hoy el debate político en Cataluña”.

Más crítico con este debate es Arasa: “La miseria que hay ahora, gente sin trabajo, la familia deteriorada por la crisis, el aborto, o la fuerte secularización de Cataluña son cosas que me preocupan más que la independencia. Priorizo más las personas que el aspecto nacional, sea catalán o español”.

En lo que refiere al ámbito eclesial, Arasa no ve incompatibilidad entre ser nacionalista y católico, pero “soy crítico con las formas que a veces coge el nacionalismo, que ha creado en Cataluña una especie de mística, ha creado un ídolo. Esta no puede ser la prioridad”. Para Arasa, “una ilusión extrema en la idea de nación por encima de otros valores ha contribuido indirectamente a un cierta descristianización”.

Agravio e incomprensión

En este punto del debate hay también ópticas contrarias, como la que refleja Miquel Barbarà: “Mi hipótesis es al revés. La Iglesia se ha hecho parecida al pueblo y, cuando no se ha identificado tanto con la realidad de Cataluña, ha sido una causa de secularización”.

“La impresión desde Cataluña es que
los obispos catalanes tienen un perfil menos catalanista,
aunque desde fuera parezca lo contrario”.

Bernabé Dalmau, monje de Montserrat

Barbarà recuerda varios hechos que se han vivido como agravios para la Iglesia en Cataluña. Uno de ellos, que la propuesta de una Región Eclesiástica para Cataluña no se haya realizado hasta diecisiete años después de su aprobación: “Mientras, han llegado otras decisiones para dividir a la Iglesia en Cataluña”.

También lamenta la doble vara de medir en algunas posiciones: “Asistí a una celebración en la catedral de Toledo que terminó con una oración por la unidad de España. ¿Qué pasaría si un obispo catalán mandara rezar por la independencia de Cataluña? Cuando a alguien lo etiquetan de catalanista se lo excluye de cargos de responsabilidad…”.

bandera independentista de Cataluña en el Camp Nou

Bandera independentista de Cataluña desplegada en el Camp Nou

En este sentido, Josep Ignasi Saranyana, tras vivir casi cincuenta años fuera de Cataluña, relata una incomprensión en los ambientes eclesiales: “He tenido momentos y situaciones incómodas”. Sobre todo sitúa esta hostilidad hacia lo catalán a partir de los años 90, y lo focaliza “en una campaña mediática constante, volcada fundamentalmente hacia los ámbitos católicos” a través, entre otros, de medios de titularidad católica, como la COPE.

“Hicieron mucho daño”, asegura, creando situaciones en las que “ya no intervenía el asunto católico; eran cuestiones más telúricas y temperamentales”.

Bernabé Dalmau resume esta situación: “La impresión desde Cataluña es que los obispos catalanes tienen un perfil menos catalanista, aunque desde fuera parezca lo contrario”.

Para el ex director general de Asuntos Religiosos de la Generalitat, Jordi López Camps, “quien ha colocado a la Iglesia catalana en una disyuntiva inesperada ha sido la Permanente del Episcopado español al declarar, sin disimulo, la unidad de España como bien moral”. Y alerta de la inconveniencia de estas posiciones cuando “la placidez ha empezado a alterarse, porque en Cataluña todo se conjuga binariamente: estar a favor o en contra. Parece no haber matices”.

Ramon Bassas también ve un problema si “la actual situación política termina siendo excluyente para los que creen que el país es más complejo que el tema nacional. Un único discurso que excluye a quien no participa en él es un problema de país, no eclesial”.

Por eso, López Camps se suma a un idea más extendida: “La Iglesia debería, en lugar de provocar alejamientos, convocar al juicio sereno, ponderado y sincero, y dejar que sean los catalanes los que decidan cómo quieren que sea su relación con España. El juicio moral no debe estar en el resultado de la decisión, sino en el modo en que se toma la decisión”.

“El juicio moral no debe estar
en el resultado de la decisión,
sino en el modo en que se toma la decisión”.

Jordi López Camps, ex director general de Asuntos Religiosos de la Generalitat

También Arasa afirma que “la posición común de los cristianos debe de ser la activación de la paz y el respeto”. En este sentido, Bassas cree que la aportación de “los cristianos vinculados al mundo político, incluidos los independentistas, deben calmar los riesgos de fractura social o de totalitarismo que también tiene la propuesta independentista. Y si esto no pasa, la Iglesia tendrá menos que decir”.

Concepció Huerta, desde las posturas soberanistas, afirma observar “una voluntad explícita de que todo se haga con serenidad y diálogo, y debemos estar preparados para situaciones que requieran paciencia y capacidad de pacificación. Pero esto no nos puede impedir mantenernos firmes en nuestros derechos”.

En el nº 2.820 de Vida Nueva.

 

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