Jaume Pujol: “Una cuestión opinable no debe erigirse en un imperativo moral”

Jaume Pujol arzobispo de Tarragona y presidente de la Conferencia Episcopal Tarraconense

Presidente de la Conferencia Episcopal Tarraconense

Jaume Pujol arzobispo de Tarragona y presidente de la Conferencia Episcopal Tarraconense

JORDI LLISTERRI | Aunque la cuestión identitaria siempre ha estado presente en el debate eclesial en Cataluña, la primera intervención pública de la Iglesia tras la multitudinaria manifestación del pasado 11 de septiembre vino de la mano de la Conferencia Episcopal Española. Una declaración de su Comisión Permanente expresaba “una gran inquietud” ante una posible “desintegración unilateral” de España.

En aquella reunión, celebrada en Madrid los días 2 y 3 de octubre, algunos obispos catalanes expresaron su oposición a este pronunciamiento: era un momento para la prudencia. Al regreso a Cataluña, y dentro de una reunión plenaria fijada de antemano, los obispos catalanes recordaron su posicionamiento sobre este tema.

Jaume Pujol, arzobispo de Tarragona y presidente del organismo que reúne a los obispos catalanes, valora esta postura.

– ¿Por qué los obispos catalanes dicen que no les corresponde pronunciarse sobre “la forma política concreta en la que el pueblo de Cataluña debe articularse y cómo se quiere relacionar con los demás pueblos hermanos de España”?

– Como ya decíamos un año atrás en el documento Al servicio de nuestro pueblo, nuestra misión es pastoral: anunciar la Buena Nueva del Evangelio. En aquel “dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”, se sustenta el espíritu de la nota sobre las elecciones en Cataluña [del 25 de noviembre] de los obispos catalanes. Nos hallamos ante una cuestión opinable, y una cuestión opinable no debe erigirse en un imperativo moral. Corresponde a la ciudadanía pronunciarse sobre cómo debe ser esa forma política. También queremos subrayar que las elecciones democráticas exigen el derecho y el deber de ejercer el propio voto, con libertad y responsabilidad. Estos requisitos se cumplen solo si los ciudadanos, además de la ausencia de coacción, también reciben una información verídica y completa de manera que puedan hacerse un juicio responsable en el momento de decidir su sufragio.

“Nuestra misión es pastoral:
anunciar la Buena Nueva del Evangelio.
Corresponde a la ciudadanía pronunciarse
sobre cómo debe ser esa forma política”.

– ¿Esto se debe entender como un pronunciamiento a favor o en contra de la independencia?

– Como indica el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, en el punto 165 que citamos, en una democracia “cada ciudadano debe poder manifestar las propias convicciones, pensando que una sociedad que quiera positivamente estar al servicio del ser humano es la que se propone como meta prioritaria el bien común”. Por tanto, los obispos, en tanto que ciudadanos, podemos tener nuestra propia opinión sobre la manera de alcanzar ese bien común. Pero, en tanto que pastores, nuestra misión es otra.

– ¿Cree que, en general, es bien comprendida esta actitud por la sociedad catalana?

– Todo lo opinable es susceptible de ser interpretado de diversas maneras. Por otro lado, muchos de esos temas tienen su vertiente sentimental, cuando no visceral, y eso puede incidir en la interpretación. Lo que es preciso es un intenso ejercicio de reflexión y ecuanimidad de toda la ciudadanía, así como del máximo respeto hacia opiniones que no coincidan con las nuestras.

– ¿Les piden más concreción o comprenden su postura?

– Por supuesto que nos piden más concreción; y en un sentido y en el otro. Pero, como pastores de la Iglesia, no nos corresponde. Lo que defendemos es el respeto de la dignidad inalienable de las personas y los pueblos, y actuar con paciencia, paz y justicia.

“Los católicos deben animar
el camino del diálogo y el entendimiento
entre todas las partes interesadas
para conseguir soluciones justas y estables”.

– ¿Qué actitudes deberían promover en común los católicos?

– Animar el camino del diálogo y el entendimiento entre todas las partes interesadas para conseguir soluciones justas y estables, que fomenten la solidaridad y la fraternidad. El futuro de la sociedad catalana está íntimamente vinculado a su capacidad para integrar la diversidad que la configura. Y destaco “integración” y no “asimilación”, porque cada cual puede aportar lo propio a la construcción del bien común.

– ¿Es importante que los obispos catalanes se hayan expresado siempre de forma consensuada sobre estos temas?

– Los catalanes hemos sido siempre personas de diálogo y de consenso. Los obispos, siguiendo el pensamiento de san Pablo, el gran evangelizador de estas tierras, hemos de manifestarnos unidos en todo cuanto atañe a la fe. Y ese sentir hace que también nos manifestemos unidos incluso en las materias opinables, en tanto en cuanto las contemplamos a la luz de la fe en Cristo, que nos enseñó que el amor debe presidir todas nuestras acciones.

– ¿Los problemas pastorales de la Iglesia en Cataluña tienen alguna relación con las cuestiones identitarias o culturales diferenciadas?

– Absolutamente no, por cuanto esos problemas son comunes a la Iglesia universal, fruto de la secularización de nuestros tiempos, fenómeno que se da en todos los países de manera más o menos acusada.

En el nº 2.820 de Vida Nueva.

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