La renuncia de un obispo golpea a la Iglesia chilena

Marco Antonio Órdenes, obispo de Iquique, Chile, renuncia por abusos sexuales

Denunciado por abusos, su caso empaña el impacto de la reciente pastoral de la CECh

Marco Antonio Órdenes, obispo de Iquique, Chile, renuncia por abusos sexuales

El ya exobispo de Iquique, Marco Antonio Órdenes

ROBERTO URBINA A. SANTIAGO DE CHILE | Fue una bomba que echó por tierra algunos brotes de renovación en la imagen de la Iglesia chilena. La denuncia por abuso sexual contra el obispo de Iquique, en el norte del país, impactó no solo por ser una nueva acusación contra un consagrado de la Iglesia, si no también por tratarse esta vez de un obispo en ejercicio, aunque el denunciante habla de una época en que este era sacerdote.

La Iglesia y la sociedad chilena ya fueron estremecidas varias veces por las acusaciones ante la justicia civil, por abuso sexual de menores, contra más de 20 sacerdotes. De ellos, 12 están condenados a prisión. Algunos destacan por ser figuras públicas, como Fernando Karadima, formador y líder de una agrupación con más de 50 sacerdotes que incluye a cinco obispos en ejercicio en el país. O como el exvicario de la Solidaridad, Cristián Precht, icono del progresismo y la defensa de los derechos humanos durante la dictadura militar, quien sufre acusaciones aún sin conclusiones.

La situación se produce en un momento en el que la conducción pastoral está más atenta a temas de índole moral (divorcio, homosexualidad, aborto…) y más orientada a promover prácticas religiosas que a mirar los problemas sociales emergentes en Chile. Que han estallado, especialmente durante el pasado 2011, en masivas manifestaciones estudiantiles y en protestas por temas de medio ambiente, situación laboral y desigualdades económicas.

En este contexto, queda claro que todo ello ha minado la credibilidad y la confianza de la sociedad chilena en el clero local, y que su influencia se ha resentido.

Un esfuerzo por recuperar liderazgo y responder a las demandas sociales ha sido la carta pastoral del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile (CECh), titulada Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile, que se presentó el 27 de septiembre. En ella, los obispos empiezan pidiendo perdón y llamando a la conversión, de ellos mismos y de todos, como camino “para vivir conforme al Espíritu de Dios y así poder ser llamados auténticos discípulos del Señor”.

A continuación, recuperan una tradición olvidada en los últimos años: escrutar los signos de los tiempos. Allí distinguen ocho situaciones positivas y nueve hechos que provocan malestar, entre los cuales se atisban expresiones críticas y desafiantes.

En el capítulo central miran desde la persona de Jesús para hacer su propuesta de evangelizar la cultura; y en la conclusión señalan: “Nuestra fidelidad a Jesús y nuestro contacto con la cultura actual nos obligan a ir a la raíz de la fe que profesamos para reconocer y apoyar todo lo bueno y para superar aquello que no corresponde al Evangelio. La Iglesia debe resituarse en el mundo con nuevas coordenadas”.

Escándalo en Iquique

Hacía varios años que el Episcopado chileno no se mostraba tan abierto al cambio y a los desafíos de la sociedad. Pero este esfuerzo para recuperar confianza se vio afectado por la noticia desde Iquique. El obispo Marco Antonio Órdenes, de 48 años (oriundo de esa ciudad), reconoció haber tenido una conducta impropia con el denunciante cuando era párroco en el Santuario de La Tirana.

La denuncia fue presentada –reservadamente, como es de rigor– ante la Nunciatura de Chile en abril de este año y enviada al Vaticano, donde está en proceso. Luego, el 1 de octubre pasado un diario de Santiago de Chile la hizo pública, lo que generó un escándalo tal que llevó a Órdenes a presentar su renuncia al cargo.

“No sin dolor –declaró el obispo cuestionado en la noche del lunes 8 de este mes–, tomé la decisión de renunciar al Obispado de Iquique, de tal manera que, esto que me afecta de manera personal, no afecte al resto de la comunidad. Renuncia que la Santa Sede ha acogido el día de hoy”. Al día siguiente, fue nombrado administrador apostólico de Iquique el arzobispo de Antofagasta, Pablo Lizama.

Ante la conmoción, la CECh emitió una declaración que tituló Volver nuestra vida hacia el Señor, en la que se hace eco de una epístola de san Pablo: “Estamos atribulados por todas partes, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no aniquilados”.

En otro pasaje, los obispos aseguran que confían “plenamente en que la Santa Sede nos aportará las luces de verdad y de justicia que hoy no alcanzamos a vislumbrar. Invitamos a todos a esperar serenamente el esclarecimiento de los hechos denunciados”. Y cierran diciendo: “Solo desde Jesucristo daremos testimonio vivo de nuestra misión: Iglesia humilde y cercana a las personas más pobres y vulneradas”.

En el nº 2.820 de Vida Nueva.

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