Hacia “una paz justa y duradera en Mindanao”

Los obispos filipinos celebran el histórico acuerdo entre el Gobierno y el Frente Moro de Liberación Islámica

acuerdo de paz Filipinas presidente de Filipinas Benigno Aquino y representantes del FMLI

El presidente Aquino (dcha.) con representantes del FMLI

JOSÉ LUIS CELADA | Los obispos católicos de Mindanao han saludado con “optimismo” la firma de un acuerdo de paz entre el Gobierno filipino y el Frente Moro de Liberación Islámica (FMLI) como primer paso hacia la instauración de “una paz justa y duradera en Mindanao” que ponga fin a más de tres décadas de lucha armada entre el Ejército e insurgentes musulmanes en el sur del país, que han causado cerca de 150.000 muertes (un 20% de ellas civiles).

El presidente Benigno Aquino y el líder del FMLI, Al Haj Murad Ebrahim, rubricaron el pasado día 15 en Manila el documento que contempla la creación para 2016 de una región autonómica musulmana meridional: Bangsamoro (vocablo que significa ‘pueblo musulmán’), que reemplazará a la actual Región Autónoma del Mindanao Musulmán.

Por este acuerdo, el FMLI renuncia a la instauración de un Estado de mayoría islámica en el sur y acepta gobernar un territorio que formará parte de la nación filipina. Asimismo, desde ahora y hasta la fecha fijada, los 12.000 combatientes de esta organización islámica procederán a su desarme.

En su declaración a propósito del histórico acuerdo, los prelados recuerdan sus años de defensa y promoción de una “cultura de paz” en Mindanao e invitan a proseguir las negociaciones entre las partes. En 2008, y tras el rechazo del Memorando de Entendimiento sobre Territorios Ancestrales, una comisión mixta del Episcopado y varios ulemas impulsó una encuesta (Konsult Mindanaw) entre la población para saber qué factores contribuían a la promoción de esa cultura de paz.

Seis valores

Ya entonces, musulmanes, católicos, protestantes y cuantos fueron consultados coincidieron en señalar “seis valores” fundamentales para el cultivo de la paz, valores que ahora recupera y concreta este nuevo pronunciamiento episcopal. El primero es la sinceridad, indispensable para “disipar el clima de desconfianza y confusión en muchas comunidades”.

Para Mindanao, “durante mucho tiempo escenario bélico y de conflictos locales intermitentes”, un segundo valor es la seguridad. Ello requiere, a juicio de los pastores, el control de los grupos armados y, sobre todo, “intensificar la labor humanitaria y los programas de reinserción, para reducir radicalmente las armas y acabar con quienes sacan provecho de la guerra”.

Un tercer valor es la sensibilidad, que ayude a cerrar heridas y prejuicios resultantes de “una larga historia de colonización y conflicto”. “Muchos pueblos indígenas (Lumads) se sienten excluidos del proceso de paz”, advierte la jerarquía católica, al tiempo que pide respetar el derecho de los pueblos a la autodeterminación y a educarse en la multiculturalidad.

Que la gente corriente pueda “participar significativamente en la construcción de la paz” solo se logra con solidaridad. “Tenemos que construir una infraestructura social que conecte a las comunidades y no las divida”, reclaman más adelante los firmantes. En este punto, instan a “prestar especial atención a las necesidades de los desplazados internos en zonas afectadas por conflictos”.

Konsult Mindanaw abogaba ya, asimismo, por un quinto valor: la espiritualidad. Se trataría de “imaginar un mundo pacífico donde los musulmanes de Mindanao, Lumads, cristianos y miembros de otras tradiciones religiosas conviven en armonía y libertad religiosa”.

Finalmente, el texto episcopal defiende la sostenibilidad como “viabilidad a largo plazo del proceso de paz”, lo cual exige institucionalizar diversas iniciativas: legislar nuevas estructuras al servicio del acuerdo de paz, incorporar el objetivo de la paz al programa del gobierno local, “profesionalizar” esos esfuerzos de paz, corregir prácticas discriminatorias en el sistema judicial hacia colectivos como los indígenas, fortalecer la educación para la paz…

Pero todo ello son solo propuestas, porque “un acuerdo de paz formal no es el fin de la construcción de la paz, sino el inicio de un trabajo duro para concretar el significado de la sinceridad, la seguridad, la sensibilidad, la solidaridad, la espiritualidad y la sostenibilidad en nuestras diversas comunidades de Mindanao”, concluyen los obispos de la región.

Y añaden: “Que los dos valores más altos en todas nuestras tradiciones religiosas –amor a Dios y al prójimo– sean nuestra guía constante en la tarea de la reconciliación y la construcción de una cultura de paz en Mindanao”.

En el nº 2.820 de Vida Nueva.

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