La nueva evangelización debe transformar la fe en vida

Donald Wuerl, cardenal de Washington, relator general Sínodo Nueva Evangelización

En las primeras sesiones del Sínodo, los obispos analizan las causas del secularismo

obispos en la misa de apertura del Sínodo sobre la Nueva Evangelización 7 octubre 2012

Obispos en la misa de apertura del Sínodo

ANTONIO PELAYO. ROMA | Puedo pecar de ingenuo –pecado venial, en todo caso–, pero me ha parecido percibir que este Sínodo de los Obispos se ha abierto en un clima algo más positivo y optimista que en la mayoría de los anteriores. [La nueva evangelización debe transformar la fe en vida – Extracto]

Dentro de tres semanas podremos comprobar si mi impresión es exacta o si, una vez más, una iniciativa potencialmente tan positiva como la reunión de obispos de todo el mundo con el Papa para discutir un tema de importancia para la Iglesia –y la nueva evangelización lo es, sin duda alguna– finaliza no con una decepción, pero sí con el convencimiento de que se podía haber hecho más y mejor.

Creo que esta inicial impresión mía, y de otros colegas con los que hemos hablado, se basa en varias causas: la primera, su solemne inauguración, con la simultánea proclamación de Juan de Ávila y de Hildegarda de Bingen como doctores de la Iglesia, dos personalidades cuyo común denominador fue provocar una “profunda reforma de la Iglesia”, como dijo Benedicto XVI en la misa inaugural.

Añádase a ello que la “nueva evangelización” es un concepto y una iniciativa que se nutre de la linfa que han dejado documentos tan importantes como la Evangelii nuntiandi de Pablo VI (diciembre de 1975) o la Christifideles laici (diciembre de 1998) de Juan Pablo II, quien acuñó esta expresión tan programática.

En la estela del Concilio

Añado otro dato anagráfico: en torno a 150 de los 262 participantes en esta XIII Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos lo hacen por primera vez, y esto se ha reflejado en las sesiones iniciales con un manifiesto recato, pero a la postre puede transformarse en una mayor capacidad de innovación; de ello se han comenzado a ver atisbos desde las primeras horas.

Ojalá los juniors no pierdan este impulso renovador de la institución sinodal, uno de los frutos más sustantivos del Vaticano II.

Y esta, la conciliar, es la última razón, también, para esperar que el Sínodo suponga un serio empuje para la acción evangelizadora de la Iglesia en los cinco continentes. Esta es su misión esencial y, en comparación con ella, lo demás es accidental y, por tanto, susceptible de reforma.

En su homilía de la misa inaugural, el domingo 7 de octubre, Josep Ratzinger, después de haber recalcado la idea de que “la Iglesia existe para evangelizar”, definió la finalidad de la nueva evangelización como algo encaminado a “favorecer el descubrimiento de la fe, fuente de gracia, que produce alegría y esperanza en la vida personal, familiar y social”.

“La evangelización en todo tiempo y lugar –añadió– tiene siempre como punto central y final a Jesús, el Cristo, el Hijo de Dios; y el crucifijo es por excelencia el signo distintivo de quien anuncia el Evangelio: signo de amor y de paz, llamamiento a la conversión y a la reconciliación”. Por último, subrayó que “la nueva evangelización se orienta principalmente a las personas que, aun estando bautizadas, se han alejado de la Iglesia y viven sin tener en cuenta la praxis cristiana”.

Primera congregación general

La primera de las 23 congregaciones generales de esta Asamblea Sinodal comenzó a las 9 horas del lunes 8, en presencia del Santo Padre, quien, tras el rezo de la Hora Tercia, improvisó una meditación cuya pregunta inicial fue: “Detrás del silencio del universo, detrás de las nubes de la historia, ¿existe o no existe un Dios?”, para luego afirmar: “Cristo no fundó la Iglesia como la forma de un Parlamento constituyente que tuviese que hacer la Constitución. La Iglesia no comienza con nuestro hacer, sino con el hacer y el hablar de Dios. No podemos hacer nosotros la Iglesia, sino solo conocer lo que Él ha hecho”.

Aula sinodal en la primera sesión del Sínodo sobre la Nueva Evangelización

Aspecto del aula sinodal en la primera sesión

Finalizada la meditación papal, comenzaron los trabajos sinodales propiamente dichos, bajo la presidencia del cardenal John Tong Hon, arzobispo de Hong Kong y uno de los tres presidentes delegados, que dio la palabra al secretario general del Sínodo, Nikola Eterovic. Este presentó su relación, muy parecida al informe contable de un administrador de empresa; poco noticiable, por lo tanto.

Interesante diagnóstico

Mucho más novedosa nos pareció la relación presentada por el cardenal arzobispo de Washington, Donald W. Wuerl, quien recibió del Papa el encargo de ser relator general de este Sínodo hace poco más de un año. A los que le conocimos en sus años romanos como secretario personal del cardenal John J. Wright –entonces prefecto de la Congregación del Clero– no nos sorprende su personalidad, forjada entre la fidelidad a la tradición y la capacidad de innovación. Su relación es una buena prueba de este talante.

El cardenal describió así el contexto de este Sínodo: “La situación actual hunde sus raíces precisamente en los desórdenes de los años 70-80, decenios en los que existía una catequesis verdaderamente escasa o incompleta en tantos niveles de instrucción. Hemos afrontado la hermenéutica de la discontinuidad, que ha permeado gran parte de los centros de instrucción superior y que ha tenido también reflejos en algunas aberraciones en la práctica de la liturgia. Fue como si un tsunami de influencia secular hubiera destruido todo el paisaje cultural, arrastrando consigo algunos indicadores sociales como el matrimonio, la familia, el concepto de bien común y la distinción entre el bien y el mal. Luego, de manera trágica, los pecados de unos han alentado la desconfianza en algunas de la estructuras ínsitas a la Iglesia misma”.

“La separación intelectual e ideológica entre Cristo y su Iglesia –había dicho antes– es una de las primeras realidades que debemos afrontar al proponer una nueva evangelización de la cultura y de la sociedad moderna (…). Uno de los retos que hoy hace que sea urgente la nueva evangelización, al mismo tiempo que pone barreras, es el individualismo. Nuestra cultura y el énfasis de gran parte de la sociedad moderna exaltan al individuo y minimizan las relaciones necesarias de cada uno con los demás”.

“El contexto del Sínodo es este: una sociedad que está cambiando de modo dramático y que es el trasfondo de la acogida de la fe al hacerla propia y transformarla en vida. La llamada a volver a proponer la fe católica, a volver a proponer el mensaje evangélico, a volver a proponer la enseñanza de Cristo es, precisamente, porque nos encontramos con tantas personas que inicialmente han escuchado este anuncio salvífico, pero después este mensaje ha perdido toda la frescura. La visión se ha desvanecido. Las promesas se han vuelto vacías o sin relación con la vida real”.

Donald Wuerl, cardenal de Washington, relator general Sínodo Nueva Evangelización

El relator general, cardenal Wuerl

El cardenal Wuerl (del que volveremos a hablar más de una vez) urgió la necesidad de superar lo que llamó “síndrome del desconcierto”, equivalente a una falta de confianza en la verdad de la fe y en la sabiduría del magisterio que caracteriza nuestra época.

Las restricciones de espacio nos obligan a sintetizar un texto muy valiente y realista: “La nueva evangelización debe basarse en la comprensión de que es la fe cristiana la que nos ofrece una cierta comprensión del problema del mal, de la realidad del pecado, de la caída y de la llamada a una nueva vida. El mal y el pecado son sin duda obstáculos para el Evangelio, pero es precisamente el mensaje evangélico lo que da sentido a la condición humana y a la posibilidad de una nueva vida que supere los límites intrínsecos de la fragilidad humana. En definitiva, la nueva evangelización debe basarse en el reconocimiento de que solo a la luz de Jesucristo comprendemos plenamente lo que significa ser humanos”.

Cuatro cualidades del nuevo evangelizador

Entre las muchas cualidades identificadas y requeridas a los nuevos evangelizadores de nuestro tiempo, el purpurado hizo hincapié en estas cuatro: la audacia o el valor, el vínculo con la Iglesia, el sentido de la urgencia y la alegría. Su conclusión fue la siguiente: “Tenemos todos los motivos para comenzar este Sínodo con optimismo y entusiasmo porque las simientes de la nueva evangelización sembradas durante los pontificados de Pablo VI, Juan Pablo II y Benedicto XVI están empezando a brotar”.

Tenía razón el encargado de prensa en lengua española de este Sínodo, José María Gil Tamayo, al subrayar que en el aula sinodal sobrevuela el espíritu y el mensaje del papa Montini, a quien se debe, por cierto, la convocatoria del primer Año de la fe, precedente del que Benedicto XVI inauguraba el jueves 11 de octubre al cumplirse el primer medio siglo de la apertura del Concilio Vaticano II.

En el nº 2.819 de Vida Nueva.

 

ESPECIAL LA NUEVA EVANGELIZACIÓN

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