Una Iglesia con rostro y corazón indígena

Sacerdotes, religiosos/as, seminaristas y catequistas indígenas, reflexionaron sobre su tarea evangelizadora

Alrededor de 30 agentes de pastoral indígena se dieron cita en el Centro Misionero de La Consolata, en Bogotá, del 18 al 20 de septiembre, para celebrar el Encuentro Nacional de sacerdotes, religiosos/as, seminaristas y catequistas indígenas, que generalmente se realiza cada dos años, bajo la coordinación del Área de Étnias de la Conferencia Episcopal de Colombia. En la convocatoria se leía que el único requisito para participar era “ser indígena y traer información sobre las espiritualidades de las comunidades que acompañan”.

Para algunos de los participantes, provenientes de lejanas regiones como Amazonía, Cauca, Córdoba, Vaupés, Nariño, Arauca, Guajira, Chocó, los llanos y la costa, el desplazamiento a la capital representa todo un desafío, no solo por los costos económicos, sino por el tiempo que requieren para movilizarse. En algunos casos, un participante puede demorar hasta dos días de camino, antes de llegar a una ciudad con conexión aérea con el centro del país.

El Encuentro comenzó con la celebración eucarística que presidió el Nuncio Apostólico, Mons. Aldo Cavalli, en la parroquia Madre de las Misiones. Allí fue presentada la carta de Benedicto XVI “sobre el estado de los pueblos indígenas en Colombia” (ver recuadro), la cual dirigió a Mons. Rubén Salazar Gómez, Arzobispo de Bogotá y Presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, con motivo de los 100 años de la Encíclica Lacrimabili Statu Indorum de san Pío X, que fue publicada el 7 de junio de 1912. Mons. Cavalli explicó que “esta Encíclica había sido escrita como respuesta a la difícil situación de los indígenas en aquel tiempo. Cien años después, el Papa escribe de nuevo una carta que desarrolla básicamente tres puntos: en primer lugar, todos somos iguales como personas humanas; en segundo lugar, la necesidad de la transmisión de los valores a través del diálogo inter-cultural; y, finalmente, la Iglesia, a ejemplo de Jesucristo, debe asumir a la persona y entregarse a ella”. Esto implica, insistió el Nuncio, “anunciar que Dios es amor dentro de una cultura, en su manera de vivir y en su propia espiritualidad, que también hace parte de la cultura”.

Para Fray Mario Toro Puerta, Director del Área de Étnias, “el contenido de esta carta es una voz de aliento para quienes trabajan pastoralmente con las comunidades indígenas, pero también es un apoyo enorme a las búsquedas y luchas que ellas realizan”. En este sentido, el Encuentro valoró la importancia de mirar la realidad de los pueblos que se están acompañando, considerando que en Colombia la población indígena puede llegar a 1,3 millones, distribuida en 92 comunidades étnicas.

La posibilidad de pensarse como agente evangelizador indígena y de pensar, desde la espiritualidad indígena, cuál puede ser el enfoque del acompañamiento pastoral de la Iglesia, fue el eje en torno al cual se desarrollaron los temas previstos: las “semillas del Verbo” en las culturas, inter-culturalidad y evangelización, y el impacto de la evangelización en las comunidades indígenas. En palabra de Fray Toro, “el objetivo principal de estos encuentros es animar a los indígenas para que vayan construyendo un proyecto pastoral que se adecúe a las culturas y a los pueblos que ellos y otros misioneros, que no son propiamente indígenas, acompañan. Este proceso permitirá que ellos se apersonen cada vez más de la pastoral indígena en Colombia”. Evidentemente, se trata de una apuesta por una Iglesia con rostro y corazón indígena.

Uno de los ponentes invitados al Encuentro fue Mons. Luis Augusto Castro, Arzobispo de Tunja y Presidente de la Comisión de Misiones de la Conferencia Episcopal. En su intervención señaló que “es importante preguntarse primero cómo se manifiesta el Señor en un determinado pueblo o cultura. Antes que pretender enseñar, hay que estar dispuestos a dejarse edificar y enriquecer por los valores del pueblo”. De igual forma, afirmó que “la inter-culturalidad implica una relación de aprecio de una cultura por la otra, de un pueblo por el otro, enriqueciéndose mutuamente, de un modo dialogal. Se diferencia de la pluri-culturalidad, que se limita a constatar y reconocer que existen culturas diferentes, sin que ello implique algún vínculo entre sí”.

Por otra parte, como se esperaba, el encuentro también ofreció espacios para estudiar la Encíclica Lacrimabili Statu Indorum, valorando el testimonio de vida de la beata Laura Montoya (fundadora de las Hermanas Lauritas) y del P. Álvaro Ulcué Chocué (primer sacerdote indígena de Colombia) en su entrega misionera por las comunidades indígenas.

Ante las oportunidades y las amenazas que viven los “pueblos originarios” de Colombia, este Encuentro Nacional es fuente de esperanza para los agentes de pastoral que encarnan el Evangelio en cada cultura y en cada región. Los pueblos indígenas de Colombia están redescubriendo su identidad cultural y su capacidad de ser una alternativa de vida a un mundo uniformado y centrado en el lucro económico, sin desconocer el riesgo que tienen de ser absorbidos por las fuerzas globalizadoras y por las espirales de la violencia que desde hace décadas los ha llevado al desplazamiento y la muerte, víctimas del conflicto armado. VNC

La carta de Benedicto XVI 

Con motivo del centenario de la Encíclica Lacrimabili Statu Indorum, el pasado 15 de junio Benedicto XVI envió al episcopado colombiano, en cabeza de su Presidente, una carta “sobre el estado de los pueblos indígenas en Colombia”. La carta es un estímulo para afianzar los procesos de evangelización de los pueblos indígenas:

“Nadie que se precie, pues, del nombre de cristiano puede desentenderse de su prójimo o minusvalorarlo por motivos de lengua, raza o cultura”.

“Con vivos sentimientos de cercanía a esos pueblos, me uno de buen grado a cuantos están llevando a cabo una benemérita obra en su favor, ven con gozo las gracias que cada día comparten con ellos y se empeñan con valentía en seguir acompañándoles con miras a la construcción de un futuro luminoso y esperanzador para todos”.

“En ese quehacer nos sirven de modelo el arrojo apostólico de insignes obispos, como Toribio de Mogrovejo o Ezequiel Moreno, la caridad sin fisuras de religiosos como Roque González de Santa Cruz o Laura Montoya, y la sencillez y humildad de laicos tan ejemplares como Ceferino Namuncurá o Juan Diego Cuauhtlatoatzin”.

“Deseo exhortar a todos a considerar esta efeméride como un momento propicio para dar un nuevo impulso a la proclamación del Evangelio entre estos queridos hermanos nuestros, incrementando el espíritu de mutua comprensión, de servicio solidario y de respeto recíproco”.

TEXTO: Óscar A. Elizalde Prada 

FOTOS: Humberto Pinto

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