La Iglesia chilena busca recuperar su prestigio

Ricardo Ezzati, presidente de la Conferencia Episcopal de Chile

Un documento del Episcopado cuestiona seriamente el modelo económico actual

Ricardo Ezzati, presidente de la Conferencia Episcopal de Chile

El presidente del Episcopado, Ricardo Ezzati

PEDRO SIWAK | El 27 de septiembre, el Episcopado chileno dio a conocer un mensaje en el que reconoce que “a nadie se le oculta que, por nuestras faltas, la Iglesia ha perdido credibilidad. No sin razón algunos han dejado de creernos”.

Desde la muerte del cardenal Raúl Silva Henríquez en 1999, la jerarquía católica venía sufriendo un lento desgaste, admitido ahora por el documento Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile. En él se alude al purpurado fallecido, en cuyo mandato al frente del Episcopado la Iglesia alcanzó un prestigio que trascendió las fronteras del país por haber puesto en marcha, junto a las otras confesiones, la Vicaría de la Solidaridad, dique de contención para los que sufrieron la persecución del régimen de Augusto Pinochet.

Silva Henríquez había nacido un 27 de septiembre, en 1907, el mismo día en el que el ahora presidente del Episcopado, Ricardo Ezzati, dio a conocer este nuevo documento con palabras de recuerdo para el cardenal.

A partir de 2010, la Iglesia chilena fue cuestionada principalmente por los casos de abusos sexuales. En noviembre de 2011, el diario La Segunda publicaba los nombres de nueve sacerdotes y un diácono condenados en la justicia penal chilena por delitos graves contra menores de edad, mientras que otros ocho sacerdotes recibieron prescripción canónica.

El texto episcopal había comenzado a pergeñarse en abril de 2011, en la reunión que los obispos celebraron en Punta de Tralca. Allí se le encomendó a la Comisión Permanente su redacción para analizar esta pérdida del prestigio eclesial, pero para abordar también las consecuencias del actual modelo económico chileno.

Así, en él se constata que, “en nuestro país, diversas manifestaciones piden reformas; en particular, un poderoso movimiento estudiantil y sectores significativos de algunas regiones que se sienten postergadas, no escuchadas, incluso engañadas. La Iglesia no puede permanecer ajena a esos clamores”. Cabe recordar que Chile es uno de los pocos países latinoamericanos donde la enseñanza universitaria es muy onerosa, cuando en el resto suele ser gratuita, situación que obliga a muchos jóvenes a emigrar para capacitarse.

Gran desigualdad

“No es comprensible que, en un país como Chile, con el nivel económico que hemos alcanzado –alertan los obispos–, un trabajador que tiene un empleo estable esté más abajo de la línea de pobreza. Eso no es ético y no se condice con la dignidad humana”. La gran asignatura pendiente del país es reducir la brecha entre ricos y pobres: el 54% de los ingresos está en manos del 20% más rico de la población. Eso convierte a Chile en el quinto país con mayor desigualdad en América Latina.

El texto señala, asimismo, “que una avanzada tecnología manejada por el mercado y orientada primordialmente al crecimiento económico puede tener efectos gravísimos para la conservación de la naturaleza, que es nuestro hábitat”. Dirigentes de las comunidades aborígenes expresaron al respecto: “No solo este Gobierno, sino los anteriores, siempre trataron a los aborígenes mapuches como delincuentes comunes y, ahora, como terroristas”.

En su análisis de la situación actual, el documento episcopal sostiene que “si Chile quiere responder al desafío presente, tiene que ampliar su mirada y enfrentar su sistema político, su sistema educativo, su sistema económico y su concepto de desarrollo con una visión de conjunto como proyecto de país. Tenemos que integrarnos en la globalización sin perder nuestra identidad y nuestra alma”.

Según algunos investigadores, la pobreza cayó del 38,6% (1990) al 13,7% (2006), desapareció la indigencia y el PIB per cápita se triplicó entre 1985 y 2002. Chile está camino de unirse a las economías más avanzadas del mundo para finales de esta década; la inflación se sitúa en torno al 3% y la mayoría de los rankings de estabilidad política, respeto a la ley y control de la corrupción lo sitúan muy por delante de otras naciones latinoamericanas.

Por eso, los prelados reconocen que, “de aquí a diez o quince años, es posible que hayamos dado un salto cualitativo que nos permita estar entre los países desarrollados y así poder resolver los problemas mayores de justicia, trabajo, salud y una educación de calidad para todos”.

Sin embargo, “la buena educación – advierten– no consistirá solo en acumular saberes, sino también en tener una moral sólida que haga posible la participación y la convivencia ciudadana. Tenemos que humanizar ese desarrollo y compartirlo entre todos”.

En el nº 2.818 de Vida Nueva.

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