Jesús Esteban Sádaba: “Queremos servir y proteger a las minorías como hizo Labaka”

Jesús Esteban Sádaba, obispo vicario apostólico Aguarico, Ecuador

Obispo vicario apostólico de Aguarico (Ecuador)

Jesús Esteban Sádaba, obispo vicario apostólico Aguarico, Ecuador

JOSÉ LUIS CELADA | El 21 de julio se cumplieron 25 años de la muerte en Aguarico (Ecuador) de Alejandro Labaka, de donde era obispo, atravesado por las lanzas de los tagaeri cuando iniciaba un acercamiento apostólico a esa tribu, a la que también quería proteger de las empresas petrolíferas que habían puesto sus ojos en la región. [Extracto de la entrevista con Jesús Esteban Sádaba]

Junto a este religioso capuchino, natural de Beizama (Guipúzcoa), falleció Inés Arango, una religiosa terciaria capuchina de Colombia. A Labaka le sucedió al frente de aquel vicariato otro religioso capuchino, Jesús Esteban Sádaba Pérez (Pamplona, 1941), quien rememora la figura del mártir y la labor evangelizadora entre las minorías indígenas.

– ¿Hasta qué punto el compromiso de Alejandro Labaka con los indígenas sigue hoy vigente en la Iglesia de Ecuador?

– En las últimas décadas, ese compromiso ha sido continuo e intenso. No solo monseñor Alejandro Labaka, sino un grupo importante de obispos, han trabajado y siguen trabajando por y con los indígenas. En la Conferencia Episcopal Ecuatoriana existe el Departamento de Pastoral Indígena animando muy activamente la pastoral entre los diferentes pueblos y nacionalidades que existen en la costa, en la sierra y en la Amazonía. Además, se ha creado el SICNIE, una importante asociación que ha integrado desde hace más de 20 años a los servidores de la Iglesia católica de las nacionalidades indígenas del Ecuador. Está presente en la mayoría de las diócesis y de sus filas han salido algunos de los actuales dirigentes del Movimiento Indígena Nacional.

– ¿Resulta tan provocador y “revolucionario” el Evangelio que su inculturación puede conducir todavía al martirio?

– Defender la vida, defender a los pequeños, a los sin voz, llevó a Cristo a la cruz y sigue llevando a los cristianos a ser capaces de exponer la vida por el Evangelio. Alejandro Labaka e Inés Arango, como tantos otros misioneros, murieron; muchos más se han desgastado hasta dar la vida.Jesús Esteban Sádaba, obispo vicario apostólico Aguarico, Ecuador

– Una oración de la Iglesia en Aguarico, el vicariato que usted pastorea, pide a Dios ser “una Iglesia fiel a su vocación misionera”. ¿En qué medida lo está logrando su diócesis?

– Ser una Iglesia fiel a su vocación misionera nos debería llevar a unas metas todavía no conquistadas, en las que queremos caminar. Enumero algunas. La primera, implantar la Iglesia local, pues estamos lejos de tener sacerdotes y Vida Consagrada propios, como se habla en el marco referencial del Vicariato. Los misioneros aquí habremos cumplido la misión cuando ya seamos innecesarios porque el clero, la Vida Consagrada, los laicos ya se basten para caminar plenamente como Iglesia local.

La segunda, servir y proteger a las minorías, al estilo de Inés y Alejandro. Nos preocupan pastoral y socialmente las minorías, pero nos quedamos cortos en su servicio y atención. Y la tercera, salir a misionar a otras tierras. Alejandro soñaba con enviar desde Aguarico misioneros propios a China. Otro gran obispo misionero, Gonzalo López, quiso tomar la posta de Alejandro y preparó un equipo misionero de su vicariato para ir a China; no pudo hacer realidad el sueño. Estos son algunos elementos con los que debemos seguir soñando para ser la Iglesia misionera por la que oramos.

– ¿Qué significa la presencia de los capuchinos en ella después de tantos años?

– Sigue siendo importante y significativa, junto a los sacerdotes diocesanos y otros misioneros y agentes de pastoral. La opción de los capuchinos dentro del Vicariato ha sido por los lugares de frontera, con atención a los pueblos indígenas, con colaboración muy importante en la reflexión sobre evangelización inculturada, con la cercanía a los problemas de la explotación petrolera, con la presencia en barrios marginales y siempre con la preocupación y atención a las minorías étnicas, a los llamados pueblos no contactados, para hacerlos visibles y preservar su vida, como lo hicieron Inés y Alejandro en su muerte. Quiero destacar también la presencia capuchina de la Segunda Orden en el Monasterio Santa María de Guadalupe, de las Clarisas Capuchinas Sacramentarias. Su presencia como comunidad contemplativa es una riqueza.

“Esperamos tener la capacidad de
dar respuesta a las necesidades nuevas
que van apareciendo por el rápido crecimiento
y cambio de la sociedad en que vivimos”.

– En Ecuador, Perú o Brasil se vienen repitiendo las denuncias de la Iglesia contra las grandes compañías petroleras o mineras que atentan contra el medio ambiente y, lo que es peor, arrebatan su medio de vida a las gentes del lugar. ¿Es este el tipo de presencia que se le pide a la Iglesia del siglo XXI en el continente latinoamericano frente a las injusticias del sistema?

– Es un modo de presencia profética en defensa de la vida a todo nivel: vida humana, protección de las culturas diferentes y defensa de la naturaleza. En nuestra Iglesia de Aguarico está unida a la defensa de la vida de las minorías y de los pueblos no contactados. Esta defensa llevó a Labaka y a Inés a arriesgar la vida por el Evangelio. Lo expresó Alejandro antes de marchar a su encuentro con los tagaeri: “Si no vamos nosotros, los matan a ellos”.

Vivir en comunión

– ¿Qué representan hoy para la Iglesia ecuatoriana prelados como Alejandro Labaka o Leónidas Proaño? Hay voces que sugieren la pérdida de aquel espíritu profético suyo…

– A mí no me ha tocado vivir ni con monseñor Labaka ni con monseñor Proaño; sí he conocido su influencia en el trabajo pastoral de la Iglesia de Ecuador. Son recordados con veneración por la Conferencia Episcopal; hoy estamos en una situación social y eclesial diferente; eso supone el mirar a personajes como Proaño y Alejandro con diferente óptica. Cada momento tiene su respuesta eclesial y sus evangelizadores y testigos.Jesús Esteban Sádaba, obispo vicario apostólico Aguarico, Ecuador

– La oración antes citada también le pide ayuda al Señor para “vivir en comunión”. ¿Episodios como los vividos en el relevo episcopal de un vicariato hermano como Sucumbíos socavan esa comunión?

– Me alegra que califique al Vicariato de Sucumbíos como “vicariato hermano”; así nos hemos considerado siempre y seguimos sintiéndolo. La comunión entre los miembros de una Iglesia local y con la Iglesia universal es fundamental. Lo sucedido en Sucumbíos ha sido triste y nunca debió ocurrir; se ha puesto en peligro la comunión; gracias a Dios, se está en camino de crear puentes y sanar heridas.

– Ya para acabar, ¿qué esperan el Vicariato de Aguarico y sus gentes del futuro?

– Esperamos tener la capacidad de dar respuesta a las necesidades nuevas que van apareciendo por el rápido crecimiento y cambio de la sociedad en que vivimos. Queremos detectar la realidad que se vive en nuestra sociedad; la vivencia nueva de fe que se presenta en la Iglesia, en concreto en Aparecida y otros acontecimientos de Iglesia. Desde esta perspectiva esperamos descubrir el modo nuevo de hacer misión y de transmitir la fe. También buscamos con esperanza e ilusión cómo enfrentar la realidad de fe en una sociedad en la que la mitad de los habitantes son menores de 25 años, una sociedad que crece a un ritmo acelerado; una sociedad con conflictos, pero con capacidades; una sociedad pluricultural, en ocasiones minoritaria y oculta. A esta sociedad debemos presentar a Cristo; en esta sociedad debemos dar testimonio de nuestra fe de forma creíble y entendible. Buscamos cómo el Espíritu del Señor nos orienta para responder aquí y ahora a esta realidad, con las capacidades concretas que tenemos los cristianos de aquí, los agentes de pastoral de esta Iglesia local. El Padre Dios y La Madre de su Hijo nos ayuden a ser capaces de realizar una nueva evangelización.

En el nº 2.817 de Vida Nueva.

 

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