‘Mátalos suavemente’: ¿negocio o delito?

Mátalos suavemente, fotograma de la película

Mátalos suavemente, fotograma de la película

J. L. CELADA | En este tiempo de drásticos recortes, pánico en los mercados y desconfianza ciudadana, alguien ha tenido la feliz ocurrencia de descifrar con un enfoque inédito los tejemanejes que han propiciado la agónica coyuntura actual. El estallido de la crisis –y sus consecuencias– ha sido caldo de cultivo recurrente para el documental (Inside Job) o la ficción (Margin Call), pero nunca antes resultó tan palmaria la asociación entre economía y delincuencia.

La afilada metáfora se la debemos a Andrew Dominik, guionista y director de Mátalos suavemente, una historia sobre los usos y abusos del crimen organizado, cuyos personajes, actitudes y diálogos recuerdan sospechosamente a los inquilinos de las grandes corporaciones y los asiduos del parqué. Bien saben unos y otros que matar “puede ser muy delicado”, porque hay que tratar de minimizar el daño. Al fin y al cabo, “solo es dinero”.

Aunque inspirada en una novela de los 70, esta cinta cobra todo su sentido cuando se erige en clave de lectura de acontecimientos muy cercanos y sobradamente conocidos. Por si las dudas, ahí está el (innecesario) subrayado en boca del mismísimo Barack Obama.

Sus promesas de libertad y de acciones decididas contra la grave situación del momento, proclamadas durante la campaña para las presidenciales de 2008, se convierten ahora en permanente telón de fondo de las actividades delectivas de nuestros protagonistas. El contraste está servido: la comunidad soñada por el mandatario norteamericano dista mucho de las solitarias vidas de estos rateros de poca monta, matones a sueldo y mafiosos varios.Mátalos suavemente, fotograma de la película

Al abrigo de una impecable puesta en escena –gris y lluviosa, como corresponde a un universo de amenazas y tormentas– y de una música que actúa como cálido contrapunto de sus conversaciones subidas de tono y del tronar de armas y puños, Mátalos suavemente discurre al ritmo que imponen los mejores títulos del cine negro. Ya sean thrillers o comedias; o ambas cosas en una, como es el caso.

Con Brad Pitt a la cabeza, desfilan por pantalla intérpretes tan destacados como James Gandolfini, Richard Jenkins o Ray Liotta, metiéndose en la piel de tipos duros y pobres diablos, listillos de turno y cabezas de turco…

Todos ellos integrantes de esa subclase social de “mentalidad empresarial” (dejan las decisiones para los demás) llamada a preservar el sistema. Delictivo o económico tanto da, porque ambos ejecutan sus planes con idéntica falta de escrúpulos y un único objetivo: sobrevivir a costa de quien sea.

A estas alturas –también de metraje–, sobraba, pues, el recordatorio de que los Estados Unidos ya no son un país, sino un negocio. Postrera puntualización que, sin embargo, no resta un ápice de lírica a la cruel ironía de cuanto nos narra esta rotunda y provocadora película.

FICHA TÉCNICA

TÍTULO ORIGINAL: Killing them softly.

GUIÓN Y DIRECCIÓN: Andrew Dominik, sobre la novela Los amigos de Eddie Coyle, de George V. Higgins.

FOTOGRAFÍA: Greig Fraser.

PRODUCCIÓN: Dede Gardner, Anthony Katagas, Brad Pitt, Stephen Roberts, Paula Mae Schwartz, Steve Schwartz.

INTÉRPRETES: Brad Pitt, Scoot McNairy, Ben Mendelsohn, James Gandolfini, Vincent Curatola, Richard Jenkins, Ray Liotta, Tervor Long, Max Casella, Sam Shepard

En el nº 2.817 de Vida Nueva.

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