“Estamos llamados a ser puentes de reconciliación, pacificación y comunión”

Tras la destitución del presidente de Paraguay, Fernando Lugo, el pasado 22 de junio, se han levantado muchas voces de rechazo que denuncian “la complicidad de los tres poderes del Estado” (VNC No. 56). La actitud condescendiente de la Conferencia Episcopal Paraguaya frente al “golpe parlamentario”, también ha sido objeto de duras críticas. Ante estas circunstancias, los obispos paraguayos escribieron una carta en la cual piden perdón por los errores cometidos y exhortan a la comunión eclesial. Se reproducen aquí algunos fragmentos:

Asunción, 28 de agosto del 2012

A los sacerdotes, religiosos y religiosas, fieles cristianos:

Los obispos, reunidos en Asamblea Extraordinaria, hemos iniciado nuestro encuentro reflexionando sobre los últimos acontecimientos del mes de junio pasado. Agradecemos, a todos aquellos, que nos han escrito y confiado sus inquietudes, sus dudas y decepciones, pero especialmente sus esperanzas.

Nos ha surgido la necesidad de meditar e interpretar con ustedes en estas circunstancias los signos de los tiempos en nuestro país y en nuestra Iglesia en el Paraguay a partir de la oración de Jesús por la unidad: “Pero no ruego sólo por ellos, sino también por los que van a creer en mi por medio de sus palabras. Que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno” (Jn 17, 20-22).

En las Líneas Comunes de Acción Pastoral del 2007, los Obispos recordábamos como Primera Línea, la Comunión Eclesial: “La Iglesia es en Cristo como un sacramento, o sea signo e instrumento de unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). La Iglesia es esencialmente comunión y sus raíces residen en el misterio primordial de la Santísima Trinidad. La Iglesia es – debe ser – la expresión histórica del amor de Dios Padre derramado en el mundo por Jesucristo en el Espíritu Santo.

A raíz de las discrepancias y disidencias surgidas en las comunidades cristianas por los últimos acontecimientos vividos a nivel nacional y eclesial, exhortamos a todos a tener una mirada de fe sobre lo sucedido, buscando priorizar siempre la comunión eclesial, como signo característico de ser Iglesia y de nuestra vocación cristiana de ser discípulos misioneros de Jesús.

Podemos discrepar con opiniones y acciones que no conciernen directamente a la doctrina y moral cristiana, pero evitando que éstas puedan generar divisiones y discordias en la comunidad; apuntando más bien a seguir trabajando y creciendo en la espiritualidad de comunión que, a inicios del nuevo milenio, nos propusiera el Papa Beato Juan Pablo II, de ser “casa y escuela de comunión” (NMI-JPII) en la edificación de la Iglesia, del bien común, de la sociedad, en las actuales circunstancias que nos toca vivir.

Como miembros de la Iglesia, conscientes de su condición pecadora, pero también conscientes de la ayuda divina y de la gracia santificante, reconocemos ante Dios y los hombres nuestra fragilidad de vasijas de barro, aunque portadores de un gran tesoro que supera nuestra humilde capacidad humana (Cfr. 2 Cor 4, 7).

Si se ha juzgado que se han cometido errores, pedimos la comprensión y el perdón; y junto con las observaciones correspondientes también pedimos prevalecer por encima del juicio la misericordia. La actuación de algunos Obispos del Consejo Episcopal Permanente de la CEP la noche del 21 de junio se debió a la noticia recibida de un inminente derramamiento de sangre. Se quiso evitar que hubiera otro hecho delictuoso entre hermanos. Los Obispos, sabiendo que nuestra misión primordial es crear un ambiente de paz y de comunión, asumimos nuestra responsabilidad en el caso que no hayamos dado testimonio de comunión. También nosotros perdonamos aquellas expresiones que fueron más allá de la caridad y el respeto que nos debemos mutuamente.

Reconocemos nuestras limitaciones y errores, como Iglesia, por no estar atentos a la conducción de Dios en esta nuestra historia de salvación. Hemos puesto quizá el acento más en lo humano que en lo divino, haciéndosenos difícil, por momentos, el encuentro con nuestro Señor y con el Dios de la historia.

Llamados por el Señor a ser los pastores de la Iglesia en Paraguay, queremos seguir trabajando con todos en la pacificación y solvencia de la comunión basada en la confianza y en el amor mutuo.

A los sacerdotes, en quienes depositamos toda nuestra confianza, les solicitamos que prosigan en su trabajo pastoral a favor de todos, en particular de los pobres, con generosidad y espíritu evangélico.

A los religiosos/as les damos nuestra cordial y paternal acogida para enriquecernos con sus carismas. El profetismo, propio de la vida religiosa, debe ser fruto de la contemplación a fin de encarnar el proyecto y el Amor de Dios en los hombres, muy particularmente en los pobres.

A los fieles laicos agradecemos su compromiso y testimonio cristiano en el mundo. No tengan miedo de asumir su responsabilidad de implantar el Reino de Dios apoyados en la Eucaristía, en la meditación de la Palabra de Dios y en la Doctrina Social de la Iglesia en comunión con la Jerarquía.

Les queremos recordar a todos las palabras de San Agustín, cuya festividad recordamos en la fecha, y que se refieren a la comunión entre Dios y nosotros: “Nos hemos convertido en Cristo. En efecto, si Él es la cabeza y nosotros sus miembros, el hombre total es Él y nosotros”

Nuestra Iglesia, como una gran Familia, busca renovarse profundamente desde adentro, para merecer convertirse en “sal y luz” de nuestra sociedad sedienta de paz, de amor, de justicia y concordia ciudadana. Paraguay debe llegar a ser una gran nación, con nuestro testimonio de fe, comunión eclesial y decidido compromiso con nuestro querido pueblo.

Les agradecemos por la confianza depositada en nosotros, sus Pastores, y con ustedes nos comprometemos a seguir amando y sirviendo a la Iglesia, en comunión con el Santo Padre Benedicto XVI, quien conoce nuestra realidad y ora por nosotros. VNC

Firman los Obispos del Paraguay

 

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