Haití, un futuro en las aulas

escuelas en Haití, diócesis de Jacmel, proyecto de Manos Unidas

Cáritas y Manos Unidas mantienen en Jacmel escuelas afectadas por el terremoto de 2010

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Texto y fotos: MIGUEL ÁNGEL MALAVIA | Si el contexto en el que se forma el alumno condiciona su evolución, ¿cómo será estudiar en pleno campo, en aulas de madera y con las gallinas desfilando juguetonamente bajo los pupitres? [Haití, un futuro en las aulas – Extracto]

Pues, vistos los muy buenos resultados obtenidos por el Instituto del Buen Pastor de Jacmel (Haití), donde estudian 450 alumnos de Secundaria y 60 de Primaria, la experiencia es realmente positiva.

Aunque pueda parecer contradictorio en un país como Haití, donde el Estado es muy centralizado pero apenas cuenta con recursos –prácticamente, su acción no llega más allá de la capital, Puerto Príncipe– y en el que la educación arrastra unos déficits brutales –solo el 23% de las escuelas son públicas en la nación más pobre de América Latina–, hay oasis de esperanza.

Como Jacmel, localidad costera de fuerte tradición artística, en la que la enseñanza funciona relativamente bien. Y ello a pesar de las enormes dificultades, siendo la última y más trágica el terremoto que el 12 de enero de 2010 sumió en escombros gran parte del país. Entonces, las 11 escuelas de la ciudad quedaron afectadas, en mayor o menor grado, por lo que hubieron de suspenderse las clases.

La respuesta la dio desde el primer momento Cáritas Diocesana, que, con el apoyo económico de Manos Unidas, ha conseguido que la actividad haya vuelto a las aulas, donde se forman cerca de 7.000 alumnos.

Una vez que el edificio que albergaba el Instituto del Buen Pastor (fundado más de una década atrás por Guire Poulard, entonces obispo de Jacmel y hoy pastor de Puerto Príncipe), en el centro de la ciudad, se vio resquebrajado por las grietas a causa del seísmo, desde Cáritas optaron por sanar las heridas de los niños y jóvenes con un colegio improvisado en el campo. Algo que resultó fundamental.escuelas en Haití, diócesis de Jacmel, proyecto de Manos Unidas

“Ha habido un gran cambio en los chicos desde el tiempo posterior al terremoto. Se percibe que el estrés y la tristeza han dado paso a la alegría y la jovialidad”, explica el director de la escuela, el sacerdote Jean Théodule Domond.

Algo que se comprueba al adentrarte en cualquiera de las aulas de madera de los más pequeños, que se abalanzan sonrientes entre sí. Eso sí, cuando llega la profesora, todos se cuadran en su sitio y guardan un silencio reverencial. Pese a sus problemas, se nota que la educación en Haití sobresale frente a muchos países del llamado Primer Mundo en cuanto al respeto al docente

Educación de calidad

Como explica Domond, aquí son muy exigentes con lo alumnos, apostando por una educación de calidad que comprende desde Primaria hasta los estudios antecedentes a la universidad. De hecho, reconoce orgulloso el director, su sueño es que algún día ellos mismos puedan convertirse en una universidad.

A esta apuesta por una educación de calidad contribuye mucho el compromiso de los padres (que pagan las cuotas, el material y los uniformes de sus hijos, además de asistir a numerosas reuniones en el colegio) y el que haya un profesor por cada asignatura, que van desde las Matemáticas, la Lengua o la Filosofía hasta idiomas como el español.

El carácter confesional del centro se percibe en que también allí dan catequesis y en que cuentan con una preciosa capilla, que, junto a otras necesidades, ayudó a pagar la Conferencia Episcopal Haitiana. A donde no llegan las posibilidades de los padres, lo hace la ayuda de Cáritas o la propia Diócesis de Jacmel, que fue la que compró el terreno. Lo mismo ocurrió en los meses posteriores al terremoto: las matrículas y los sueldos de los profesores corrieron de cuenta de asociaciones eclesiales.

Esta realidad es diferente en el centro de Jacmel, donde aún permanecen en pie algunas escuelas, aunque amenazadas por las grietas. La escuela Hermanos Unidos, donde se forman un total de 1.040 alumnos, se encuentra en un contexto más empobrecido.

Allí, los chicos se hacinan en aulas de hasta 60 alumnos, yendo los espacios desde clases con las paredes resquebrajadas hasta barracones externos hechos de madera, contrachapado y uralita. Las condiciones son peores que en el Instituto del Buen Pastor, pero también cuentan con muchas similitudes: una formación de calidad, un enorme respeto hacia el profesor y muchísima alegría en los chavales. Asomarse a cualquier clase equivale a que todos se levanten cantando.

escuelas en Haití, diócesis de Jacmel, proyecto de Manos UnidasSin embargo, pese a que la situación es más tranquila en Jacmel que en Puerto Príncipe, que quedó prácticamente desolado, en la ciudad costera existe un miedo constante por los ciclones, pues la zona es proclive a sufrirlos, siendo su principal consecuencia las subidas del agua que acaban en graves inundaciones.

De ahí que, desde Cáritas Diocesana, como explica su director, el padre François Simon, “se ha puesto en práctica un proyecto para atender a las muchas personas que, pese a la falta de medios, se están instalando en el monte, a las afueras de la ciudad”. El mismo consiste en construir viviendas sólidas y confortables para el mayor número posible de familias. Por el momento, llevan hechas 113 casas: 45 financiadas por Cáritas Ecuatorial, otras 45 por Manos Unidas y 23 por Cáritas Brasil.

Los hogares, adaptados para cinco personas, tienen dos habitaciones, paredes de cemento y techo de uralita. Además, tienen una letrina en la puerta. Algo esencial en Haití, donde la falta de agua potable hace muy habituales las contaminaciones por suciedad.

Fuga de talentos

Pero toda esta gran labor no sería posible sin personas como el doctor Yves Derisier. Padre de tres hijos y residente en Nueva York, este médico, al que encontramos en una reunión del consejo de Cáritas Jacmel, vuelve cada seis meses a su Haití natal, sin su familia, para pasar aquí todas sus vacaciones. Y lo hace trabajando, atendiendo gratuitamente a todos los que puede.

Lejos de ser un sacrificio, él lo ve como un modo de devolver parte de todo lo recibido: “Aunque llevo 38 años fuera, no olvido que me formé aquí y que lo hice casi sin pagar nada. Vengo de una familia de campesinos, muy humilde y sin apenas medios, pero muy religiosa. Me ayudó mucho en mis estudios una monja española. Haití me dio una educación y yo ahora tengo que devolver ese servicio”.

Un servicio absolutamente necesario en un país en el que, como denuncia, “hay poblaciones enteras que no cuentan con ningún centro de salud. Asociaciones como Cáritas son las que hacen frente a estas situaciones y se hacen cargo de las personas”.

Para el doctor Derisier, su caso es muy representativo del que es uno de los principales problemas de Haití: la fuga de talentos. “Necesitamos gente formada –recalca–, como profesores y médicos. Y los hay, pero al final todos se acaban yendo del país por miedo, ya que aquí la vida es muy difícil. Claro que todo el mundo quiere a su país, pero la inseguridad es una barrera muy fuerte. Yo he conseguido romper esa barrera y ya no tengo miedo”. escuelas en Haití, diócesis de Jacmel, proyecto de Manos Unidas

Definitivamente, hay esperanza para Haití. Con la implicación de entidades de Iglesia como Cáritas o Manos Unidas, así como con la fuerza de laicos preparados como el doctor Derisier, los haitianos luchan por ser los protagonistas de su propio resurgir.

Soñar un país nuevo

Meses atrás, una delegación de Manos Unidas, encabezada por su presidenta, Myriam García Abrisqueta, y en la que participó un grupo de medios del que formaba parte Vida Nueva, visitó los proyectos en los que la asociación eclesial, junto a Cáritas, trabaja en la creación de escuelas y viviendas en Jacmel.

Al entrar en una de las aulas del Instituto del Buen Pastor, un estudiante de octavo curso, Irvens Delpeche, explicó que “el sueño de todos es construir un nuevo Haití”. La presidenta respondió que, desde Manos Unidas, “necesitamos vuestras manos” para que ese sueño, que ya lo es de todos, se haga realidad.

Manos Unidas ha participado en la construcción de más de 170 aulas y ofrece su ayuda para sufragar los costes del transporte público que lleva a los alumnos a clase, los sueldos de los profesores y el pago de matrículas para los chicos con más dificultades. También tenía previsto construir otras 55 viviendas (más las 45 ya hechas) para las familias que han huido al monte, a las afueras de Jacmel.

En el nº 2.816 de Vida Nueva.

 

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