Anciano: ¿el que ya no sirve?

Roberto Arenas, director del Departamento del Estado Laical de la Conferencia Episcopal de Colombia.

Adulto mayor, un término acuñado por el Gobierno. Nos preguntábamos acerca de una palabra que desde la Iglesia, hiciera referencia a los mayores y la palabra se hizo clara: ancianidad… ¿Y quién es el anciano? Es aquella persona sabia, es el punto de referencia, es la experiencia, es lo que se expresa desde el alma luego de la experiencia cotidiana. Es la persona de canas que significa respeto y de arrugas que significan experiencia, entonces el primer esfuerzo nuestro fue el de rescatar el término anciano, porque se pronuncia muchas veces despectivamente: “allá el anciano, el que ya cumplió su ciclo”. Esto ha hecho necesario revalorar el término, con la preocupación que nos genera hoy su realidad.

El promedio de vida para el 2015 está en 74 años, si lo miramos estadísticamente, en 1950, eran 53 los años de vida en promedio, es decir, luego de 60 años la perspectiva de vida ha aumentado prácticamente 20 años y que lo que llamábamos el continente de la juventud y del futuro ha cambiado. Los programas de seguridad y de medicina han incrementado la taza de vida. Las familias de nuestros abuelos eran numerosas; las de nuestros padres normalmente eran de tres hijos; ahora si se le pregunta a un muchacho cuántos imagina en su familia, lo piensa. Muchos opinan que tendrían un hijo, lo que lleva a entender que la taza de natalidad disminuye. Para 2040, la perspectiva del Estado es que la mayoría de la población sería de adultos mayores. ¿Qué se va a hacer? ¿Cómo se va a responder? Y también, ¿cómo les vamos a responder desde la Iglesia?

La realidad y los ejemplos

Duele que el 80 por ciento de los viejos que están en los ancianatos están allí porque han sido botados por sus hijos a la calle, aunque la gran mayoría de estos ancianos han trabajado y producido. Ahora su familia les saca los tres pesos y los tiran a la calle. ¿Qué hicieron mal para que no los tratemos bien? Ahí viene la respuesta de la Iglesia: abrir el corazón, los brazos, las puertas de nuestras casas, ancianatos, pero también tocarles las puertas del corazón a sus familias, porque lo que mejor hicieron fue entregarse por esos hijos. Pero también hay casos dolorosos, en donde alguna hija dice algo como: “padre, pagamos lo que sea por él…, pero que se lo lleven”. Preguntaba yo: ¿por qué? Y la respuesta era que se trataba de un papá que violó a sus hijos. Una muy triste realidad. Queremos entonces desde la Pastoral de la ancianidad hacer ese estudio de los ancianos de nuestro país y buscar alternativas. Tenemos buenos ejemplos: las asociaciones de costureros de abuelos. Se sientan a hacer costura para niños pobres u otros abuelos, una experiencia que se da en Soacha, Engativá y Cali. Una iniciativa que se está articulando desde las parroquias con abuelos que incluso están bordando los paños del altar, el corporal, el purificador, cosas que aprendieron y que hacen con gusto.

En San Gil se tiene la Asociación de la Tercera Edad. Sus miembros han conformado una banda de músicos, animan desfiles y actividades cívicas. Todo el esfuerzo se hace desde la parroquia, influyendo sobre los comités municipales de política social, haciéndoles caer en la cuenta a las alcaldías de que uno de sus compromisos también es con ellos, que hay que darles un presupuesto que sea integral y no de una vez al año para un almuerzo o un paseo el día del abuelo. Más bien es crear procesos en los que ellos se sientan integrados a la sociedad. En Cali se está valorando lo que se hace en el Distrito de Agua Blanca, en donde los abuelos son invitados a los colegios para ofrecer su testimonio, desde su ancianidad, de lo que hicieron en la vida y los muchachos les preguntan y los valoran, además están escribiendo esos testimonios. En San Gil se está recopilando la historia a través de la tradición oral, basada en los testimonios de los abuelos. La gran alegría entonces está en que los valoremos, que los veamos como personas útiles y el trabajo será hacer cada vez más y mejores esfuerzos por nuestros hermanos mayores.

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